La mandanga del IPad de los diputados

Ya va siendo un pequeño clásico de La bitácora de Eltránsito comentar las comidillas del día de las redes sociales. Resulta que para 2012 se van a renovar el “parque móvil” de los congresistas con terminales de última generación, un smartphone y un tableto, que ya se han asegurado en los términos de la licitación sean los últimos cacharrillos de Apple. Más que el hecho en sí, al que podrían oponérsele un montón de cosas, hoy me voy a detener en las quejas mismas que he leído al respecto, algunas de las cuales no comparto.

He distintos tipos de crítica:

Las que no van a ninguna parte: las que dicen que es un gasto absurdo y que por qué tienen que regalarle un móvil y un tableto a los diputados. Dejando al margen filias y fobias por una marca determinada el hecho de que a un trabajador que debería estar permanentemente conexión con la realidad se le facilite este material parece perféctamente lógico y en consonancia con las prácticas habituales de las organizaciones. Este tipo de crítica es gesto airado, rabieta. Nada más.

Las consistentes pero que no van a ninguna parte así planteadas. Muchas de las que reclaman el uso de software libre en las administraciones públicas, reclamación a la que me sumo. He podido observar que también son con frecuencia las que llaman de todo a Antonio Garzón, diputado por Izquierda Unida, por no rechazar estos regalos instrumentos de trabajo y hacer una defensa ad hoc del software libre, rechazando los dispositivos y exigiendo que se les den otros con software libre. Muchos son los tuits que he leído tachando su nombre de las listas de la decencia, lo que me ha recordado que muchas veces twitter es la hoguera.

Y no deja de parecer curioso porque mientras que existen alternativas más que rodadas para PC y portátil que todos conocemos, el campo de la movilidad es la gran asignatura pendiente del software libre ¿Android? Sí, pero no tan libre, y sí pero es de una empresa, tanto como el IPhone.

No me cabe ninguna duda de que el software que se utiliza en los despachos del congreso y en todas sus dependencias administrativas proviene de casa Gates. Más vale, porque se han gastado cerca de un millón de euros en sus licencias. Parece interiorizado que la irritante sintonía de inicio de Windows forme parte del ambiente de un despacho.

Sin duda el exigir software libre en los dispositivos sería un gesto bonito y útil, pero poner bajo patíbulo preventivamente a aquellos que se disponen a trabajar con el software privativo que se pone a su disposición me parece un exceso. Es el tipo de gestos que se pueden sugerir pero que no definen la decencia ni la valía de un político per se.

Las útiles: tengo que admitir que yo no las he leído, aunque estoy seguro de que deben existir. Ya lo he apuntado más arriba, se trataría de aprovechar la ocasión para pedir a todos los grupos parlamentarios que han incorporado el tema en sus programas electorales para que –sin gestos airados que se desvanecen como la espuma- planteen en el congreso alternativas basadas en software libre, para la institución y para todas las administraciones.

La anécdota del IPad está en parte enmarcada en un tema al que le debo un post: el de situar la moral en el centro de todas las críticas. Según este enfoque la corrupción estaría en el centro de todos los problemas, extendiéndose el estigma corrupto también al privilegio (jubilaciones, sueldos, coches oficiales…) En mi opinión es esta una visión muy corta, que viene a sugerir que con una clase política decente las cosas irían bien, en lugar de buscar fallos en las estructuras del edificio. En este apartado enmarco, como es obvio, las críticas que cuestionan la necesidad del dispositivo, no las que se refieren a las licencias de software.

En estos días en que entra en vigor el “contrato de aprendiz”, la penúltima jugarreta en materia de derecho laboral, nos desgañitamos y nos empeñamos en destrozar a palos el dedo que señala en lugar de atender hacia dónde lo hace.

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De los orgasmos y el nombre de eltránsito

Hace unos nueve años largos (no recuerdo exactamente fechas) escribí un primer editorial para lo que pretendía ser un ezine político llamado Eltránsito. En realidad tendría que haber sido un fanzine en papel, pero como no podía esperar más tiempo la ayuda prometida por mis colaboradores aprendí un rústico html (entonces a golpe de <TABLE>) y busqué un alojamiento gratuito. Luego se mudó al difunto geocities y finalmente a nodo50.org, donde subsiste en modo arquológico. La bitácora de Eltránsito nació muy poco después, como complemento del ezine y poco a poco fue comiéndose a la publicación.

En aquel primer editorial, que explicaba el nombre, no me reconozco hoy ya. Al menos no del todo. Ayer escribí estos párrafos que -aunque no lo parezca- hablaba del 15M, que es de lo que más hablo en los últimos tiempos. Al releerlo me parece que hablaba en realidad de mi, seguramente habla de eltránsito (me gusto más con minúscula ahora)

Que sea el camino. Me vino esta frase a la cabeza pensando en sexo. Los orgasmos son reacciones químicas caprichosas: a veces son más intensos, otras veces menos. Supongo que los chicos listos podrían medirlo monitorizando los impulsos eléctricos, las contracciones del suelo pélvico, o algo similar. Echando la memoria a pescar me doy cuenta de que los mejores polvos no son necesariamente los que desembocan en un orgasmo más intenso. De hecho los orgasmos más explosivos suelen darse durante la masturbación según dicen (las sexólogas de la tele).

 

Mis recuerdos, que en esto se agolpan como flashes sensitivos, tienen que ver con crescendos y valles, caricias y lagos. Con compartir miradas, con percibir la otredad fundida en piel, con instantes rasgando el tiempo y súbitos encendidos de tensión en las yemas de los dedos . Era la intensidad, pero la del viaje. Y es un todo latente en el que poco importa si al final hubo orgasmo.

 

Durante mucho tiempo las mujeres se han visto sumidas en la carrera hacia el orgasmo, glorificando el modelo de éxito falócrata, en el que sólo el orgasmo importa, y obviando que la sexualidad femenina muchas veces era rica precisamente en los disfrutes del recorrido. Los hombres también hemos estado jodidos –la primacía de la masculinidad nunca sale gratis, nos prohibieron el tacto y la lágrima- y perdimos de vista lo que teníamos en frente. El buen sexo.

 

Y en esta disfuncionalidad, en la que ellos no sabían que querían otra cosa y ellas no sabían que lo tenían, las unas y los otros enfermaban –más ellas,  dominadas- en arrebatos de frustración nerviosa. Liberemos también el horizonte, como estamos liberando otros espacios, el objetivo no está al final, el objetivo lo deberías estar abrazando ahora como quien se sumerje en un cuerpo.

 

Pensé en esto a propósito del sexo. Que sea el camino.

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Un sujeto por dibujar

De una conversación en twitter acerca de lo inconveniente de asumir el apelativo indignados desde dentro del 15M, surgió anoche un interesante debate (que he recogido aquí) ¿Qué sujeto utilizamos para referirnos a nosotros mismos? ¿Cómo empezamos una frase que nos englobe? ¿cómo tomamos voz? ¿somos conscientes de que la forma de nombrarnos condiciona la mirada de los demás ?¿es posible una voz sin sujeto? ¿quienes somos?

Paso a manosear los posibles sujetos que manejamos ayer, sin el convencimiento pleno de llegar a ningún sitio.

Indignados. Algún nombre tenían que ponernos. Llegaron a la redacción, se encontraron con una noticia que tenían delante de sus narices y que no habían sabido ver. La obviedad esa de Hessel empezaba a amontonarse en las grandes superficies (donde la venta de libros depende de estar literalmente en un montón) ¡Voila! Habemus sujeto ¿inocente? Sin duda no.

Un indignado es más parecido a Paco Martínez Soria en don Erre que Erre que a un Luther King o a un Luke Sky Walker. Un indignado no propone, es sólo un cliente descontento.

Y un indignado es el sujeto perfecto de la multitud narcisista. Muchos antes que Bauman han criticado al 15M por ser sólo ola, la espuma de la sociedad líquida. Movilización contínua sin fin, un contexto sin texto.

Personas. Se ha hablado mucho sobre el término, está ahí desde el primer día: “Somos personas que hemos venido libre y voluntariamente, después de la manifestación decidimos reunirnos para seguir reinvindicando la dignidad y la conciencia política y social”

Como se liberan espacios se liberan átomos del diccionario. Es una palabra tan grande que difícilmente podía contener nada específico, y que aquí también corre el peligro de mancharse con el estigma de la despolitización. Pero en personas cabe muy bien nuestra diversidad, es un documento de texto con el cursor al principio. Incluso un término tan unánime como ciudadano puede dejar fuera sensibilidades, pero ¿quién no se considera persona? Ahora toca rodearla de otros adjetivos.

Es más. El sujeto personas tiene la capacidad de indentificarse con el plural y el singular. Por aquello de la individualidad (persona) y de la fraternidad (personas). No ocurre siempre, uno puede estar orgulloso, aún hoy, de pertenecer a algunos plurales (trabajadores) que no tienen mayor poesía en singular (trabajador).

Nota para explayarse en otros renglones sobre antecedentes: lo personal es político, una mirada feminista que, creo, está en muchas fotos del 15M.

Ciudadanos. Esta es una palabra muy prestigiada que a todo el mundo agrada (podría decirse que es el Joan Manel Serrat de los sujetos, y que entronca perféctamente con el republicanismo del 15M.

El problema de ser ciudadano es que normalmente se define en contraste con aquellos que no gozan de la ciudadanía. La lucha por una ciudadanía universal late en los bloqueos a los desahucios o en las luchas contra las redadas racistas, eso sí. Puede haber quien vea también en el término un hálito reformista soplado por buenas intenciones, sin alcance. Es normal, porque al fin y al cabo el ciudadano está dentro, pertenece a la ciudad.

Trabajadores. No es sitio para hablar de los cambios del postindustrialismo, el cognitiariado y demás enfoques que constatan el peso que tiene la salida de la fábrica en nuestras relaciones sociales. Tampoco está en el discurso del movimiento, ni una wikiconstitución comenzaría con aquella máxima republicana de “trabajadores de toda clase”. Pero es un tema a labrar: el de la permanencia de la clase en los movimientos sociales del siglo XXI.

Yo no lo leo en los textos pero lo veo en las asambleas: existe conciencia de estar viviendo una auténtica lucha de clases, se trabaja por una huelga general que no excluya a amas de casa, parados y demás periferias de las relaciones económicas, se habla de ellos y nosotros. De los de arriba y los de abajo. Clase obrera no somos pero ¿clase trabajadora? El  encaje de los temas tradicionales de la izquierda en la nueva semiótica está por construir. Y es un camino lleno de obstáculos.

Menudo lio.

Además de los sustantivos y pronombres las frases (sintagmas nominales) también sirven para construir sujetos. “El 15M” o “El movimiento 15M” es de momento lo que tenemos. Indignado está, pero sus agentes son mucho más que indignados; ciudadanos queremos ser, pero tratamos de construir ciudades basadas en nuevos presupuestos; personas, claro, y seguimos empeñados en okupar un término aún demasiado amorfo; trabajadores sí, pero no sabemos qué significa esto hoy en nuestras vidas. Diversos. Uniendo puntos aún a seis meses de la implosión…y sin embargo reconocibles en el sujeto 15M, así sea de forma intuitiva.

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