Cigarreras

*Hoy he terminado un curso online de Historia de la mujer y el feminismo en Relatoras. El próximo 5 de noviembre empieza el siguiente y lo recomiendo vivamente. En realidad no lo habré terminado hasta que todas las compañeras hagan sus aportaciones porque una de las cosas más enriquecedoras del curso es la puesta en común y aprender de ellas. Lo coordina María Castejón Leorza, son cuatro semanas y cuesta 50 euros, es una pedazo de inversión.

El curso se formaba a partir de contenidos y buenos materiales (textos, fotos, vídeos) para comentar. la última pregunta era un tema libre y he escrito esto, un poco apresurado y general, pero que creo puede captar el interés por un tema interesante.

Las cigarreras de la tabacalera en el XIX: pioneras del conflicto social y mujeres por descubrir

Foto de blogs.latabacalera.net/cigarreras

Foto de blogs.latabacalera.net/cigarreras

Durante muchas de las intervenciones en el foro del taller he hablado de mi interés por la mujer como sujeto colectivo en la historia. Me interesan las personalidades concretas y me parece que la historia les debe aún mucho, pero creo que la reivindicación puede fluir al compás de la recuperación de las mujeres anónimas (sus resistencias, sus actuaciones en grupo o sencillamente la constatación de su situación en cada momento histórico en cuanto que mujeres). Por gusto personal es lo que más me interesa, vaya.

Por eso, para la actividad final he elegido escribir una cosa sencillísima sobre las cigarreras de La Tabacalera de Madrid en el siglo XIX. Por eso y porque la reivindicación de la memoria de los lugares desde la perspectiva de la gente común es otro tema que me interesa también.

Quienes seáis de Madrid probablemente conozcáis el espacio, a las demás os recomiendo visitarlo si os dejáis caer por aquí.  Se trata de una gran fábrica largo tiempo abandonada en la glorieta de Embajadores (digamos que el límite sur del barrio de Lavapiés) que, a raíz de la reivindicación vecinal, se ha convertido en un centro social autogestionado de gigantescas dimensiones.

Desde el punto de vista histórico su situación tiene importancia. Lavapiés, el antiguo distrito de Inclusa, fue tradicionalmente lugar de los llamados “Barrios Bajos”, una de las zonas más populares de la ciudad.

La Fábrica de Tabacos concentraba una población de entre 3000 y 6000 trabajadoras (variando a lo largo del siglo XIX), por lo que era el lugar de trabajo de un gran porcentaje de las mujeres del sur de Madrid. Otra de las ocupaciones típicas de la zona es la relativa al comercio callejero –el popular Rastro- , a veces comercio informal y no regulado. La primera fábrica de Tabacos de España y la de mayor importancia fue la de Sevilla, pero la de Madrid también fue muy importante.

La cigarrera es el modelo de mujer del Madrid popular (chulapona o manola) con su mantón, su pañuelo, etc. Se trata éste, en realidad, de un estereotipo muy construido literariamente por los Álvarez Quintero, Arniches, etc, aunque sobre una base real. Es el estereotipo de mujer “noble” pero “de armas tomar”. Aunque no es un hecho desconocido para sus coetáneos me da la impresión que su historia de asociación y lucha es bastante desconocida en la actualidad. Ha permanecido el “tipismo”, lo folklórico, y ha quedado relegada su vertiente social y conflictiva.

Hablamos de uno de los colectivos sociales más combativos del siglo XIX madrileño (junto con los impresores y el sector de la construcción). Sus primeros conflictos se producen en 1820, cuando el gobierno liberal pretende desestancar el tabaco (digamos, en terminología actual, liberalizar), con el peligro que esto suponía para sus puestos de trabajo. En 1830 se producen otras protestas, por los bajos salarios que soportaban y las exigencias de subida de productividad, que son considerados por las autoridades un problema de orden público importante durante diez días en los barrios bajos. Finalmente, el ejército tiene que intervenir. El ejemplo es importante en momentos en el que el sindicalismo es inmaduro y la mayoría de los  conflictos laborales son dispersos y de menores proporciones.

De nuevo en 1854, en el contexto de las barricadas de la revolución que da paso al Bienio Progresista, las cigarreras se levantan para que les paguen ciertas cosas que se les adeudaban y para echar a las maestras que habían sido impuestas durante el régimen anterior.

Protagonizaron otros levantamientos –en los sesenta a punto estuvieron de propiciar la declaración de estado de guerra en la ciudad- y son protagonistas también de uno de los episodios luditas más importantes de Madrid en 1872. Este suceso era descrito por la prensa así:

Hoy a las doce del día ha habido un motín en la fábrica de tabacos con motivo de haberse  llevado a la misma una pequeña máquina para hacer cigarrillos de papel. Las cigarreras, al verla, irrumpieron en gritos y se negaron a trabajar. Cuando parecía calmada la agitación que reinaba entre las sublevadas, éstas comenzaron a derribar tabiques y a destrozar las máquinas que encontraron a su paso

 

Fueron frecuentes descripciones similares, en las que estas mujeres eran descritas como pasionales, “levantiscas”, poco dadas a lo racional… cualidades que acarrean en el prejuicio doblemente: por mujeres y por pobres. También es frecuente la preocupación porque los conflictos de las cigarreras se contagiaran, dando noticia, es cierto, de que eran un colectivo popular, pero también del tradicional papel corruptor de Eva.

 

Algunas cuestiones me llaman mucho la atención entorno a las cigarreras:

–        El trabajo femenino en la industria es algo conocido pero poco estudiado en lo tocante  a las relaciones sociales. Las cigarreras se reclutan por lazos familiares (entran a trabajar las hijas de otras cigarreras), y el trabajo es a destajo, con muchas horas en común en una actividad intensiva pero manual, que permite hablar y la relación personal. Parecería interesante estudiar a fondo la toma de conciencia común de estas mujeres desde su condición de mujer, además de como obreras. El otro gran colectivo laboral femenino de este siglo era la servidumbre doméstica, colectivo que tenía mucho más complicado adquirir una conciencia conjunta de sus circunstancias y articular resistencias.

–        Muy interesante me parece también el hecho de que tuvieran que compaginar sus labores como obreras con tareas de reproducción habituales de la mujer, para lo que recurrían a redes de solidaridad de los barrios bajos (se habla de otras mujeres que cuidaban a los hijos o ponían al fuego la hoya).

–        Una de las cosas que el capitalismo fabril impone a los trabajadores y trabajadoras son las jornadas estrictas y los tiempos medidos para las tareas. Esto no existía como tal en época preindustrial, cuando las clases populares ni siquiera tenían relojes personales, aunque ahora parezcan asuntos tan interiorizados. En el caso del trabajo que queda fuera de la relación capitalista (el trabajo no remunerado de la mujer en casa), esta imposición de los tiempos no se produce. Las fuentes hablan de cierta auto administración de las propias cigarreras de su tiempo (esto también les permitía compaginarlo con el otro trabajo no remunerado del que hablábamos antes) Era posible porque el trabajo era a destajo, y lo que debían era tener cierta producción disponible. La mayoría de las protestas de las cigarreras son (además de por temas salariales) por asuntos que tienen que ver con la introducción de capatazas que controlaban el trabajo y con la pérdida de control sobre el proceso (su mecanización). También con el aumento de la exigencia de productividad, que impediría presumiblemente atender los trabajos en casa. Son pues resistencias a una forma de trabajo que, de un lado, les permite ejercer el trabajo no remunerado de la mujer, y de otro intenta cambiar la forma de producir con tiempos y horarios menos estrictos que los que normalmente las mujeres llevaban a cabo.

Reivindicación de la memoria de las cigarreras

Aunque no conozco la experiencia de primera mano, la encontré en internet y me pareció muy interesante. Se trata de un proyecto de recuperación de la memoria que se llevó a cabo en la etapa actual de La Tabacalera como Centro Social, en el que además se contactó con antiguas trabajadoras de la fábrica (por razones evidentes, de época mucho más reciente de la que he tratado aquí). Parece que incluso se grabaron materiales en vídeo y se hicieron recreaciones teatrales. Un bonito ejercicio de recuperación que se construía en las mismas fechas en las que el proyecto echaba a andar.

Se pueden ver los materiales y las experiencias en este blog y las fotos aquí

 

Gentrificación sin hipsters

Llegan a mi buzón <metáfora/> artículos sobre gentrificación ilustrados con fotos de hípsters. En torrente. En todos ellos se explica que los centros históricos de las distintas capitales sufren de gentrificación, un virus inoculado por hípsters, gafapastas y otros grupos de profesionales liberales, que cambian la fisionomía de los barrios a golpe de Mac y en librerías-café. Algunos ponen en duda el afinamiento del dúo, en otros se corrobora, y en muchos se matiza el efecto gentrificador de la hipsterización, con mayor o menor tino.

Personalmente, el término gentrificación no me colma porque su juventud y exotismo confunde sobre un hecho: se refiere a procesos que no son nuevos históricamente. Sin embargo, es el término  sobre la mesa y en el debate. El palabro se refiere a realidades y procesos muy diferentes entre sí, con distintos ritmos y características, que tienen en común el hecho de que la población de un lugar se ve desplazada para que su lugar sea ocupado por otra de un nivel adquisitivo mayor. Es, en este sentido, una manifestación urbana de la lucha de clases a la que atraviesan vectores de lo más diversos (culturales, financieros, políticos…)

Pero los procesos de gentrificación no se producen sólo en los centros históricos de las grandes ciudades, ni las realidades urbanas del mundo se pueden mirar sólo con las gafas de ver Manhattans. Los desplazamientos ocurridos por casusa de grandes acontecimientos (juegos olímpicos, mundiales de fútbol, etc) son también gentrificación, por ejemplo. En lugares tan dispares como Brasil o Camboya hay gentrificación. También en barrios periféricos, nuevas centralidades de las capitales occidentales, o en Gamonal. Sin necesidad de que nadie haya visto gafas de pasta merodeando.

dinerGeneralmente, la gentrificación se da en lugares donde se producen procesos de desinversión que pueden, posteriormente, hacer lucrativa la “regeneración”. No es difícil visualizar este proceso en nuestros centros urbanos…pero de desinversión y pelotazos urbanísticos posteriores también saben la tira los vecinos de las periferias.

Del mismo modo, no puede responsabilizarse tampoco de la gentrificación de los centros, como se da a entender con rotundidad en la mayoría de los artículos, a las llamadas clases creativas.

Pongamos un ejemplo conocido. Un grupo empresarial como Triball compra pisos a bajo precio en una zona degradada tras la Gran Vía, para luego crear toda una propaganda de la regeneración con apoyos institucionales –en este caso el Ayuntamiento de Madrid- y especular con locales y pisos. De la expulsión vecinal a raíz del proceso han hablado mejor que nadie desde Todo por la praxis

Ante semejante operación, parece atrevido responsabilizar de toda la gentrificación del barrio al tipo de flequillo que ha abierto una peluquería en Ballesta. Podría aducirse que no siempre se produce un plan empresarial tan orquestado como el de Triball, sin embargo, cuesta encontrar un caso en el que estos procesos no cuenten con el concurso de políticas urbanísticas, ejercicios empresariales o financieros. Cuando no todos en arpegio.

El caso de la gentrificación del Lower East Side suele considerarse paradigmático. Pues bien, durante los ochenta se produjo un movimiento de resistencia vecinal, con lemas agresivos como Muere, basura yuppie. La estrategia funcionó bastante bien hasta que el Ayuntamiento de la ciudad expulsó a los sin techo y a los manifestantes del parque de Tompkins Square.

Mucho mejor que yo lo dice Neil Smith, uno de los pioneros en el estudio de la gentrificación:

“Hay una enorme asimetría entre el poder que tienen las grandes corporaciones capitalistas en el mercado y el «poder» de alguien que trata de alquilar un piso con un salario medio. Así que, si bien la cuestión de los patrones de consumo no es en absoluto irrelevante, sí es secundaria en comparación con el desmedido poder del capital”.

Llama mucho la atención encontrar, en los artículos que identifican gentrificación con hipsterización, numerosas referencias a Smith y a otros escritores que se manifiestan en la misma dirección ¿Acaso los autores de estos artículos sólo leyeron las páginas que les interesaba?

Protestas recietnes en Bolonia (Italia) contra la gentrificación y las políticas de vivienda del gobierno | http://revolution-news.com

Protestas recietnes en Bolonia (Italia) contra la gentrificación y las políticas de vivienda del gobierno | http://revolution-news.com

Parece curioso también que, siendo como es hoy la lucha por la vivienda un tema central, una de las miradas académicas que estudian su problemática esté siendo traducida masivamente en términos de dudoso cambio lento y cultural, casi de oposición conservadora al progreso.

Los artículos que identifican unívocamente gentrificación y hipsterización, y señalan como actores únicos a clases amplias de población, por sus patrones de consumo y sus estilos de vida, contribuyen a crear la confusión de que las cosas pasan sin más. Simplificando el diagnóstico mitigan las culpas. Al fin y al cabo, todo el mundo quiere considerarse a sí mismo clase media.

No se trata de excluir a los patrones sociales y de consumo de la lista de agentes gentrificadores, sino de situarlos en su justo lugar, sin aislarlos de la cadena causal de los procesos de gentrificación.

Pero ¿por se ha vuelto omnipresente este enfoque tan limitado en los medios de comunicación? En cierto modo, el tratamiento parece coherente con la línea editorial de la mayoría de las publicaciones generalistas ¿En cuántas de ellas encontramos críticas a los grandes grupos empresariales? ¿En cuántas las crítica a los partidos políticos escapan de la lucha partidista trasladada a sus cabeceras afines?

Tampoco hay que desdeñar, supongo, una explicación que tiene que ver con razones puras del mercado publicitario. Lo que está de moda es, por definición, lo que vende.

Existe, por último, un apabullante monopolio de la palabra –y el pixel- impreso por parte de un determinado tipo social. Quien escribe sobre gentrificación en medios, como quien debate sobre el tema en foros urbanos, se parece sospechosamente a esa clase creativa descrita en el relato de un centro urbano de jóvenes profesionales liberales. La historia se cuenta desde la contemporaneidad, la inmediatez y el entorno exclusivo de sus protagonistas. Llamarles hípsters sería caer en la trampa que este artículo denuncia, aunque no me cabe duda de que algunos de ellos estarían tentados de imprimir en negrita aquí el término.