A veces uno perdiendo el tiempo por internet llega a rincones fascinantes. Eso me ha ocurrido hace un rato, que he llegado de rebote en rebote al blog de Barrejón. Os dejo con este magnífico post «prestado» (sin permiso).
Hace ya unos cuantos años, un concejal madrileño de siniestro apellido, ordenó retirar los bancos de una céntrica y populosa plaza. ¿La razón? Supuestamente, que eran refugio de indigentes y yonquis. ¿La verdadera razón? El concejal era dueño de un bar con terraza en ese lugar. Retirando los bancos de la plaza, conseguía que el único lugar donde sentarse fuese su negocio.
Si pasan ustedes por allí, ahora verán bancos. Muchos bancos.
Hace menos tiempo, un juez con ínfulas de estrella y canas prematuras de inspiración felipista, prohibió un diario de Euskadi argumentando que formaba parte de un entramado terrorista. Poco después, se llegó a prohibir un partido político con cientos de miles de votos y una considerable representación parlamentaria. ¿La razón? Que colaboraba con el terrorismo. ¿La verdadera razón? Que era un estorbo, porque robaba votos a los partidos legítimos.
Si pasan ustedes por allí, verán que los ideólogos de ese partido vuelven a contar con representación parlamentaria. El doble que entonces.Dentro de poco, el equivocado afán de unos políticos de medio pelo, aupados al poder con más pena que gloria, deparará prohibiciones y censuras al software de intercambio interpersonal de archivos (P2P). Emule, Kazaa, BitTorrent y otros están en el punto de mira.
¿La razón? Que amparan y promueven la piratería.
¿La verdadera razón? Que permiten la libre circulación de expresiones e ideas.
Es natural que los grupos mediáticos multinacionales vean en ello una amenaza. No para sus beneficios, sino para su propia razón de ser. Una gran discográfica no pretende ya vender muchos discos. Lo que quiere es controlar a los individuos. Manejar su forma de pensar, de vestir y de hablar. No es muy distinto de una franquicia de cafeterías o una marca de ropa deportiva. Sus diferencias quedan tamizadas por la similitud de su gigantismo.
Cuando alcanzan determinado tamaño, las corporaciones se convierten en sectas. No quieren tu dinero, quieren tu alma.En su mezquindad, los directivos de las multinacionales no se permiten pensar que el verdadero terror lo generan siempre los carceleros, no los individuos presos. Desde el piso 56 de un rascacielos es imposible apreciar algo tan obvio como que la libertad de pensamiento es una fuerza constante, necesaria e irrefrenable. Pero la moqueta de los suelos, la caoba de las mesas y el mármol de los aseos achicharran los cerebros, no me pregunten por qué.
Ayudados por los políticos –que acostumbran no ya a vender, sino a arrendar sus almas-, se empecinan en prohibir los medios de expresión de los individuos libres.
Si dedicasen un minuto a echar la vista atrás, el recuerdo de Matanzos y Garzones les podría disuadir. Pero llevan demasiados años sin sentarse a conversar en ninguna plaza de ningún pueblo. Ya no recuerdan cómo se hacía eso de pensar.
Gran blog, gracias por el descubrimiento.