A la guerra (social) por la palabra

“Cuando los hombres acuden a las armas, la retórica ha terminado su misión. Porque ya no se trata de convencer, sino de vencer y abatir al adversario. Y lo característico de la retórica guerrera consiste en ser ella la misma para los dos beligerantes, como si ambos comulgasen en las mismas razones y hubiesen llegado a un previo acuerdo sobre las mismas verdades. De aquí deducía mi maestro la irracionalidad de la guerra, por un lado, y de la retórica, por otro”.

Lo decía Machado por boca de su Juan de Mairena, y años después de la Guerra Civil sigue siendo así: se trata de abatir al adversario, y el clima prebélico que rezuma la retórica ramplona en los medios se extiende como una mancha de aceite en la sociedad.

Estamos en decidir si la Palin tiene culpa alguna en la matanza de Tucson por azuzar a la gente contra sus adversarios políticos (la retórica tiene ahora también la forma de puntos de mira en la web, sin novedad en el frente, lo que antes era cartelería son ahora bits coloridos). Y claro que la tiene, no ella en exclusiva por supuesto, sino todos los que tienen altavoz y lo usan para embarrar nuestra convivencia con soflamas.

Lo cuenta el comisario de Tucson:

“Cuando se ven personas desequilibradas, cómo responden a la virulencia con que hablan determinadas personas acerca de destruir al gobierno, la furia, el odio y el fanatismo en este país están alcanzando un nivel horroroso. Y lamentablemente creo que Arizona se ha convertido en la capital. Nos hemos convertido en la meca del prejuicio y la intolerancia”

Antes de que el clima sea tal que la palabra deje de importar ¿no deberíamos dejar de usar una retórica simplona de combate? Claro que sin duda los formatos imperantes ayudan a ello.