En la Dehesa de Soto, en Guadarrama

Ayer, en la dehesa, el viento acariciaba, sutil, ingrávido, la piel. 
Los tallos de las flores –todo era flores– cimbreaban insumisos
y paré a contemplar la rima de su danza con el vuelo lento,
espasmódico, de las mariposillas que emergían y se ocultaban
entre las briznas de hierba. Cómo descifrar un ritmo pulsado por la brisa.
Sin rastro de las vacas en la primavera, en la dehesa de arriba
uno se creía espacial, pensaba tenerlo todo para sí,
pero se afirmaba importante al constatar que estaba acompañado,
al sentir la carne verde bajo los pies en los caminos del deseo,
la vida bajo la hierba en las veredas rebeldes, abiertas al paso.
Ayer, se habían retirado las hélices amarillas de las crucíferas
que con su noble cuello de jirafa se alzan orgullosas
pioneras de la primavera. Cobijan al resto de flores, las esconden
a sus pies. Ahora es todo color en movimiento, sarampión de vida.
Sangre nueva, sol exprimido, carne de fruta blanca, destellos de seda.
Todo ocupa su lugar en el carrusel asíncrono de la dehesa en primavera.
Solos las hormigas, todas a una, desfilan con cadencia de metrónomo.
Solo las montañas, abrigadas por las nubes, permanecen inmóviles.
Todo lo demás se mueve y, arriba, la rapaz enhebra el cielo sabio.
Los conejos, invisibles, se dispersaron como gotas de tinta en la tormenta.
Y el Peñón, con su perfil de ogro bonachón emergiendo 
de la tierra, trata de permanecer impávido. El Peñón, donde desgasté
las rodillas y hoy lo hacen mis hijos, aguanta cosquillas de la flor de jara
nacida de sus arrugas, de los dedos huesudos de las encinas mecidos
por el viento, de los piececitos de los niños saltando punzantes en su cresta.
Aguanta la risa el Peñón, no explota en carcajadas, pero se escapa una sutil 
 risa ahogada, contagiosa, un brote infusionado de inmediato en el ambiente:
el del grillo pertinaz, el susurro siseante del río Guadarrama, los acordes de trinos,
 besos allá arriba entre las ramas, el quebranto lacerante de los coches
 en la carretera, cercana, recuerdo de tu humanidad (como oírte respirar hondo).
Ayer por la mañana, en la dehesa del Soto, en Guadarrama

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