Golfos, malvivientes y pandillas del andén.

Las vías del tren de Leganés

Las vías del tren de Leganés

Desde hace unos cinco años hago todos los días la línea de tren que va hasta Humanes para llegar al trabajo. Me bajo del cercanías –o lo cojo, según vaya aburrido o vuelva cansado- en Leganés. Paso por Orcasitas, Villaverde Alto, y otras paradas donde me entretengo leyendo u observando a mis compañeros de viaje. De entre todas las tipologías humanas que, no sin cierta vergüenza, voy creando en mi cabeza, una de las que más presente tengo es la de las pandillas del andén.

He observado que muchos grupos de chicos y chicas quedan en las estaciones de cercanías. Pasan mucho tiempo en los andenes, a los que llegan saltando la valla, frecuentemente en la dirección menos frecuentada. Preparan pasos de baile, charlan, y se encuentran con otros grupos de chicos y chicas que vienen de las estaciones cercanas. A veces los muchachos de las pandillas del andén suben al tren y bajan tras una u dos estaciones. Se nota que son sus dominios, se comportan de manera altiva, muchas veces se estiran ocupando un par de asientos, hablan alto, cantan. Flamenquito, hip hop, reggaetón. Pronuncian con herencias calés, aunque sólo unos pocos son gitanos. Los hay de aquí, de allá y de distintos colores.

Algunos viajeros, inmediatamente, miran hacia abajo ante su presencia, como queriendo pasar desapercibidos. Hay quien mueve la cabeza con gesto de desaprobación o alivio cuando desaparecen. En estos cinco años no es que no les haya visto ocasionar ningún problema: es que no he presenciado que se dirijan a nadie de forma conflictiva o maleducada.

Son, en realidad, sólo una de las muy distintas representaciones humanas posibles de una zona con fuerte componente popular. Quizá una que puede empalmarse fácilmente con el hilo narrativo de los golfos y los representantes de la mala vida – gente de clase baja al margen del sistema productivo- de los que irremediablemente me acuerdo cuando veo hoy estigmatizar y establecer categorías morales sobre chicos y chicas de la periferia o de barrios de clase trabajadora.

En el contexto de la explosión capitalista de las ciudades europeas, durante el último tercio del siglo XIX y el primero del XX, se produjo un descomunal esfuerzo por la integración social con un reverso tenebroso: el de la creación de un discurso estigmatizador de los grupos sociales provenientes de las clases trabajadoras y los espacios en los que vivían, especialmente el de los grupos más díscolos. En el esfuerzo de creación de la nueva narrativa colaboraron escritores, periodistas, criminólogos, pedagogos y profesionales de la salud mental. Aparecen los golfos, la mala vida, los barrios negros, y toda una serie de frescos sociales dibujados de arriba abajo que vienen a resituar a las clases populares.

Foto del barrio de Peñuelas hacia 1900 | Archivo general de la Administración

Foto del barrio de Peñuelas hacia 1900 | Archivo general de la Administración

El nuevo discurso ponía en el punto de mira a hombres y mujeres que, sin ser considerados necesariamente delincuentes según el código penal, parecen llevar la semilla del delito con ellos, sobre todo si desarrollan su vida al margen del sistema productivo:

Son los criminales, las prostitutas, los mendigos, los golfos y perdidos de toda
especie, la gente que se ampara y reúne en esta clase, tipos heterogéneos y
proteiformes que, desprendidos por virtud de un proceso de degeneración
del organismo social, viven parasitariamente sobre éste, ya perseguidos como
enemigos, ya tolerados como comensales, ya en ciertas relaciones de mutualidad

(Bernaldo de Quirós y Llanas Aguilaniedo )

Uno de los grupos sobre los que, como hoy, cae el discurso criminalizador con más contundencia es la juventud improductiva y perteneciente a las clases trabajadoras. Aunque ahora nos parezca un término castellano de honda raigambre, golfo es un neologismo nacido en este contexto, el chaval habitante de la mala vida. Golfo aparece por primera vez en el diccionario de la RAE en la edición de 1914, definido como ‘‘pilluelo, vagabundo, embaucador’’, remitiendo a un origen probable en el vocablo golfín (ladrón que generalmente iba con otros en cuadrilla). La primera vez que se tiene noticia del uso del término es en un artículo de Pío Baroja, publicado en La Voz de Guipuzcua en 1897. Posteriormente, Baroja escribiría, en 1900, Patología del Golfo:

…microbio de la vida social; echa sus ideas y sus actos disolventes en el
organismo de la sociedad; si ésta tiene salud, fuerza y resistencia, el microbio no
prospera; donde la vitalidad está perdida, el microbio se descompone y sus
toxinas penetran hasta el corazón del cuerpo social. Peligrosidad social aparece: a veces peor considerada que la misma delincuencia en tanto en cuanto podía ‘‘deslizarse’’ por el tejido social, impregnándolo.

En su versión femenina la voz golfa, como ahora, siempre se escribe o dice con connotaciones sexuales y peyorativas.

La mala vida en Madrid. Estudio psico-sociológico con dibujos y fotograbados del natural

La mala vida en Madrid. Estudio psico-sociológico con dibujos y fotograbados del natural

Pero la figura del golfo y del golfillo pronto se tratará como una patología, con la inestimable ayuda de la psiquiatría. Hay en España dos obras cumbre, por su influencia, para la construcción del discurso del niño degenerado: Estudio médico-social del niño golfo de José Sanchís Banús y Los niños mentalmente anormales de Gonzalo Rodríguez Lafora. Sus pilares teóricos son el higienismo, con su inseparable carga moral, y el determinismo positivista lombrossiano. Unen los supuestos procesos de degeneración física y moral, creando el estigma en la imagen de las clases populares.

José Sanchis Banús, tras estudiar una serie de cincuenta niños golfos, llega a la conclusión de que hay un alto porcentaje de imbéciles, creando clasificaciones médicas como anormalidad y locura moral. Para llegar a estas conclusiones se basa en experiencias anteriores llevadas a cabo en Francia, estudiando las medidas antropométricas de estos niños (tales como el tamaño del cráneo) y estableciendo relaciones «científicas” con el delito. Esta patologización de los comportamientos irá planteando las posibles vías de la regeneración: cárcel, manicomio y correccional.

Una vez se hubo definido la patología no tardaron en emerger las instituciones. La Escuela Central de Reforma de Alcalá de Henares, fundada en 1901, fue la primera
institución oficial destinada en España a la reforma y corrección de los niños
delincuentes. Pronto aparecieron otras, públicas y privadas. Estos establecimientos se miran en colonias agrícolas que proliferaban en Estados Unidos y Francia, y en su seno muchos niños y niñas recluidas fueron estudiados por médicos y psiquiátricas, en su afán por poner en relación sus medidas con la idiocia y la degeneración. Al tiempo que se reafirmaba el discurso en gestación y se trataba de reintegrar a los jóvenes al mundo laboral, se reforzaba la noción jerarquizada de la sociedad y la sumisión de las clases menos dóciles.

Aparecieron, simultáneamente, los estudios sobre la llamada mala vida en el marco de la criminología. Esta ciencia fue ganando presencia en una sociedad urbana en la que el crimen se convierte en uno de los grandes temas de la cultura. Es el momento de los primeros crímenes mediáticos, como el Crimen de la calle Fuencarral, cuya cobertura hiciera Galdós.

En 1898 se publica La mala vita a Roma de Alfredo Niceforo y Scipio
Sighele. En 1901, siguiendo su estela, Constancio Bernaldo de Quirós y José María Llanas Aguilaniedo publicaron La mala vida en Madrid, un auténtico bestseller en la época. En 1912 el pedagogo Max-Bembo, pseudónimo de José Ruiz Rodríguez, publicaba La mala vida en Barcelona.

Grupos marginales como prostitutas, homosexuales, mendigos,
vagabundos, estafadores, golfos, gitanos, sanadores, echadoras de cartas y hechiceras, fueron el objeto de estudio y los portadores del estigma de la mala vida, en contraposición al buen ciudadano y al trabajador. En el campo femenino, la acusación moral se centró en colectivos como las prostitutas y las lesbianas, aunque se extendió la sospecha al resto de mujeres de los barrios bajos, lugar de donde procedían la gran mayoría de sujetos a estudio.

Las fotografías y los pies de foto que ilustraban estas obras buscaban trasladar a la opinión pública biempensante la postal del horror del ideario degeneracionista que estaban creando: cuatrero, prostituta, delincuente, mendigo alcoholista, descuidero, uranista, invertido, rufián homicida, son algunas de las leyendas con que se aderezaban las imágenes.

El empleo de la fotografía como canal de creación de una imagen acusadora que, como veremos, tendrá en la prensa un canal privilegiado, puede conectarse fácilmente con el uso que se hace hoy de la televisión a parecidos efectos.

La ciudad era para los criminólogos el espacio natural donde se desarrollaba la mala vida y los barrios eminentemente obreros el epicentro de la geografía urbana del mal, que amenazaba al resto del cuerpo social y a la ciudad burguesa. Los mismos barrios bajos con los que han vivido episodios más importantes de organización obrera en Madrid durante el siglo XIX, como los relacionados con las cigarreras de la fábrica de Embajadores. En La mala vida en Madrid se habla sobre todo de los distritos de Hospital, la Latina y la Inclusa, y de cómo sus habitantes –los malvivientes– se desplazaban por las noches, como una horda, hacia el centro de la ciudad.
Mirado desde el otro lado, los habitantes de los barrios de la mala vida (barrios negros, también se los denominó) se sentían seguros al abrigo de las redes de solidaridad y los lugares de reunión de su territorio, que tan peligroso se aparecía a la opinión pública.

La medicalización del discurso, con el higienismo como punta de lanza, se extiende a la concepción de los espacios. El higienismo predica una relación directa entre la salud y las condiciones del espacio urbano y, de acuerdo con las nuevas directrices de la medicina, que empieza a contemplar la prevención antes que la curación, se crean mapas de la ciudad que señalan los focos de infección. Se hace uso de la herramienta estadística, también en auge.

La topografía socio-médica más importante de la época para Madrid es la de Phillip Hauser, pero este tipo de estudios proliferaron para todas las ciudades. Una vez más, los focos miasmáticos aparecían ideológicamente vinculados con la constitución moral de la comunidad. En el texto de Hauser es frecuente leer, referido a las casas de vecindad, el término focos de infección, o prestar atención al alcoholismo y la prostitución como causas.

Literatos como Baroja también llevan el pensamiento de la degeneración y la regeneración social a las páginas de algunas de sus novelas más conocidas. Así, por ejemplo, en esa disección de la mala vida que es La lucha por la vida, acaba haciendo que su protagonista, Manuel, se sobreponga a su destino, volviendo a la senda de la ética burguesa. Sin embargo, el resto de golfillos compañeros de andanzas conocerán la degradación más profunda. Estos golfillos llevarán los ecos de Lombrosso, y las ideas biodeterministas a las que nos hemos referido al planeta de la alta prosa:

Su cráneo estrecho, su mandíbula fuerte, su morro, la mirada torva, le daban aspecto de brutalidad y animalidad repelentes

El periodismo contribuyó a la creación del estigma de las clases populares y de los barrios bajos con lo que algún autor ha llamado periodismo del cólera. Descripciones que abundan en grabados y fotografías, entre lo sensacionalista y lo etnográfico, convenientemente sostenidas por opiniones expertas. Curiosamente, estos periodistas parecen pasearse libremente por lugares que seguidamente describirán como parajes horrendos y tremendamente peligrosos. Un periodista de pretensiones científicas y prejuicio constante.

En prensa en 1924

En prensa en 1924

Estos reporteros, que se presentan disfrazados en los barrios bajos en un ejercicio de sensacionalismo simpar, son también la correa de transmisión de una pulsión paradójica que aqueja a la sociedad burguesa del momento. El nuevo espacio de transgresión en el que se ha convertido la calle se aparece simultáneamente como un lugar que genera miedo y atracción. De igual manera que las damas francesas, dicen las crónicas, escapaban a los arrabales parisinos al encuentro de las peligrosas bandas de Apaches, también la burguesía madrileña sentía curiosidad por el envés del relato creado alrededor de las clases bajas, y su forma de vida peligrosa, comunitaria y carnal.

Probablemente lo mismo que les repugnaba moralmente les atraía:

Viviendo y durmiendo en la promiscuidad, es maravilla que el adulterio y el incesto no sean más frecuentes de lo que son, con serlo mucho más de lo que se cree generalmente. Y duermen en la misma cama como comen en la misma mesa; hasta que una noche, el hombre, despertado en el orgasmo y en estado de semi-inconsciencia, se halla entre los brazos de su hija, de su hermana o de la mujer más próxima, sin sombra de matrimonio, o mezclados con amores homosexuales

(La mala vida en Madrid- Bernaldo de Quirós)

Sobre el Ensanche Sur (continuación de los tradicionales barrios bajos, en lo que hoy sería Arganzuela) publicaba una noticia La Iberia el 26 de Abril de 1860 titulada Los hampones de Madrid, en la que se podía leer:

En estas casas, sobre cuyas puertas se lee el rótulo “despacho de vino”, consentidas por las autoridades de Madrid para posadas nocturnas, los habituales huéspedes que las frecuentan son mendigos, tiradores, randas y gitanos. Es por lo común costumbre entre esta gente, al tiempo que acercarse a tomar el vino, el pago de alquiler de los niños pequeños que han empleado en calles y parajes públicos haciéndoles llorar. Una vez practicados estos vergonzosos contratos, se mezclan y confunden sin distinción de sexo ni edades, improvisando sus matrimonios con las desgraciadas compañeras que les tocan en suerte, o que se encuentran a su lado.

La prensa retrataba con frecuencia reyertas entre pandas juveniles, con piedras, cuchillas de zapatero y – ocasionalmente-, disparos, en las que los jóvenes eran retratados como bárbaros. Sin embargo, los episodios de violencia contra las mujeres, que abundaban en la época, apenas encontraban hueco en las páginas de sucesos.

A menudo, el clima de terror social que planeaba sobre los barrios bajos provocaba situaciones de pánico social totalmente infundadas. En 1870 se produjo la desaparición de una niña en calle Gorguera (actual Núñez de Arce), junto a la Puerta del Sol. Al día siguiente de publicarse la noticia un hombre fue arrastrado por una multitud en el barrio de Peñuelas, acusado de intentar secuestrar a una niña. Pronto una multitud, junto a la Alcaldía, afirmaba que un grupo de franceses había secuestrado a 23 niñas. Ante el pánico generalizado, las autoridades tuvieron que aclarar que eran todo bulos. El hecho es que algo que había ocurrido en el centro de la ciudad, automáticamente se había trasladado en el imaginario de los madrileños a los barrios bajos.

Hoy podemos encontrar los ecos de aquella criminalización socio-espacial sin movernos de las mismas calles. La zona de Lavapiés (antiguos barrios bajos, desde época incluso anterior a la que nos hemos referido) son una obsesión para Delegación de gobierno en Madrid y la policía. Se trata, también ahora, de un ámbito donde abundan las redes contestarías y los madrileños caracterizados como portadores de la semilla del peligro: los inmigrantes.

La presencia policial en Lavapiés es considerablemente superior a la de otros barrios del distrito Centro, con operativos policiales especiales y continuas redadas contra vecinos de origen extranjero, a pesar de que, según recuerdan con frecuencia asociaciones que operan en el barrio, las tasas de criminalidad no son superiores a las del resto de barrios de la ciudad. Lavapiés fue también el laboratorio de la video vigilancia en la ciudad.

Sin embargo, el estigma de la peligrosidad y la conducta asocial abunda especialmente en el extrarradio madrileño, no en la periurbanización de los PAUs para la clase media sino, sobre todo, en la vieja periferia industrial. En el periódico en el que trabajo, centrado en el barrio de Malasaña, algunos lectores tienen auténtica obsesión con las pintadas de las paredes. Entre los comentarios que dejan son frecuentes las alusiones a la gente del extrarradio ( concretamente de Móstoles, Fuenlabrada, etc.) que “vienen por las noches al centro a ensuciar sus calles ¡Que se queden en sus barrios!”.

Fotograma de Hermano Mayor

Fotograma de Hermano Mayor

Los periodistas nunca dejaron de entrar disfrazados en los barrios bajos, y las clases populares han seguido, hasta hoy, ofreciendo una imagen construida desde arriba, a medio camino entre la recriminación moral –del nini, el cani, el bakala, la choni o el quinqui– y la fascinación exótica. Tal fue el caso de la cultura quinqui en los ochenta. Numerosos delincuentes juveniles de la época fueron tratados como auténticas celebridades por la prensa, que vendía sus intimidades a la vez que moralizaba sobre sus actitudes sin tratar de explicar los motivos de su situación.

Sin embargo, la gran pantalla para la construcción de la imagen estigmatizada del pobre es posiblemente hoy la televisión, que ha cogido el relevo de aquella primitiva fotografía como arsenal para la construcción del discurso. Programas como Hermano mayor, que muestra a jóvenes de barrios populares como si fueran bestias entrando al redil tras la oportuna dosis de civilización, ayudan a fomentarla. Algo parecido sucede con un programa, cuyo nombre no recuerdo, en el que la policía nacional se movía por calles de ladrillo rojo y desgastado, inequívocamente populares, en busca de borrachines y pequeños delincuentes. Todos pobres, muchos migrantes y jóvenes. Curiosamente, algunas de las mayores peleas entre borrachos las he presenciado a la entrada de discotecas caras, pero nunca he podido verlo reflejado en este programa, como tampoco la detención de un criminal de traje y corbata. La cuestión ha salido últimamente a relucir a raíz del Chavs, la demonización de la clase obrera, de Owen Jones, que habla en su libro acerca de esta pornografía de la pobreza. El periodista Ignacio Pato, ha tratado extensamente el tema y extiende el prejuicio construido de arriba hacia abajo, incluso, a los grupos activistas:

Convertidos en carne de cañón de un sistema que los utiliza para obtener un beneficio del que nunca serán partícipes, toda una generación de jóvenes trabajadoras y trabajadores sin contrato, con contrato por horas o en paro. es todavía asaeteada con llamadas a su “politización” forzosa. Acusados de desmovilización, desmotivación y un estilo de vida consumista tan lejos del modelo del esfuerzo capitalista como de la presunta (y oxidada) ética de la militancia izquierdista, son, en el mejor de los casos, ignorados como actores políticos. ¿Y si el 15M hubiera estado formado mayoritariamente por estas chicas y chicos?

Hoy, probablemente, los mecanismos de preeminencia social hacia las clases medias y altas en los sistemas educativos, punitivos o médicos están tan asentados que nos es complicado desgranarlos como hemos tratado de hacer con el tránsito del XIX al XX. Sin perder de vista ejemplos clásicos de reclusión como los CIEs o los centros de menores, a menudo son más sutiles y están más zurcidos a nuestros propios esquemas culturales también, mecanismos como la telerealidad, que nos sigue enseñando la idiocia de los malvivientes en versiones mejoradas de periodismo del cólera. Los grupos segregados en sus barrios segregados sirven a los efectos de servir de contrapunto a esa versión que vino a pisar a la vieja ética burguesa: la ideología de la clase media, apuntalando, como siempre, la dominación a través de la culpabilización moral de las pandillas del andén.

BIBLIOGRAFÍA

Albarrán, F. V. (2012). Barrios pobres, calles malas: imágenes y delitos en la configuración del espacio madrileño a finales del siglo XIX. En No es país para jovenes (p. 71). Instituto Valentín Foronda. Recuperado a partir de http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4721251.pdf

Albarrán, F. V. (2014). Barrios Negros, Barrios Pintorescos. Realidad e imaginario social del submundo madrileño (1860-1930). Hispania Nova: Revista de historia contemporánea, (12), 2–30.
Bernaldo de Quirós, C. (1997). La mala vida en Madrid: estudio psicosociológico con dibujos y fotografías del natural. Huesca; Zaragoza: Instituto de Estudios Altoaragoneses; Egido Editorial.

Campos, R. (2009). La clasificación de lo difuso: el concepto de «mala vida» en la literatura criminológica de cambio de siglo. Journal of Spanish Cultural Studies, 10(4), 399–422.

Cañedo Rodríguez, M. (2012). La ciudad medicalizada: epidemias, doctores y barrios bajos en el Madrid moderno. Journal of Spanish Cultural Studies, 13(4), 372–407.

Clasismo Shore | Periódico Diagonal. (s. f.). Recuperado 15 de julio de 2015, a partir de https://www.diagonalperiodico.net/culturas/23240-clasismo-shore.html

Huertas García-Alejo, R., & others. (1998). Niños degenerados: medicina mental y« regeneracionismo» en la España del cambio de siglo. Dynamis: Acta hispanica ad medicinae scientiarumque historiam illustrandam, (18), 157–180.

Huertas, R. (2009). LOS NIÑOS DE LA «MALA VIDA»: LA PATOLOGÍA DEL «GOLFO» EN LA ESPAÑA DE ENTRESIGLOS. Journal of Spanish Cultural Studies, 10(4), 423–440.
Jones, O. P., & Jauregui, Í. (2012). Chavs: La demonización de la clase obrera. Capitán Swing.

22 thoughts on “Golfos, malvivientes y pandillas del andén.

  1. @eltransito Muy bueno. Probablemente hay mas ladrones en las clases altas que en los colectivos estigmatizados. Yo paso casi todos los días entre pandillas de los andenes, porque cojo mucho el tren y porque vivo tan cerca de la estación que sin cojerlo paso por ahí casi cada vez que salgo, y entre descaro y descaro, tampoco he visto jamás que molesten a nadie. A los que sí he visto con actitudes chulescas e intimidatorias han sido a los de siempre, parace que vienen contra la sana costumbre de colarse en los trenes y de fumarse algún porrillo. Una de las personas de esas pandillas es vecina mía, con dieciocho años es la que lleva las cuentas del piso y la que va a las reuniones, es mucho más responsable que los lamentables de sus padres.

  2. @eltransito me llaman la atención dos cosas en este interesante y cultísimo post. La primera que no distingas ni los cambios de situación económico-social ni la diferencia entre el que es clase trabajadora y el que no. La segunda los brillos de esperanza hacia la generación obrera que ahora tiene 18 y el deseo de que lleguen a hacer «su 15M».

    Sobre la primera: ahí tengo que dar la razón al marxismo: el concepto «popular» que agrupa en un barrio al tendero, al trabajador y a la familia mafiosa que chantajea a los vecinos, no creo que valga. No por una cuestión moral, sino porque sobre su base no voy a poder explicar lo que pasa en el barrio. Por otro lado, no es la misma esa divisoria entre lo trabajador y el lumpen  en periodos de crecimiento económico, esperanzas de cambio, organizaciones sociales, etc. que en un periodo de crisis y descomposición. Del mismo modo que no es lo mismo lo «perdonable» a un chaval por los vecinos. Y no es lo mismo ser hijo de un parado larga duración que la tercera o cuarta generación de una familia sin una experiencia laboral.

    Sobre la segunda: la generación que viene va a ser muy interesante, mucho. Sobre todo si la comparamos con la celebración de la impotencia y el egocentrismo de los valores de la pequeña burguesía intelectual quincemista.

    Resumiendo: es un post maravilloso y es un placer leerlo y aprender contigo como siempre, pero no sé si eso de «lo popular» no va a ser un poco trampa y mirada externa también ;-)

  3. @david Empiezo por lo popular. Es un poco herencia de mis lecturas de historia social sobre la España –y sobre todo, en mi caso- el Madrid moderno. Existe un sujeto que en ocasiones se llama “pueblo bajo” o “clases populares”, ambas caracterizaciones hechas desde arriba que no me son del todo satisfactorias. Aunque no cabía aquí ni tenía mucho lugar hablar de ello, el relato segregador que relato, y que corre paralelo a la explosión de la ciudad como gran urbe capitalista (en cuanto a dimensiones y tipología), viene a asentarse sobre otro relato de este sustrato popular (jornaleros, excluidos, pequeños artesanos, pequeño comercio…) precapitalista y también estigmatizador. Como Madrid no es Barcelona su clase trabajadora también se parece por mucho tiempo más a esa tipo heredado que la de Barcelona. Creo que a las alturas del tránsito del XIX al XX sí se puede hablar ya sin problemas de clase obrera, aunque aquí el motor fuera la construcción antes que el vapor. También creo que hay ahí una cultura bastante compartida, con todos los matices que se quiera. Admito crítica por mezclar conceptos, habría definir mejor lo que es la cultura obrera-¿popular? ¿no? a la manera de E.P Thomson para Inglatera… (sigue)

  4. @david Sucede que voy publicando de tanto en tanto posts en el blog que obedecen a un esquema que tengo en la cabeza que debería acabar por ser un librito un tanto bizarro y caprichoso temáticamente, cuyo fin es la descripción sociopolítica de Madrid, apoyándome mucho en el pasado, la reivindicación de la memoria como pincel de frescos contra hegemónicos y la emergencia de cierto sindicalismo social con la crisis situado sobre el dibujo anterior.Los posts mientras quedan con flecos y asuntos que se explicarán en otros lugares… espero ser capaz de darle una forma coherente, ya veremos.

    En cuanto a lo que dices de no es igual un chaval que…es verdad, pr sí es parecido dentro del relato hegemónico construido desde arriba. Ese sí que homogeniza. Luego hay una pléyade de matices y de relatos cruzados por debajo que son precisamente los que faltaría por reconstruir y a los que nunca se ha atendido.

    Sobre lo de que lleguen a hacer su 15M, bueno es cita del artículo que enlazo, me interesaba el párrafo porque parte del post nace en mi cabeza leyendo ese artículo y porque incluye la dimensión crítica dentro de esferas activistas de izquierdas que, histórica y actualmente, han participado de la construcción del relato hegemónico sobre “lo popular”. Personalmente no me interesa tanto que hagan “su propio 15M” como estar atento a, como dices, ver lo que sucede…

    El próximo post se va a llamar “barrionalismo”, así que seguro que surgen ahí nuevas discrepancias enriquecedora

  5. @eltransito la verdad es que estos post tuyos son una joya. Solo que me daba algún guiño a esa glorificación del lumpen que siempre me separó del anarquismo intelectual y que no dejó oportunidad a la izquierda de entender por qué se le iban los trabajadores de esos barrios del voto PCF al FN, del PSC a la ultra derecha sin pasar por el centro. Creo que esa identidad de barrio se construye en una confrontación no solo con «los de arriba» sino con el lúmpen entendido al mismo tiempo como un abismo y (en menor medida) como un enemigo que «pretende llevarse a sus hijos» o «quitarnos la calle». Cuando llega la descomposición eso se acentúa y sin entenderlo es díficil enfrentarse a la descomposición de un modo que no acabe engordando a los excluyentes.

  6. @david @eltransito Estoy muy lejos de entender a la perfección a la generación que ahora tienen 18, pero por lo que he observado y pensado creo que hay atisbos de rebelión contra la sociedad del control, de una manera inteligente y poco fagocitable por el sistema. Ya nacieron en ella y no conocen otra cosa, por lo que parten de una posición muy ventajosa para hackearla. Creo que tomar como sus dominios un sistema considerado "de comunicaciones" como el ferroviario, entrando y saliendo sin pagar cual Neo en Matrix, es parte de ese hackeo. He visto a gente de menos de 14 que deben de conocerse el sistema de controles del tren a la perfección, haciendo viajes de 30 km en horario escolar por rutina. Mientras la generacion treintañera crecio acomodada y con un discurso paternal de "tu no trabajes, estudia", "un contrato fijo es el objetivo en la vida", y al llegar la crisis empezó a ver sus comodiad amenaza (y el 15M, con lo que tenía de rescatable, en el fondo era querer volver a la burbuja), en la generacion de los que tienen ahora menos de 20 cada vez hay menos gente que ha crecido acomodada, crecieron con la crisis ya puesta, con internet, pero tambien con una descomposición que para un adolescente debe ser de lo más obvio… y les gusta hackear a su manera y por diversión. También están en ambas generaciones los que siguen medio acomodados haciendo equilibros en la cuerda floja, que son la cantera de los monstruos que también -por desgracia- está trayendo la descomposición.

  7. @gustavo @david @eltransito Precisamente hoy se ha liberado en internet un trabajo de un amigo investigador al que respeto mucho, y que ha hecho mucho trabajo de campo con los chavales. Todavía no lo he podido leer.

    "Ya nada será lo mismo. Los efectos del cambio tecnológico en la política, los partidos y el activismo juvenil"

    Tras el trabajo exploratorio de Jóvenes, Internet y Política (FAD, 2014), esta publicación profundiza en las relaciones que se producen entre las tres variables. El objetivo es explorar hasta qué punto la irrupción de Internet en la realidad cotidiana de los jóvenes, en sus formas de relacionarse y actuar, ha generado formas nuevas de entender la política y de participar en ella.

    Para ello se analizan las “organizaciones políticas convencionales” y el espectro plural de “organizaciones políticas no convencionales” o de nuevo cuño; se profundiza en estudios de caso sobre “procesos híbridos” a caballo entre unas y otras, y se abordan prácticas más amplias que tienen espacio en la red (como los memes o procesos de economía colaborativa).
     
    http://adolescenciayjuventud.org/es/publicaciones/monografias-y-estudios/item/ya-nada-sera-lo-mismo

  8. @david @eltransito  Hombre, @antonio, leyendo el prólogo analizan tres aréas jueveniles (Ciudadanos, Partido X y Podemos) cuyos miembros tienen más de treinta y de treintacuarenta y pico… de la generación de menos de 20 creo que hay poco escrito, aunque lo que haya lo leería con sumo escepticismo. Recuerdo cuando yo era adolescente, que la literatura "cientifica" sobre adolescentes de la epoca, por muy bien intencionada que fuera, la percibia como si estuvieran hablando de marcianos… creo que son las voces de los interesados a las que hay que prestar más atención ;)

  9. @david @eltransito Rematando el Arquilla & Ronfeldt del menú de la casa, doy con una nota al pie, que habla de algo similar en el contexto milenarista medieval:

    «In the Middle Ages, the people for whom revolutionary Chiliasm had most appeal were neither peasants firmly integrated in the village and manor nor artisans firmly integrated in their guilds. The lot of such people might at times be one of poverty and oppression, and at other times be one of relative prosperity and independence; they might revolt or they might accept the situation; but they were not, on the whole, prone to follow some inspired propheta in a hectic pursuit of the Millennium…. Revolutionary Chiliasm drew its strength from the surplus population living on the margin of society—peasants without land or with too little land even for subsistence; journeymen and unskilled workers living under the continuous threat of unemployment; beggars and vagabonds …. These people lacked the material and emotional support afforded by traditional social groups; their kinship-groups had disintegrated and they were not effectively organized in village communities or in guilds; for them there existed no regular, institutionalized methods of voicing their grievances or pressing their claims. Instead, they waited for a propheta to bind them together in a group of their own—which would then emerge as a movement of a peculiar kind, driven on by a wild enthusiasm born of desperation.» (Norman Cohn, apud Arquilla y Ronfeldt)

  10. @david Fue un hallazgo serendípico, mientras leía el volumen sobre netwar.

    Con los rasgos de los actores network/netwar en mente, pensé ese perfil de pululante desarraigado medieval, en versión updated, como un potente desestabilizador, erosionador cuando menos, para la estructura de una red (y peligroso, lo puede mover el interés mezquino, pero tb la rabia, el rencor o el odio: carece de raíces, de principios, de certezas por las que luchar en tal bando y no en cual otro).

    Esa "surplus population living on the margin of society" (margen flexible: estrecho a las maduras, pero amplio y fagocitante de la capa de población adyacente en tiempos duros), me recordó la capacidad del grupo de pululantes que pueden aglutinar temporalmente los flautistas de Hamelin habilidosos en el manejo de la propaganda (los grupos que usan a modo de hordas con las que arrasar oponentes para disfrazar luego imposiciones, latrocinios o matanzas como victorias del barrio, el pueblo o la humanidad).

    ¿Qué más fácil de arrastrar que lo que no ha echado raíces? ¿Quiénes más de hechizar que quienes no han podido/sabido/querido comprometer su esfuerzo y su lealtad –afianzar la necesidad de sus propias existencias– con pares a quienes hayan elegido libremente?

    PS. Puede ser @eljuanto un _typo_ de @eltransito

  11. @exetio @eltransito jejje si, perdón, estaba escribiendo desde el móvil y estábamos viajando… hay que darle una vuelta a esta idea tuya de un nuevo «lumpen opulento», la evolución descompuesta de esas clases pequeño-rentistas que quedaron descolgadas con la crisis… me parece potentísima pero intuyo dificultades también… démosle vuelta, no abandonemos el tema.

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