Es bien sabido que la memoria de los peces da para suspiro y medio, y tal parece últimamente también la de la ciudadanía. Ya nadie se acuerda da la guerra ¡y eso que no ha terminado! Nadie se acuerda de los motivos que nos llevaron a una huelga general hace pocas fechas; se ha olvidado la muerte de José Couso, excepto un puñado de compañeros que siguen en pie de guerra; los escándalos del PP apenas son nombrados (GESCARTERA, los que afectan a Rato, del AVE de Lleida…). Nuestra indignación es sólo un “flash” y nuestro perdón bíblico.
Nos convertimos a pasos forzados en pececillos que miran al interior de la pecera televisiva con ojos de besugo. Nos ofrecen, con la mayor de las conciencias, formatos predigeridos y hasta vomitados que no nos permiten mayor participación y esfuerzo que la del eructo indolente a lo Homer Simpson. He notado que, por la falta de costumbre sin duda, me cuesta más sentarme a ver una buena película o programa que requiera un ápice de mi atención. Esta es la vía para convertirnos en hombrecillos inertes, alienados por el opio catódico. Y sin memoria para que no se lo reprochemos.