No es algo nuevo lo del “Zapatero radical”. Son muchas las fuentes que desde muy antiguo describen a los miembros de esta profesión como intelectuales agitadores de la plebe. En las etapas preindustriales existen numerosos ejemplos de zapateros herejes y hasta ateos, las listas de detenidos Sans culottes, enrouges, anarquistas después y demás elementos subversivos y antisistema muestran unos porcentajes sorprendentes de miembros de este antiguo oficio. Lo que no llegamos a entender del todo son las causas de ello, el porque abundan de entre los remendones los hombres letrados y oradores que durante siglos movieron a las masas. Lo único que parece claro es que las causas hay que buscarlas en las peculiaridades y tradiciones de su estructura gremial, pero aún no se tiene ninguna explicación satisfactoria de sus razones últimas y más profundas.
Se ha hablado de cómo por manejar el cuero se situaban en las ferias y mercados junto a los encuadernadores; de cómo por su poca exigencia física se reservaba a hombres lisiados o débiles, que quizá tuvieran que ejercitar habilidades ajenas a las hercúleas; se ha especulado también con la confianza que podían suscitar entre las gentes: el molinero podía engañar con las medidas, el remendón no con unos zapatos; se han buscado también las causas en las peculiaridades de su trabajo, que les permitiría hablar e intercambiar las experiencias de sus frecuentes viajes a la vez que clavaban suelas… En mi opinión son sólo especulaciones y estas u otras características no son lo suficientemente exclusivas del gremio como para explicarlo.
Con el siglo XIX perdemos el rastro, salvo residualmente, del oficio en los listados de los trabajos más incómodos para las instancias de arriba. Los sindicatos más fuertes son ya en los tiempos de las industrias pesadas otros, y mineros o ferroviarios levantarían con más protagonismo sus puños. Curiosamente los partidos socialdemócratas apenas contaron nunca con su participación (su característica principal, de entre diversos matices ideológicos y a lo largo de distintos periodos siempre fue el radicalismo), sin embargo algunos nos quieren hacer ver que los herederos de su memoria vía onomástica representan las fauces rojas que han de comernos. Los apellidos no son inocentes, Zapatero en castellano o Shuster (zapatero en alemán) algo indicarán, pero creo que más en el caso del ex futbolista por aquello de la tradición culta y mandar a las masas que en el caso del político de las cejas “spockianas”. Si los acusadores del PP y sus aliados mediáticos tuvieran un poco de cultura histórica no reconocerían en los Zapateros de hoy el radicalismo que alguna vez representaron con nobleza.