Madrid.

Para algunas gentes es un deporte nacional el odio al madrileño. Yo vivo aquí y a fe que en algunas ocasiones lo comprendo, no pocas veces también me apetece escupir el Madrid de las banderas gigantes, el de los negocios y la gomina, el Madrid de señoritos en confesión y el del engreimiento del “de Madrid al cielo”. Sin embargo ese no es el único Madrid que conozco y hay otras muchas ciudades en esta en las que si me siento a gusto (y que son tan Madrid como las otras). Hablo de los “Madriles” de la gente del pueblo (será que aquí no hay barrios obreros a lo mejor…), de los peleones de Tirso de Molina, de los chavales del parque de mi barrio que empiezan a escuchar los grupos que yo escuché hace mucho, de la ciudad que sigue riendo por las noches(cada vez nos dejan menos nuestros mayores y políticos)…

Una ciudad la forman sus gentes y en una con tantos millones de habitantes caben muchas ciudades, sólo hay que saber buscarlas, y no quedarse en la tramoya de la Castellana un día de partido. La identidad construida a base de cruce de caminos es tan enriquecedora como la que más, una cultura en continuo movimiento es una cultura viva, y que nadie entienda esto como un ataque al resto de identidades, que aunque esto venga de un madrileño no tiene ninguna vocación de preeminencia.