La mani


Francisco Álvarez. Madrid, España, 1936. Estampa Popular de Madrid
Madrid, España, 1959 – 1981

Una manifestación es gente, mucha gente andando junta con la vista al frente.

“La Huelga” “La Revuelta” o “La Revolución”, pintada por Honoré Daumier en 1860

Lo que dota a una manifestación vida es la sensación continua de que la lengua de carne pueda, de repente, descoyuntarse. Suceda o no. Las fuerzas del orden permanecen tensas, se miran, dudan poder ser dique y sienten temblar el suelo de la calle.

Manifestantes – Gravado de Juan Genovés

Eso, y no las congregaciones satisfechas de cumplir el ritual, es una mani. Una manifestación es una reclamación simbólica de propiedad de la calle en la que las risas nerviosas, los rugidos sordos, el sudor, la música, el entusiasmo inestable y el brillo en las miradas afiladas se vuelven contagiosos y mantienen el tiempo en suspenso.

El Cuarto Estado, pintado en 1901 por Giuseppe Pellizza da Volpedo

Una manifestación son tiempos y espacios que confluyen: tardes de cañas, noches en el calabozo, lecturas, conversaciones, discusiones con la televisión, quedadas para ir, encuentros, despedidas, volver con la pancarta doblada y los pies heridos.

Manifestacion, Antonio Berni (1934)

Aquella mani es un recuerdo y un caminito de gente que se hace pequeñita al fundirse con la línea del horizonte.

Huelga de Le Creusot (1899), de Jules Adler

El centro de la ciudad es una mani por hacer. Una plaza por acampar, un adoquinado por desadoquinar, la memoria densa de mil manifestaciones barrida a los rincones por un urbanista. Y las que quedan.

Huelga de obreros en Vizcaya 1892, Vicente Cutanda y Toraya (en El Prado)

Una manifestación es una convención social, un diálogo con las élites y con los iguales articulada por normas no escritas que todos tenemos claras. Es procesión y es carnaval, pero como la procesión y el carnaval puede acabar en motín.

Huelga en Bogotá, óleo de Clemencia Lucena

Una mani –si es mani- es gas inestable, que se lleva el viento o prende fiestas. Son los gases que exhalan la necesidad, el hambre, el orgullo o el compañerismo. Esos gases huelene e intoxican. Te explotan en luz o en sombra, según la dosis del veneno. Según cuánto nos agarremos las manos. Esos gases llevan revolución al aire

La Huelga – Robert Köehler

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Ser legión con Isa

A la derecha Isa en el solar de Ofelia Nieto 29, con muchos otros vecinos

Hay una mujer en mi barrio que es capaz de parar desahucios con su menudo cuerpo y su determinación gigante. Lo hace con otras mujeres y hombres, lo que, lejos de restarle mérito, lo convierte en un acto revolucionario. Ella puede ayudar a una compañera para gestionar su Renta Mínima de Inserción, organizar recogidas de alimentos asamblearias o poner su cuerpo frente a rocosas barreras de policía. Puede ganar un concurso de tortillas de patata de barrio y planificar los desahucios a los que acude cuadrándolo con la hora de recogida de su hija en el colegio.

Esta misma mañana

Escucha primero, habla despacio después. Y en su charla va calándote la vida que ha pasado desapercibida a tu alrededor. La más jodida. Frases cargadas de empatía y justicia marcan el ritmo de la conversación, como un metrónomo que te pone a desfilar ante los ojos ahora el sufrimiento, ahora un ejemplo vivificador de apoyo mutuo. Aquellos padres que no tenían recursos para enterrar el cuerpo de su crío muerto, aquella explosión de alegría colectiva y abuelos llorando porque se quedaban en casa.

Imaginad por un momento que a esa mujer de mi barrio la quieran meter en la cárcel. Que la juzgaran mañana y que la petición del fiscal fuera de dos años y medio de cárcel por estar apoyando a un vecino estafado el día de su desahucio. Qué terrible suena todo ¿verdad? Si eso sucediera, yo supongo que mañana seríamos un ejército de almas agradecidas acompañándola, tratando de mandarle de vuelta algo de lo que ella ha regalado. Poniendo en práctica todo el poder de reír y sudar juntos que ha ayudado a construir.

Pues es verdad.

Me cuesta teclear. No tengo distancia con el caso y no pretendo que me quede un texto “objetivo”, pero me es más difícil ordenar sentimientos que conceptos. Paro, bajo a la calle a caminar y me encuentro con un desalojo a treinta metros de casa.

Es un bloque de viviendas okupado que ya ha sufrido varios desalojos antes. No conozco su historia pero es muy nuevo, se adivina esquirla de alguna explosión financiero-inmobiliaria. Me comentan amigos, activistas por la vivienda, que hoy se quedan en la calle algunas personas de origen magrebí y español. Familias con menores tramitando el RMI, añade la gente de Invisibles de Tetuán y el Banco de Alimentos.

He contado siete lecheras, hay dos calles cortadas. Una señora con una bolsa de la compra opina que “todos cobran. Los cuatrocientos y pico del Estado no hay ni uno que no se los lleve cada mes”. Pienso en lo que la diría Isa, y sobre todo, puedo imaginar su capacidad para que la indignación quedara clara en un tono de voz calmado.

Es por eso que hace falta Isa y es por eso que mañana la juzgan. Porque nos hace falta. Me viene a la cabeza lo que ha escrito Víctor en otro sitio:

“En el desahucio de Mohamed, su mujer y su hijo de dos años, detrás del cordón policial no podía aguantar ese dolor. Empezó a narrar lo que sucedía a los antidisturbios, para que fueran conscientes del sufrimiento: “¡Ahora la madre baja un colchón!” “¡Ahora entre dos un sofá!” “¡Ahora al niño en brazos!”. Fue desgarrador”.

Me acuerdo de Ofelia Nieto 29 y de las caras de algunos de los policías que acechaban para derribar la casa. De sus gestos airados de humillación y odio ¿Cómo no iban a recordar ellos la cara de Isa? Ella está siempre. Fueron a por Isa porque saben que clavando espinas en una cojea todo el grupo.

En fin, ésta es la frase más importante del texto: mañana juzgan a Isa a las 11 h. en los juzgados de Julián Camarillo 11 (metros Ciudad Lineal o García Noblejas) y necesitamos que vengas a arropar a Isa.

NECESITAMOS es un plural que nos incluye a todas.