Siempre consideré que la principal razón para utilizar licencias libres es ideológica. Aclaro: hablo de la principal razón que me mueve. A mi. Entiendo que existen otras razones absolútamente reales que tienen que ver con la eficiciencia en la sociedad postindustrial, de la información o como queramos llamar a este mundo que se debate entre morir y nacer. Estas últimas son el caballo de troya que las introdujo en las escuelas de negocios y en los blogs de gurureo encorbatado: el software libre es su caso de éxito y construyen una nueva filosofía empresarial sobre lo libre que entronca teóricamente con presupuestos liberales. Bienvenidas sean estas razones, muy reales como digo, que sencillamente no son las mías principales.
Mis razones, que tienen que ver con lo común, tienen en el fondo también aspiraciones de practicidad: uno cree que hacer un mundo mejor pasa por ensanchar todo lo posible la franja del procomún. Facilitar la circulación del conocimiento, democratizar lo mimbres de la producción y asumir que la remezcla es el alma misma de la creatividad humana.
Entiendo que hay una diferencia importante entre esta visión de y la visión “oportunista” de la ideología de empresa. En el primero de los casos lo libre es un fin en si mismo, en el segundo una herramienta. En el primero de los casos -por eso lo señalaba como ideológico- la aspiración no debería ceder nunca, en el segundo, su conveniencia depende exclusivamente del contexto.
Luego están las licencias. Paradójicamente con estas suele suceder al revés en cierto modo. Las licencias son una herramienta, un pequeño documento de declaración legal que pretende tender puentes entre una realidad legislativa nacida del siglo XIX y el siglo XXI por llegar . Pero sucede a menudo que muchos de los portadores de licencias Creative Commons y similares las entienden como un fin, y escudriñan los términos del contrato desconfiados para lanzar su ira contra aquel que, a veces pícaro a veces poco ducho, vulnera el contrato. Cabe preguntarles ¿Queréis que vuestra idea vuele? ¿queréis ser realmente útiles? Seguramente el hecho de que casi el 70% de las obras licenciadas con CC no serían consideradas libres si estuviéramos hablando de software (por no permitir el uso comercial) dice algo al respecto.
Puedo entender -me parece bien, de hecho- que la gente quiera ganar dinero con aquello que le ha llevado trabajo (cosa que no es incompatible con dotar de alas a tus creaciones, por cierto) pero me cuesta entender que prefiera ganar dinero a crear (remezclar) ideas. Me cuesta entender que un escritor no escriba para ser leído, que un investigador no cree medicamentos para curar gente, o que un programador no desarrolle software con el fin de facilitar las operaciones que a buen seguro impulsaron su necesidad de escribir código.
Creative Commons es una matización del copyright, lo que le resta potencia para luchar contra la propia legitimidad de este concepto. Según el modelo, los propietarios de los derechos pueden liberar parte de los mismos a la carta, haciendo más o menos libre el proceso de distribución de la obra según se escoja de entre el abanico de licencias disponibles. Pero para poder hacer esto previamente hay que reconocer el copyright. Y -ya decía al principio del artículo que estos párrafos representan sólo mi particular visión del tema- la propiedad intelectual (que no el reconocimiento intelectual) es algo a lo que hay que oponerse por principio ¿dónde empieza lo que tu inventaste y dónde termina lo que recogiste por el camino? No te lo regalo, es también tuyo, acuérdate de no borrar la impronta que dejé en la idea. Nómbrame.
Sería de todos modos necio negar lo que CC ha hecho por abrir el debate, por hacer conocida una mirada crítica sobre la propiedad intelectual antes limitada a los mundos del software o los departamentos académicos. Esto hace más sangrante la costumbre habitual de tomar las licencias como fines inamovibles en lugar de como herramientas que facilitan la extensión de la cultura y la información. También apena que el éxito de la doble C signifique el ocultamiento de otros tipos de licencia.
Y sobre todo que tantas veces signifique olvidar que las licencias deberían ser una herramienta para el espíritu de lo libre.
Actualización: me hace ver David en los comentarios -con razón- que no es necio “negar lo que CC ha hecho por abrir el debate“. Pues claro que no, hay razones potentes para adoptar esta postura (que en gran medida están también en este post). Perdóneseme el absoluto que era más retórico que meditado.