Barrionalismo

Lo que un barrio es

Es extremadamente sencillo saber lo que es un barrio, pero más complicado es definirlo. Se trata de una categoría intuitiva antes que geográfica. Hasta la extensión de los planes urbanísticos ,los barrios siempre han preexistido, como hecho en sí, a la unidad administrativa que se ha ido apropiando de sus nombres. Por eso son muchos los barrios que han tenido distintos nombres y límites difusos. Posteriormente, y pese al empeño último de negar la calle como lugar de encuentro, el barrio siempre ha emergido como hecho social, contenedor de la vida urbana y la vecindad.

 

barrioUn barrio no lo es si no hay vecinos que se consideran del barrio. Habitualmente, estas identidades se han identificado siempre con los barrios populares (poblados por gente de clase baja o media-baja). De ahí que nadie del barrio de Salamanca o de la Moraleja diría jamás que es de barrio. Y sin embargo lo es. Al menos en el sentido de pertenecer a un hábitat forjado sobre la cotidianidad y sentir una identidad común. Si la sentirán que contratan seguridad privada para excluir a los diferentes. Lo que es cierto es que el barrio tiende a ser bastante homogéneo en cuanto a las clases sociales que lo habitan, por más que haya también desigualdades internas y por más que, en las últimas décadas, la ideología de la clase media haya cubierto gran parte de los barrios, diluyendo la conflictividad social.

En La invención de lo cotidiano, Pierre Mayol aporta una visión sugerente de lo que es un barrio, según la cual constituye un límite difuso que está entre el espacio privado y el espacio público, una especie de hábitat controlado que nos permite pasar con éxito de la intimidad del hogar a la inmensidad inhóspita del mundo exterior. Podríamos interpretar, con él, que el barrio es un rellano difuso.

Efectivamente, el barrio que contiene una vida digna de tal nombre es un espacio repleto de marcas sociales que preexisten al vecino. Con lugares centrales, personas revestidas de carisma por el resto de la comunidad del barrio (y que, probablemente, no sean nadie fuera de ese conjunto de calles), leyendas…La adhesión a un barrio comporta la aceptación de un sistema de valores y comportamientos, unos códigos de sociabilidad no escritos forjados por infinitud de interacciones sociales sedimentadas que, no debemos tampoco obviarlo, pueden ser causa de exclusión social como en todo grupo. Existen en el barrio una serie de transgresiones admitidas, por ejemplo el piropo del tendero en el mercado, que a él mismo sólo se le admitirá detrás de su puesto y con el mandil puesto, o la confidencia, que sólo se le hace a determinado camarero en su puesto de trabajo. De todas estas interacciones sociales surge la vecindad.

El Barrionalismo y la fiesta como construcción barrionalista

Batalla Naval Vallecas

Batalla Naval Vallecas

El término barrionalimo, más informal que académico, se construye como reflejo del nacionalismo. Si este es, siguiendo la definición clásica de Benedict Anderson, una comunidad imaginada, el barrionalismo viene a exacerbar discursivamente lo que el barrio tiene de comunidad real. Se trata de llevar a gala no ya dónde uno ha nacido sino qué sitios ha frecuentado, a la maestra de escuela antes que al padre de la patria, al borracho sabio de tu calle antes que al escritor nacional y al cura también, según dónde, claro. En realidad, es difícil delimitar con certeza lo que cualquier subconjunto social tiene de construido y lo que ha ido surgiendo de forma natural. Algo hay de común en muchas naciones y algo hay de imaginado en los barrios, pero entre un extremo y otro dista lo suficiente como para colgarles respectivamente los apelativos imaginada y real.

La vida de barrio se caracteriza por ser una vida en común, y hay una relación estrecha entre esto y el paso natural a la acción colectiva. Muchas veces -es más fácil- se ha subrayado el resultado (la asociación vecinal, el colectivo de barrio, las instituciones informales de solidaridad…), dejando de lado los mecanismos subterráneos de identificación que lo hacen posible

Muy unida a la construcción de la identidad está la fiesta como herramienta básica de hacer en común o para luchar contra el devenir individualista y disolvente de los tiempos. Pondré algún ejemplo.

Malasaña es un barrio construido popularmente desde los años setenta en el centro de Madrid, que surge sobre otros barrios anteriores, como el de Maravillas. Malasaña no sustituye a Maravillas, crece entrelazado con él. El nombre –una vez más popular, no administrativo- se impone en los años de la explosión cultural de la Nueva Ola y la reivindicación vecinal contra el Plan Malasaña, un plan urbanístico que a punto estuvo de arrasar la mitad de la barriada para construir una suerte de nueva Gran Vía flanqueada de viviendas caras.

En este contexto llegan las primeras fiestas del Dos de Mayo postfranquistas, que pronto se asientan como una de las más populares de la ciudad. Sin embargo, andando los años, el Ayuntamiento del Partido Popular y Ruíz Gallardón, cetro en mano, quitaron las fiestas a sus vecinos para llevárselas a las Vistillas, convertidas en parque ferial de las fiestas impersonales de Madrid. Aunque la festividad se había sacado ya del barrio, a posteriori se utilizaron como excusa unos altercados ocasionados cuando la policía impidió hacer botellón a la gente (en Madrid, desde la Ley Antibotellón, la prohibición queda en suspensión durante las fiestas patronales y de los barrios). En 2009 un grupo de vecinos, entre los que figuraba la asociación de vecinos del barrio (ACIBU), gente de las AMPAS o del CSO Patio Maravillas, empezó a pergeñar unas fiestas populares y autogestionadas, que desde entonces no han dejado de crecer pese a las zancadillas del Ayuntamiento de Madrid.

Batalla naval de Vallecas

Se trata de unas fiestas muy diferentes, con implicación vecinal, y que han fortalecido el tejido asociativo del barrio de Malasaña, como también lo son las Fiestas Populares del Barrio del Pilar, que en este caso recogían la necesidad de hacer piña en un barrio popular hecho sobre la nada por el régimen franquista en los años sesenta. Ya en 1978, antes del primer consistorio democrático, asociaciones históricas del barrio, como La Flor y el Centro Cultural, organizan las primeras fiestas (antes se habían hecho otras, que gravitaban en la órbita institucional franquista). Desde el principio nacen con carácter reivindicativo, pidiendo infraestructuras y luchando contra el proyecto del Centro Comercial La Vaguada. Como en otros barrios, las comisiones de fiestas fueron vaciándose de vecinos a medida que los partidos políticos cooptaron a las asociaciones y las Juntas de Distrito monopolizaron la gestión de los eventos (la Ley de Régimen Local de 1984 sirvió para quitarles a las asociaciones capacidad de implicación).

En 2004 un grupo de vecinos del barrio decidió constituir una plataforma que, desde ese año, ha creado un auténtico rincón popular dentro de las fiestas institucionales (que los últimos años se celebran en el parque de La Vaguada, espacio que la lucha vecinal arrebató a lo que iba a ser también centro comercial). Las fiestas populares tienen contenido político en sus manifiestos, gestión horizontal y todo un programa alternativo. Ante semejante desafío, no es de extrañar que últimamente haya habido intervenciones policiales absolutamente injustificadas a la hora de desalojar las fiestas.

En las fiestas del Dos de Mayo a menudo se recurre a la iconografía del mito del Dos de Mayo vaciado de connotaciones nacionalistas y las del Barrio del Pilar son popularmente las del Barrio de la Pili, aligerando la solemnidad religiosa de la patrona nacional (en realidad se dice que el barrio se llama así porque la mujer del constructor franquista José Banús se llamaba Pilar).

Un paso más decididamente político es el que se dio con la Batalla Naval de Vallekas, que se construyó en un proceso de invención de la tradición, y que constituye el ejemplo más acabado de barrionalimo con el que contamos en Madrid: el de Vallekas.

Vallekas simboliza como pocos lugares en Madrid (y probablemente en España) el barrio como unidad política. Su leyenda a la izquierda del imaginario común se forjó al calor de la fricción surgida entre inmigrantes de las dos Castillas, Extremadura y Andalucía, que llegaron a Madrid desde los años cincuenta, y que se encontraron con la necesidad de levantar ciudad donde no la había, construyendo casas ilegales en terrenos rústicos. La puesta en común de problemas y el apoyo mutuo como vía de supervivencia permitieron la creación de un denso tejido asociativo que, a su vez, amparó a numerosos partidos políticos y sindicatos que se movían en la clandestinidad.

La resistencia, en Vallecas pero no sólo, de este tejido vecinal, se concretó en la exitosa oposición a los planes urbanísticos, que pretendían arrasar con el barrio, consiguiendo que los realojos se hicieran en sus propios barrios y que su diseño contara con la participación vecinal. El Plan de Barrios, que se desarrolló durante los años 80, realojó a más de 3.000 familias entre Palomeras y el Pozo del Tío Raimundo.

Es entonces cuando nace en Vallecas la idea de barrio como plataforma de lucha política, y es en este contexto en el que crece un proyecto de reescritura contrahistórica de la pequeña tradición vallecana que lleva al nacimiento de Vallekas.

En julio de 1982 se celebra la primera Batalla Naval, organizada por la librería libertaria El Bulevar en el marco de las fiestas del distrito. Durante las fiestas se declara la independencia de la República de Vallecas y su neutralidad frente a la OTAN. Reactualizaron el mito fundacional de la población, que lo atribuye al moro Kas (que, ahistóricamente, da nombre al Valle del Kas). Ya tenemos la K. Nació el icono gráfico del barrio y lemas como Vallekas nuestro.

En aquella primera inauguración del Puerto de Mar la gente empezó a tirarse espontáneamente agua para aliviarse del calor, y así nació la célebre Batalla. La mítica sala de Rock Hebe fue durante años el centro de la organización de un festejo barrionalista del que participaba todo el tejido  vallecano. En los noventa, con el Partido Popular, el festejo estuvo cinco años prohibido y hoy vuelve a ser, tras múltiples vicisitudes, una cita ineludible.

Nadie discute hoy el vallekanismo como opción identitaria (reforzada también en su día por el rock vallekano y hoy por el equipo de fútbol, entre otros elementos). A nosotros nos interesa aquí la creación política y consciente de un imaginario común, cohesionador del barrio, pero también inclusivo con los recién llegados. La forma en que las narrativas horizontales pueden ser utilizadas para equilibrar las estructuras de dominación creadas por otras narrativas impuestas desde arriba.

 

PARA SABER MÁS:

De Certeau, M., & Giard, L. (1996). La invención de lo cotidiano: artes de hacer. I (Vol. 1). Universidad Iberoamericana. Recuperado a partir de https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=iKqK5OfkLnUC&oi=fnd&pg=PR13&dq=La+invenci%C3%B3n+de+lo+cotidiano&ots=pDtUa8k-0Z&sig=V-16dkfsOVT4mc7zFZpNOwcYTT4

Lorenzi, E. (2007). Vallekas Puerto de Mar Fiesta, identidad de barrio y movimientos sociales. Madrid: Traficantes de Sueños, 2007. Recuperado a partir de http://libros.metabiblioteca.org/handle/001/351