Me envía mi buen amigo Antonio un artículo escrito (y muy bien escrito) por Bárbara, una amiga suya y espero que a partir de ahora de todos nosotros (¡toma ya lo pastoral que ha quedado esto!) Nos viene muy bien además para recordar a todos los madrileños que hay una concentración mañana viernes en contra de las agresiones fascistas.

Blasfemia vs. Libertad de expresión

Yo sí he ido a ver la obra. La acusan de blasfema. El tribunal universal de
la intolerancia, la sinrazón y el peterpanismo mental ha dictado sentencia.
O estas con Dios o eres un maldito provocador blasfemo, un asqueroso leño
de madera que solo merece dar color a una hoguera. No solo eres un hereje
sino que es probable que no te gusten los BigMac… En fin, el amor al
prójimo consiste en poner bombas en los teatros independientes. Si por lo
menos las bombas fueran dirigidas a las representaciones de musicales
remasterizados… Pero no, las bombas siempre se dirigen hacia el
librepensamiento. Y es que el librepensamiento duele. Deja cicatrices. Te
dice que hay que pensar y no vagar con las ideas
fijas. Que la vida hay que pensarla y no digerirla en botes de papilla
comercializados por el corte inglés. Perdón EL CORTE INGLÉS.

Pero hablemos de Blasfemia:

¿Es blasfemia decir de alguien que no existe? ¿O que el libro que le han
escrito, no te gusta? ¿Eso es blasfemia? Vamos a verlo: Blasfemia es (según
www.rae.es) “injuriar a dios” (perdón: Dios) e Injuriar es: “decir algo
contra la razón y la justicia” ¿Cómo puede atentarse contra la razón y la
justicia decir que Dios no existe?

Como no quiero herir susceptibilidades (soy terriblemente cobarde) voy a
utilizar a otro personaje: el ratoncito Pérez, por ejemplo.

¿Atenta contra vuestra cordura oír que el Ratoncito Pérez no existe?
Probemos de otra forma: “El Ratón Pérez existe”… ¿Os afecta? ¿Estáis más
locos? Esta es la demostración empírica de lo poco que me importa el ratón.
Pero y ¿qué pasaría si ahora alguien me intenta matar: por eso, por decir
que el Ratón no existe? Bueno, pues ahora si me empieza a importar oír a
alguien decir que el Ratón Pérez existe, ahora sí.

¿Y si pinto a Pérez quemando vivos a sus semejantes? ¿Y si por hacerlo
empiezan revueltas a nivel internacional con gente coreando mi nombre y
exigiendo mi cabeza? ¿Y si por este motivo se empieza a cuestionar el buen
o mal gusto de mi dibujo?

¿Por qué el que cree que el Ratón Pérez existe puede gritarlo, ocupar
calles, construir edificios, pagar gobiernos, matar herejes y mi opinión no
puede decirse en voz alta, ni hacer un dibujo?

¿Por qué mi opinión tiene menos libertad de expresión que la otra?

Pero además: ¿la fe no es un don? Deberían estar agradecidos ¿te imaginas a
la Caballé degollando a la gente en la ducha por tener mala voz?

Tendríamos más derechos si nos constituyésemos en iglesia ateologista con
tugurios donde poder gritar nuestras pedorretas:

¡El Ratón Pérez ni existe, ni existirá, tralalá tralalá!

¡Ni lo ves ni lo verás, tralalá tralalá!

PD: El viernes 10 de marzo a las nueve de la noche en el Alfil hay una
concentración contra las agresiones que ha recibido Leo Bassi. Espero no
tener que morir por “defender su derecho a decirlo” (un par de tortas sí,
pero que no deje marcas)