Cuando se muere un Robe

Cuando se muere “un Robe” se va algo más que una persona cuya obra te ha hecho sentir algún tipo de afecto por ella a pesar de no haberla conocido en un sentido convencional. Se aleja algo de ti prendido a los recuerdos que acompañaba. Cuando, como ha sucedido esta mañana, se muere de forma inesperada, te hace sentir más frágil; se tambalea la pirámide de vivencias que, a duras penas, se amontonan para conformarte.

En un tiempo en el que la música colaboró de forma decisiva en nuestra politización, Extremoduro no fue uno de los herederos de The Clash que te regalaban himnos políticos para cantar con los colegas a voz en cuello. Sí, hablaban de ecología y se desmarcaban con algunos ramalazos de rabia callejera como Estado policial, pero lo que Extremoduro legó fueron  canciones de dinamita emocional. No pondría mi firma debajo de las letras del Robe en su sentido más literal –algunas, leídas hoy hacen poner gesto de…hay imágenes que pueden llegar a sonrojar también–pero sí que me reconozco en la sinceridad brutal de sus metáforas, juguetonas como las amapolas que llenan sus letras. En la desnudez infantil de su voz diciéndolas.

Después del exitazo Agila, los Extremo se hicieron un poco de todos y, en nuestra tonta actitud juvenil, nos alejamos de sus canciones, ya “vendidas”. Por el camino, aquel concierto generacional en el Palacio de los deportes. Muchos años después, recuperé maravillas como La ley innata y quedé rendido a los Robe. El Mayeútica del tirón en un concierto medio Covid en Rivas es una de las mejores cosas que he visto frente a unos músicos. Pero en el último concierto de 2024 sonó Cabaza Abajo y enloquecí. Vibré en otra longitud de onda, que se alejaba del virtuosismo de la etapa actual. Empezó así una nueva relación con el grupo: ya no me apetecía escuchar lo nuevo, quería la rabia de los primeros tiempos, del Canci de San Blas.

Y en esas estaba cuando, de repente, te has muerto, cabrón. Terminas el Pedrá diciendo algo así como “ya no canto más porque no me sale de los cojones”. Pues ya está, tío. Los duendes del parque seguimos jugando, más barrigones, a veces por telegram. Ya nos tomaremos una por ti un día de estos.

P.D.: a los de “tremenda turra se viene”. Os jodéis, todos deberíamos tener un poco de comprensión con las neuras, las heridas y los sueños adolescentes de los demás. Por vulgares que os parezcan.