¿Despedida? de Javier Ortiz .

El día transcurre entre pequeñas batallas y la victoria suele consistir en no perder las fuerzas para bregar en la trinchera del día siguiente. Esta mañana, aún con legañas, he corrido a leer el apunte diario de Javier Ortiz en su “web”, y la leche del desayuno se me ha cortado de súbito en el gaznate: anunciaba la próxima desaparición, después de tres años, de su columna diaria en el Diario de un resentido social. Que cierra el chiringuito vaya. Para quien no sepa sobre que estoy hablando le recomiendo que haga volar su ratón hasta la sección de “Enlaces comentados” y visite este santuario del periodismo mientras su sapiencia permanezca “on-line”.

Las batallas, no menos trascendentes por ser de uno, se llevan mejor en buena compañía, la sensación de falta de oportunidades, el momentáneo sentimiento de soledad urbano, las frustraciones laborales o los granos mañaneros sublimados frente al espejo son pequeñas luchas que necesitan en este medio hostil de palmaditas en la espalda que ayuden a acarrear las alforjas. Eso es lo que echaremos en falta si finalmente cumples tu palabra Javier, un apoyo.

P.D: es evidente, aunque sólo yo lo sabía, que este cuaderno de bitácora, en la parcela que a mi me pertenece, es un hijo de tu página. Infinitas gracias.
P.D2: esta nota fue escrita ayer.
P.D3:Resultó que finalmente sólo era el comienzo de una nueva era(Los Apuntes del Natural). Seguimos desayunando con Javier.

El pintor frustrado.

He estado de compras por el Corte Inglés de Goya. Me he levantado sin café y me dormía por las escaleras mecánicas, así que la primera parada ha sido la cafetería de la última planta. Allí me he encontrado con un pintor frustrado. A todos nos ha atendido alguna vez un pintor frustrado. Es el que tiene ganas de escupirte en el café o a su jefe.

El caso es que en esta cafetería, todos van uniformados y su servicio es muy correcto. Primero me ha atendido una chica muy maja, mientras su jefe -un camarero de unos cuarenta, con pajarita y tono experimentado- le daba algunas explicaciones: «no te preocupes, todo no lo vas a aprender el primer día. El caso es poner interés. Lo que le pasa a este chico es que no tiene ningún interés (refiriéndose a su, también uniformado, compañero)». La chica le sonrió educadamente y siguió con su trabajo.

En efecto, el pintor frustrado arrastraba el carrito de los platos sucios sin el menor interés, mientras su jefe le incorporaba los dos últimos vasos. El pintor frustrado no nos atendió correctamente, y se equivocaba o no hacía las cosas que tenía que hacer o decir. Entonces fue cuando me di cuenta de que no era camarero ni lavaplatos, sino pintor o poeta. Y lo asocié a otros muchos a los que me recordó, en otras cafeterías o tiendas de ropa.

Me hubiera tirado el café en la cara. Alguien debería rescatar a todos los artistas frustrados de mi ciudad, para que cubrieran los murales publicitarios de los grandes centros comerciales y paradas de autobús, con grandes brochazos de colores chillones y siluetas de mujeres desnudas. Para que los murales, volvieran a ser murales y los pintores, volvieran a ser pintores, en mi ciudad.

Reflexiones dominicales.

El otro día estuvimos jugando un ratillo en El Retiro al fútbol unos amigos, entre ellos un par de miembros de esta redacción y de los fanzines amigos Psichokiller y Jo tía! Cuando volvíamos andando, despacito y a duras penas, que somos escombros de lo que fuimos, y pasábamos por las inmediaciones del parque alguno dijo lo que siempre alguno dice al pasar por ahí, “pues no me importaría vivir en una de estas calles no”, a lo que otro de nosotros le contestó lo que siempre uno contesta entonces, “toma claro, que listo”. Es una respuesta automática inevitable, es un barrio de veras bonito y bien situado, pero pensándolo más tarde siempre llego a la conclusión de que no sería el sitio que elegiría para mudarme. Señoras demasiado señoras y caballeros demasiado caballeros, “ladyes and gentleman”.

No se trata de un visceral odio de antagonismo de clase sino más bien de una cuestión estética que lleva a la mala leche. El exceso de arrodillamiento de los camareros y los caniches aristocráticos no pertenecen al universo en el que me encuentro a gusto. Demasiado pijo, más yuppie “tontogomina” de lo tolerable.

Tampoco se puede decir que mi barrio sea la trastienda de una librería comunista en la postguerra, pero allí se llega al paroxismo de la aristocracia y los negocios y eso satura mi mundo en calma. Y de verdad que es una cuestión de estilos, nada tiene que ver que la aviación tuviera orden de no bombardear el barrio en la Guerra Civil.

La Historia de El primer café.

Esta mañana Carmen Gurruchaga, la periodista de dulce gesto de miel, le ha dicho a Anasagasti aquello de “está ahí y no se puede discutir, la Historia es la Historia”. Hay una creencia generalizada acerca de que la Historia es un fresco monolítico e inalterable, una serie de libros sagrados que se escriben solos cargados de la infinita autoridad moral de la objetividad. Mira Carmen chata, mal que te pese la Historia no es el dogma de fe de don Menéndez Pelayo (como no lo es la historiografía de inspiración sabiniana claro), y tampoco es una acumulación de datos(que por cierto no aparecen ahí solos como muchos parecen creer). La Historia es interpretación sobre muy diversas fuentes, que no Documentación del pasado. Ya está bien de que cada cual se arroje para si la verdad absoluta con una mano sobre la biblia de la Historia conceptualmente del XIX (como mucho), que no quieran pontificar verdades sobre la mentira que es la “Arkadia feliz” de la objetividad. De hecho el análisis histórico serio y científico excluye la aseveración de la presentadora de “El primer café”, pero es muy evidenciadora del talante discursivo e ideológico de esta pandilla inquisitorial, “para que nos vamos a sentar a discutir si las cosas son como nosotros pensamos”, parecen decir.

La lealtad.

El tema del café y el croissant (¿se escribe así?) es hoy la cara de cornudo apaleado de Simancas. No hay duda que la política y la fidelidad son “aguaceitosas”.

No hay lealtad en esta política audiovisual y circense. La gente es leal a una marca de cigarrillos, a una casa de putas, a su liturgia mañanera, a los genes (aún negándose a veces), a la pajilla de buenas noches, a recuerdos felices inventados, a la nueva de Woody Allen cada año, a sus parejas a veces, a su conciencia de día, a sus ideas los menos, a las palabras ni en broma…

La gente es leal a un amigo de verdad por más que pasen los años, a unos principios, al poso de los sueños cuando aún no se habían agriado. Seamos optimistas con la gente por un día hombre.

Verano.

Llegadas las noches de recalentamiento asfáltico, poco después de saltar las brasas de San Juan, las neuronas cogen las maletas en la actualidad diaria y se van a Benidorm (¿o quizás las desahuciaron hace tiempo?). Los sustitutos en prácticas de los telediarios ya sólo nos hablan de incendios, accidentes, del día más caluroso del siglo y a lo sumo del alijo más grande jamás incautado. Uno se plantea si se para el mundo, si los torturadores de Guantánamo se despiden de colegueo de los presos y todos se van a ver a sus familias; de si los especuladores inmoviliarios dejan su actividad usurera; de si en el Congo los dos bandos abandonan las armas y se juegan unos bolos futboleros de verano…

Nuestra propuesta de hoy no es tirarse a la trinchera, que hace mucho calor ahí abajo, sino al menos dedicar algún pensamiento diario a reubicarnos en el mundo, y luego dedicarnos a los amores de verano y a la sangría los que no estéis en el tajo, que os lo merecéis.

La izquierda.

Nos hablan del ocaso de las ideologías aquellos que cambiaron las cacerías por el paddle, los gestores de la practicidad, porque lo práctico hoy es lo que algún día llamamos «capitalismo salvaje». Un paisaje único pensado unicamente.

Sabemos que estamos a la izquierda de algo pero poco más. Hay muchas izquierdas, se trata más bien de una cuestión emotiva. Crecimos escuchando unos grupos, admirando la grandeza de ideales evidentes que luego nos trataron de complicar, nos emocionamos con historias en las que el de abajo era de alguna manera el héroe, y descubrimos al fin que en la vida real los de abajo tienen la mirada seca. Está la izquierda que huele a mojito en caseta de fiestas de barrio; la izquierda sofisticada que nos mira por encima del hombro; la izquierda curtida en polígonos industriales con su lenguaje de rancio abolengo marxista; la izquierda que vota verde; la izquierda que no vota…

Hoy más que nunca es necesario ser radical y solidarizarse con la rabia de los otros, revolverse para liberarse de la maya de cadenas, compartir exabuptos de bar contra los poderosos, apretar fuerte los dientes y las entrañas contra las injusticias. Hablamos de solidaridad, libertad, igualdad, justicia…Vaya, quizá no sea sólo una categoría emotiva.