Transitados desmemoriados.

Hace pocos días tuve (tuvimos algunos) una discusión con un muy buen amigo. Uno de mis mejores amigos. Él es una persona de derechas y en un momento de conversación política el tono de discusión subió, animado sin duda por el alcohol. Decía este buen amigo que nuestra opinión estaba sesgada y que no se podía votar en función de lo ocurrido hace casi setenta años. Argumentaba, alentado por la muy comprensible llamada biográfica de la sangre, que todos tenemos familiares enterrados, que esto no es exclusividad del bando «rojo», a lo que recuerdo haberle contestado, no menos exaltado lo reconozco, que la diferencia estriba de una parte en que unos muertos recibieron medallas(triste consuelo desde luego) y otros siguen olvidados en cunetas a varios metros bajo tierra, y en los cuarenta años de represión que siguieron a la guerra de otra. No obstante, y pese a que no conviene olvidar lo ocurrido ni los conceptos de justicia moral y material, mi voto(o no voto) no es acción del rencor, sino un hecho combativo en la actualidad

La restauración de la memoria histórica es un concepto muy repetido últimamente. Se hacen documentales, se escriben libros y se desentierran muertos para darles una sepultura digna. Me contaba una amiga que pasa una quincena excavando una fosa común republicana en Burgos como un hombre le abrazaba emocionado después de desenterrar el cuerpo de un fusilado gritando que era su padre. Creyó reconocerle por los zapatos, cuando probablemente el calzado del cadaver era el de cualquier persona común de la época, pero aquel hombre tenía una gran necesidad simbólica de recuperar la memoria hurtada. Este país (mucha gente de este país) ha sufrido cuarenta años de represión, de desapariciones, torturas y humillaciones, y cuando llegó la sacrosanta Transición unos cuantos decidieron «que aquí no había pasado nada». No hubo responsabilidades políticas(cómo había de haberlas si fueron los representantes del régimen quienes dirigieron el cotarro), ni judiciales, no se investigaron las fortunas hechas durante la dictadura, y sobre todo se abandonó (hasta ahora) a su suerte la rehabilitación de la memoria tantos años pisoteada: en cárceles, en el exilio y en las mismas aulas que han hecho a tantas generaciones de españoles grises, miedosos y culpabilizados. Es posible que haya que explicar a algunos, imbuidos de la propaganda sobre la transición, que estos son procesos que se han llevado a cabo en la mayoría de los países que han salido de una dictadura, que no es ninguna petición fruto del radicalismo rencoroso, sino más bien del transcurrir normal de la justicia.

La educación, primero del Régimen y luego de una democracia heredada directamente del yugo y de las flechas, ha extendido la verdad de que aquí hubo una guerra en la que todos fueron igualmente culpables y que después llegó la paz. Y no es cierto, aquí hubo unos golpistas y unos defensores de la legalidad establecida en las urnas, y aquí no llegó la paz, llegó la victoria, una victoria aniquiladora de vidas y esperanzas durante muchos años(más incluso de los transcurridos hasta la muerte del dictador: que se lo pregunten a las 83 personas muertas durante la Transición). Para mi no es igual tampoco, lo siento, y por más que la guerra siempre produzca monstruosidades, la lucha en nombre de la igualdad y de la libertad, que en nombre de la espiritualidad de la Patria y de Dios. Tampoco es cierto aquello de que «los otros hubieran hecho lo mismo» que se establece como respuesta automática y tópico instalado.¿Acaso se dio semejante represión tras la guerra civil norteamericana? ¿Debemos olvidar que en muchos países de Europa hubo dos bandos, afectos y desafectos, durante la Segunda guerra Mundial y no se produjo una represión de tal magnitud a su conclusión? Puedo admitir que la Historia siempre la escriben los vencedores pero no que los vencedores son siempre igualmente justos y piadosos.

Y llegamos al punto en el que trato de explicar que mi beligerancia hacia el Partido Popular( no crean que no lo es también hacia el PSOE como gran traidor de la Izquierda) no lo es tal por el rencor sino en función de constatar que , como aquellos, estos son también unos fachas, en función de sus reformas laborales y educativas, de su negativa, de nuevo de la mano de las casullas, hacia la investigación con células madre…En definitiva, en función de lo que yo entiendo sigue siendo lucha de clases. Reivindico la recuperación de la memoria como acto de justicia y como puntal para entender porqué los diputados del Partido Popular se negaron hasta el 20 de Noviembre de 2.002 a condenar en el Parlamento el golpe de Estado del 18 de Julio, porqué esos hombres de aristocráticos apellidos del Movimiento permanecieron callados (nada desmemoriados ellos) mientras el resto de fuerzas políticas aplaudía a un grupo de ancianos que se abrazaban invitados a la sesión el 16 de Mayo de 2.001, día que (algo tarde ¿verdad?), el Congreso aprobó una serie de medidas para restituir la memoria de los guerrilleros españoles contra el fascismo, los llamados «maquis», como cuenta Labordeta en «Banderas Rotas». Porque la Historia es un continuo al que hay que mirar para tratar de entender dónde tenemos parados los pies.

La conversación que he narrado al principio, una simple anécdota que ha desencadenado estas reflexiones, transcurrió entre copas en el monte, en la Sierra de Guadarrama muy cerca del valle de los Caídos. Este faraónico mausoleo es espectacular en su arquitectura y en su integración con el paisaje, he de reconocer que bajo una consideración meramente artística me gusta vaya. Sin embargo muy superior a sus valores materiales sería la belleza del momento de verlo saltar por los aires, la estética del simbolismo de rehabilitar la memoria de los miles y miles de vencidos que metafórica y físicamente encarnaron a aquellos prisioneros que lo levantaron como afirmación de que aquí no hubo paz sino victoria. Sería una bonita llama de la memoria.