La censura de extrema derecha en bibliotecas americanas llegará aquí también y habrá que estar preparados

Hace unos días, la Cámara de Representantes de Missouri, de mayoría republicana, votó a favor de no financiar –0 dólares– las bibliotecas públicas en represalia por la demanda interpuesta por la Unión Estadounidense de Libertades Civiles de Missouri (ACLU-MO ). La institución presentó la denuncia en nombre de la Asociación de Bibliotecarios Escolares de Missouri y la Asociación de Bibliotecas de Missouri (MLA) para revocar una ley de 2022 que prohíbe la existencia de material explícito en las escuelas. La norma aboca a penas de un año de cárcel y multas de hasta 2000 dólares a profesores y bibliotecarios escolares que los faciliten. ¿Qué libros considera punibles la Ley? Aquellos que muestren relaciones sexuales y genitales, además de una serie de conductas que el legislador considera inapropiadas o “desviadas”.

Este episodio viene a sumarse a una larga lista de episodios de censura y represión en Estados Unidos con las bibliotecas como campo de batalla. En otros estados, como Oklaoma y Tenesse, también se han promulgado leyes “contra la obscenidad”. En Luisiana, se ha establecido una línea telefónica para la denuncia de libros. En esta lista de Lectura.Social, Kamen ha anotado los libros prohibidos en las escuelas de Florida.

La American Library Association (ALA) acaba de publicar también un informe que documenta 1.269 demandas de censura de libros y recursos bibliotecarios durante el año pasado, casi el doble de los registrados por la misma asociación en 2021. Este tipo de peticiones de censura, que antaño eran iniciativas individuales por un título concreto, se ha convertido en una herramienta utilizada por lobbies de derecha, que elaboran listas de forma organizada. La mayoría de estos libros fueron escritos por personas LGBTQIA+ o de color, o trataban temas de interés para estas comunidades.  

Y no paran de sucederse casos de censura. Hace poco, el director de una biblioteca de Tenesse fue despedido por sugerir el traslado del acto de presentación de un libro infantil de trasfondo religioso a una parroquia. Al parecer, la motivación fue un problema de aforo en la biblioteca, lo que no evitó que el autor (el actor Kirk Cameron, el de Los problemas crecen) lo denunciara en sus redes sociales. La biblioteca tuvo que cerrar temporalmente por las amenazas recibidas y su responsable fue despedido.

Ante la ofensiva conservadora, la comunidad bibliotecaria se está organizando. Con motivo de la pasada Superbowl, los directores de la Biblioteca Pública de Kansas City y de la Biblioteca Libre de Filadelfia (cuyos equipos se enfrentaban en el campo de juego) montaron una campaña conjunta contra las prohibiciones, con una web informativa en la misma línea de Unite Against BookBans.

Como cualquier ciudadano atento sabe, cualquier ejemplo de agitprop o estrategia política que se produzca en Estados Unidos aparecerá, antes que después, en Europa (esta misma semana hemos visto a la plana mayor del Partido Popular tratando de ganarse al evangelismo más radical).

Y no nos pillará de nuevas, espero. Cada poco tiempo surge alguna polémica promovida por la derecha en redes sociales sobre un libro de educación sexual publicado con fondos de tal o cuál administración pública, y sabemos que el llamado pin parental es una de las matracas más habituales de VOX.

Por alguna razón que no cabe analizar aquí, son muy frecuentes los artículos de opinión en la prensa española que miran a la supuesta censura en Estados Unidos. Comúnmente, se ceban en el clima de puritanismo propiciado por lo que ellos identifican con el progresismo, lo políticamente correcto o lo woke. En mi opinión, haremos mal los defensores de la libertad de expresión en negar siempre la mayor y omitir, por ejemplo, que el cambio de textos originales que hemos visto propuesto por editoriales últimamente (no ya de sus traducciones) es una tontuna criticable y mojigata. Pero lo realmente importante es que seamos capaces de explicar las diferencias entre la censura en sus contornos más literales (la ejercida por el poder, la de toda la vida, con represión ideológica directa), y corrientes de opinión o presiones ciudadanas que podemos entrar a discutir, faltaría más, pero carecen de la capacidad coercitiva de aquellas que, por ejemplo, pueden poner a un rapero ante un juez por sus letras.

La censura de extrema derecha que se está produciendo en escuelas y bibliotecas americanas llegará aquí también, no cabe duda, y habrá que estar preparados para ello.