Eran los tiempos del todo es ETA, de Mayor Oreja y el juez Garzón extendiendo a través de los poderes del Estado la doctrina de la contaminación, que llevó a que la lucha contra la banda armada convirtiera la atmósfera de este país en veneno. Cualquier matización, intento de poner contexto al conflicto o, simplemente, querer romper el siniestro pacto social por el que cualquier conversación tenía que comenzar con una condena, te convertía en entorno, en terrorista.
Muchos fueron los que en Euskadi lo vivieron de forma catastrófica para sus vidas, aquí solo nos trajo mal sabor de boca y la constatación de que una consigna puede calar a través de los medios de comunicación, y lo que en aquella época llamábamos pensamiento único, en los poros de la cotidianidad hasta convertirse en la realidad misma.
Este tipo de mecanismos de aprendizaje colectivo trascienden a su momento histórico, quedan prendidos en las personas y son transmitidos por ellas de nuevo. Por eso, ver estos días la exigencia furibunda de condena pública de los asesinatos sobre población civil israelí por parte de Hamás hace recordar aquellos malos tiempos.
Un automatismo siniestro que sigue vigente después de que Israel lleve ya varios días bombardeando población civil y pasándose por el forro de sus pantalones militares la legalidad internacional. La Unión Europea comienza sus deseos de que no se vulneren las leyes de la guerra con una firme condena al terrible ataque de Hamas contra población civil. Deseos de que no suceda algo que ya sucede por un lado, condena firme por el otro. Es solo un ejemplo de lo que estamos viviendo.
Como entonces, una condena a todas las violencias confluyentes no vale, por más que vaya seguida de largas explicaciones. No. Una condena que no sea en los términos exigidos por el sistema equivale a una declaración de culpabilidad. Y los términos exigidos se agotan en la palabra condenamos, cauterizada con un punto final.
Por esto mismo, por la exigencia a una rendición anticipada, no vamos a seguir repitiendo la frase “condenamos el terrorismo de Hamás” antes de cada frase: porque es la manera de zanjar el asunto de la misma forma cruenta e ineficaz que llevamos utilizando los últimos 75 años. Pero, si quieres, hablamos.