El ojo de Argón ¿el Plan 9 from Outer Space de los relatos?

El préstamo y la distribución informal de historias son capaces de dar alas a obras que en principio no deberían tener sitio en la ortodoxia habitual de la distribución cultural. El otro día lo contaba Neil Gaiman y hoy lo digo a propósito de la (para mi) recién descubierta desventura de El ojo de Argón.

La historia la he conocido en La Página 36 y es fascinantemente tragicómica. El ojo de Argón es un relato fantástico escrito por un chaval de 16 años, repleto de erratas, errores gramaticales, dobles sentidos involuntarios y adjetivos absurdos…vamos una historia como tantas otras de las que hemos podido escribir otros de críos. Pero no es cualquier otra, porque quisieron una serie de hechos azarosos que el relato –que se publicó en un pequeño fanzine – empezara a circular fotocopiado entre los aficionados de la Ciencia Ficción. Luego llegó Internet (ya se sabe que sus pioneros fueron una panda de frikazos), y la circulación de la obra se hizo mundial. Es tradición en convenciones de ciencia ficción leer el texto tratando de contener la risa o recitarla tras haber aspirado helio.

Un poco más arriba utilicé el término tragicómico, y es que Jim Theis, que después de perpetrar El ojo de Argón se dedicó al periodismo, murió en 2002 con el disgusto de haber tenido que ver como su obra había servido para mofa constante de los aficionados al género.

En 2005 sucedió algo que abundó en la leyenda del librito. Hasta la fecha las versiones conservadas carecían de final, ya que el primer fanzine a partir del cual empezó a circular estaba incompleto. En 2005 un boletín de ciencia ficción anunció que se había encontrado un ejemplar entero del fanzine en la biblioteca de la Universidad de Nuevo Mexico…pero son muchos los que tras un análisis estilístico se huelen un fraude en el hallazgo, y prefieren seguir pensando que el texto termina como siempre lo hizo: “fin de la copia disponible”

Es sencillo encontrar el texto en la red y existe una traducción al castellano. Sólo la primera frase: “La senda gastada por el tiempo serpenteaba hacia los climas polvorientos de las tierras resacas que dominan grandes porciones del Imperio Norgoliano.”