Algunas direcciones no las recuerdan ni quienes viven en ellas y otras se convierten en estandartes. A ninguna llegan ya cartas, a no ser las malas noticias del casero. Es lo que les sucedió a los vecinos de Tribulete 7, en Lavapiés. Como a otros tantos bloques devorados por la financiarización de la vida.
Pero en este caso sus vecinos, de la mano del Sindicato de Inquilinas e Inquilinos, han conseguido plantar caro a la SOCIMI de sus pesadillas y saltar a la esfera pública como uno de esos ejemplos que son capaces de poner temas sobre el tapete y alimentar el necesario resentimiento social colectivo para cambiar las cosas.
El sábado pasado montaron una fiesta con caras conocidas (unas por todos nosotros y otras por el barrio, las dos suman mucho a su manera). Hubo música y, sobre todo, energía colectiva. Hoy se han ido los activistas a la junta de accionistas en la que se puede producir la venta del edificio con sus 54 viviendas y no sé cuántas vidas dentro. Baile de corbatas y proclamas del que depende la vida de muchos vecinos de Lavapiés.
Hace mucho que no escribía un post con n continuará. En este caso se traduce en expectación y esperanza. Prometo actualizar.