El urbanismo defensivo es un callo de la ciudad

arreglaRecientemente se movió mucho en los círculos activistas de Madrid la magnífica campaña Arregla tu marquesina, de Distrito 14, un colectivo antifascista del barrio de Moratalaz. En la campaña se invita a eliminar el apoyamanos que, en las nuevas marquesinas de autobús que se han instalado en Madrid, impiden tumbarse a personas sin techo:

Las nuevas marquesinas de autobús suponen un mensaje desde el Ayto. de Madrid claro y directo para las personas sin hogar: además de no dejarles dormir bajo un techo digno, les impiden también hacerlo en estas marquesinas nuevas

Debido a ello, nos vemos en la obligación de responder al ayto con otro mensaje igual de claro y directo: la solución a la mendicidad no es la invisibilización de la misma, sino el cumplimiento de un derecho fundamental: el derecho a una vivienda digna.

Por eso, desde el colectivo de jóvenes de Moratalaz “Distrito 14” hemos decidido eliminar de manera simbólica esta medida «anti personas’, y denunciar el sistema capitalista que, teniendo más de 3 millones de viviendas vacías en todo el Estado, se preocupa más en desahuciar a miles de familias en vez de garantizar los derechos fundamentales de la gente.

La campaña iba acompañada de fotografías y vídeos de las acciones, que pronto fueron replicados por colectivos de los distintos barrios de Madrid.

Lo que aquí se denuncia es el llamado urbanismo preventivo o defensivo, que cada cierto tiempo se asoma a los medios de comunicación y resuena en los círculos más concienciados con lógica indignación, así sea ante pinchos metálicos colocados a las entradas de algunas casas y supermercados en Londres o del Burger King de Tribunal. La finalidad es evitar que el espacio sea utilizado por personas sin hogar para dormir o sentarse. Ligado a este fenómeno, y bajo la misma denominación, aparecen otras prácticas disuasorias, como los bancos de una sola plaza, que han proliferado mucho los últimos años.

Estos elementos llamados defensivos (y que más bien parecen ofensivos) podrían ser entendidos como callos de la ciudad, en el sentido de durezas anómalas, feas y cicatrizadas, que evidencian a nuestros ojos agresiones que cotidianamente se ofrecen de forma más sutil. El territorio se construye en las sociedades contemporáneas en base a discursos que dotan de ojos y brazos a la ciudad. Uno de los discursos que modelan hoy nuestras calles es el que troca desigualdad y pobreza por peligrosidad en la mirada del viandante. En aras de esta perspectiva securitaria, que todo lo impregna, se produce desplazamiento dentro del espacio urbano. Un desplazamiento diferente, en cierto modo, a la habitual expulsión de un barrio a otro: una segregación interior.

El callo del urbanismo defensivo, probablemente, nos permite asimilar la violencia simbólica, que se da en la ciudad, a la violencia física, encarnada en pinchos que entendemos lacerantes a simple vista, en objetos amenazantes que, como los cristales rotos de las viejas tapias, nos permiten identificar fronteras interiores.
Mientras caminamos indiferentes somos observados por cientos de ojos de cristal que nos videovigilan, mucha gente es parada por la policía por el color de su piel o su aspecto exterior, y otros son multados por tocar música en la calle o beber.

El urbanismo preventivo obedece a este mismo paradigma de control social y expulsión de la anormalidad. Son muchos los informes técnicos, congresos académicos o comisiones públicas que se dedican a crear la fraseología que luego planificadores urbanos y policías trasladan de la maqueta a la calle.

De alguna manera, surgen desde los años setenta distintas tendencias dentro de la criminología y el urbanismo que han venido condicionando los últimos años el diseño de nuestros barrios. Se puede indagar en el tema buscando referencias sobre geoprevención.

Ya en 1961 la conocida urbanista Jane Jacobs se había referido al control social informal en Muerte y vida de las grandes ciudades norteamericanas, involucrando al ciudadano en la empresa vigilante. En su opinión, hacer que la calle se utilice a todas horas para distintas actividades propiciaría que los mismos ciudadanos pudieran velar por un uso cívico de la misma. Oscar Newman definió en 1972 el concepto de espacio defendible, continuando la línea de Jacobs pero introduciendo ya la criminalidad en la ecuación.

En los setenta nace la CPTED (Crime Prevention Through Environmental Design), creada por el criminólogo estadounidense Clarence Roy Jeffery, que insiste en la idea de que se puede anticipar el crecimiento de la delincuencia con un ambiente urbano determinado. Basa su teoría en cinco principios básicos, que sirven tanto para edificios como para la ciudad:

  • Control de accesos
  • Vigilancia: la idea es posibilitar que en todo momento uno pueda ver y ser visto.
  • Refuerzo territorial: considera que existen marcas territoriales, unas positivas y otras negativas, que influyen en el comportamiento de los ciudadanos. Los graffitis son considerados marcas negativas, por ejemplo.
  • Mantenimiento de espacios públicos: para hacer posible los puntos anteriores.
  • Participación comunitaria: inducir al ciudadano en el circuito de control social.

Relación muy directa con la anterior tiene la conocida Teoría de las ventanas rotas (Willson y Kelling, 1982), que explica que un entorno deteriorado promueve los comportamientos incívicos. Se trata de una ocurrencia elevada por muchos al rango de explicación científica, que ha llevado a generalizaciones tan absurdas como la que afirma que la criminalidad bajó en Nueva York en los noventa porque se limpiaron los graffitis del metro.

El origen de la teoría es un experimento psicológico de Philip Zimbardo en 1969. Éste abandonó un coche el Bronx con las placas de matrícula arrancadas y las puertas abiertas. En seguida se empezaron a robar los componentes del coche. Posteriormente, hizo algo parecido en un barrio rico de Palo Alto, California, y durante una semana el coche permaneció intacto. Machacó entonces algunas partes de la carrocería con un martillo y el coche corrió similar suerte que el del Bronx.

James Wilson y George Kelling lo llevaron a su terreno, afirmando que si en un edificio aparecen ventanas rotas el resto acabarán siendo destrozadas por vándalos, que entenderán el descuido como señal de que nadie cuida del edificio. Y al revés, mantener siempre el edificio inmaculado alejará a las personas incívicas.

Esta teoría fue inspiradora de las políticas de Tolerancia Cero, aplicadas en Nueva York por el famoso alcalde Rudolph Giuliani (con Willson como asesor). Giuliani es conocido, además de por haber sido alcalde durante el 11S, por haber propiciado una expulsión brutal de los pobres de Manhattan y haber perseguido a todo tipo de minorías. El drástico modelo Nueva York fue imitado en muchas ciudades del mundo, y el mismo Giuliani se convirtió en un importante asesor sobre la materia, contratado en 2002 para implantar su Tolerancia Cero en México DF.

La teoría y la política han tenido muchas críticas. Además de los importantes componentes éticos, desde el punto de vista de la disminución del delito hay que decir que éste bajó no sólo en Nueva York durante los años noventa: también lo hizo en numerosas ciudades norteamericanas que no siguieron este tipo de políticas. Una de las críticas más frecuentes a la teoría es la inmensa simplificación que supone, obviando que casi todos los fenómenos complejos tienen un origen multicausal. Para estos años, por ejemplo, se ha señalado que el consumo de crack, tras los años iniciales de la explosión yonki, había ya bajado mucho.

En Madrid, en el año 2007, se editó el Atlas de la Seguridad de Madrid, elaborado por el Observatorio de la Seguridad del Ayuntamiento de Madrid. La comisión que se formó para su elaboración reunía a miembros de la policía municipal, a investigadores universitarios y al Área de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid. El trabajo se tradujo en un mapa de riesgos (en realidad muchos mapas, construidos con tecnología SIG), que pretende, con los datos de las intervenciones policiales, trazar relaciones entre el urbanismo y la criminalidad. El trabajo sirve de base para elevar propuestas de reforma de plazas y otros espacios públicos.

Las plazas duras a las que nos hemos acostumbrado durante las últimas décadas en Madrid (Callao, Santo Domingo, Luna y tantas otras en todos los barrios) responden, además de a un objetivo de rentabilidad de la calle – a través de su alquiler a terrazas y ferias-, a los criterios de vigilancia informal de los que estamos hablando. Un espacio desbrozado de árboles y de otros elementos propicia la visibilidad continua. El ver y ser visto: un espacio defendible, adecuado para la vigilancia informal de los propios ciudadanos imbuidos de la ideología de la civilidad y el miedo.

Un espacio desbrozado también de asambleas o botellones por las normativas municipales ; de actividad comunitaria por aridez y la falta de bancos…y de sin techo a través del urbanismo defensivo, callo de la ideología de la ciudad neoliberal del que hablábamos al principio

ALGUNAS PISTAS:
La seguridad en las ciudades: el nuevo enfoque de la geoprevención
Sobre el Atlas de la seguridad de Madrid
Las políticas de gentrificación en la ciudad neoliberal : nuevas clases medias, producción cultural y gestión del espacio público : el caso de Lavapiés en el centro histórico de Madrid