Viajar por la hemeroteca con inesperados bandoleros rusos

En ocasiones, uno va buscando trigo y se encuentra una canica brillante entre las espigas. Y son hallazgos felices. Algo así me sucedió el otro día mirando periódicos de época para algo que no viene al caso. Encontré entonces la interesante historia del bandolero ruso Kroukowki. En La República las noticias del 9 de diciembre de 1890 versaban sobre la derrota electoral de los conservadores en Madrid, se anunciaban en gran tamaño Las Aguas de Carabaña, que parecía ser un bebedizo purgante…y aparecía una pintoresca crónica internacional, que a pesar de parecer adornada por mantos de romanticismo, o precisamente por ello, se antoja hoy más atemporal: la de Un bandolero “fin de siglo”.

La duplicidad de noticias literales no son un mal de nuestro tiempo, y el relato aparece tal cual en otros medios por aquellos días, como en El Mendo (Diario de Betanzos), El Heraldo de Madrid o el Diario de Avisos. Es posible encontrar la historia idéntica –con los mismos epígrafes y texto- en la prensa francesa. He podido encontrar Brigand “fin de siècle”, en el diario Le matin, publicado sólo cinco días antes que en La República y una versión más del 3 de diciembre en Journal de l’Ain. Aún he podido detectar el texto en otro diario francés, Journal de Senlis, curiosamente después de haberse traducido ya al español (el 11 de diciembre)

¿Es la historia de Kroukowki sólo propaganda? Probablemente, pero el relato me pareció interesante en sí mismo y su repetición en los periódicos del XIX también.

Ahora, pasen y lean la historia de Un Fra Diavolo russe (*titular de Journal de Senlis)

Acaba de ser juzgado en Sontik (Polonia), un curioso
proceso, que ha despertado grandísimo interés en toda la
Rusia, porque encarna un hecho inaudito, inverosimil al
final del siglo diez y nueve.

El hombre que ha comparecido ante los jueces es una especie
de Fra Diavolo, ruso, cuyas aventuras son en extremo
dramáticas.

Kroukowki, este es su nombre, es un hidalgo ruso, que a
la cabeza de una partida de bandoleros, saqueaba impunemente,
desde hada muchos años, las comarcas de Volhynie.
Hijo de padres muy ricos, dueño de propiedades inmensas
en la provincia de Padoesk, hubo de recibir una educación
excelente; hablaba francés como un parisiense, y durante
sus viajes, muy frecuentes, se detenía con predilección en
París, donde visitaba varias casas de la más alta aristocracia
francesa.

PRIMERAS HAZAÑAS

Por el año de 1881 llevó tal existencia, precisamente en
París, y arrojó de tal modo y con tanta largueza el dinero
por las ventanas, que se le vio el fondo á su caja y hubo temores
de una ruina inmediata.

Sin embargo, para cualquiera otra persona los restos de
esta magnífica fortuna hubieran constituido un pasar bastante
aceptable.

Pero Kroukowki no podía vivir con estos recursos.
Organizó entonces una partida de bandoleros, cuyos primeros
campeones fueron sus propios cocheros, sus criados
y algunos capataces de sus propiedades. fueronse a Kejeff,
donde comentaron a saquear los castillos de los ricos y de
los nobles.

Poco tiempo después, esta partida fue perseguida por las
tropas rusas, acorralándola cerca de la ciudad de Potschajeff.
Más tarde se estrechó el circulo de acción de los bandoleros.
Cuando los soldados avanzaron en buen orden
para poner las manos sobre ellos, encontráronse con que el
jefe habla desaparecido. Recordaron entonces que un viejo
mendigo, encorbado por los años, había atravesado la línea de los soldados pidiéndoles limosna.

El mendigo era Kroukowki.

Transcurrieron dos años sin que nadie oyese hablar de él,
cuando de repente apareció a la cabeza de una nueva partida
formada en Galicia (Austria), y sus hazañas empezaron con
más fuerza.

Hay que decir que Kroukowki no asesinaba jamás, como
se ha probado en el proceso; así es que tenía muchos amigos entre los campesinos, a quienes no hacía nunca daño,
antes les daba dinero, circunstancia que hacia muy difícil
su captura porque los aldeanos le protegían de toda asechanza
enemiga

AUDAZ EVASIÓN

Además, Kroukowki era muy audaz, y no le arredraba
ir a pasearse en plena calle por las poblaciones de Lontsk
o de Doubmo.

Cierto dia, los gendarmes recibieron aviso de que el célebre
bandolero debía pasar la noche en un albergue vecino
de la aldea de Kevertki; son inmediatamente llamadas las
tropas; pónese en marcha toda la fuerza militar disponible,
y cercan el albergue, cuyas salidas estaban custodiadas con
cuidado.

De repente, un oficial ruso, vestido de uniforme de gala,
sale de la hospedería, llama a su lado al jefe de los gendarmes,
le pide noticias del director de policía, y le entrega
para él una tarjeta. Luego, el oficial prosigue su marcha
tranquilamente, después de haber respondido a los honores
que le hacían los soldados.

El jefe de los gendarmes fue a llevar la tarjeta al director
de policía, quien leyó estas palabras escritas en francés:
«Kroukowki, capitán de ladrones, saluda al director de policía».

El desgraciado oficial de gendarmería perdió sus grados
por haberse dejado burlar de aquel modo.

EL RAPTO DE DOS MUJERES

Con frecuencia el audaz bandolero, imitando en esto a
otros bandidos italianos y españoles, secuestraba a los más
ricos propietarios de la comarca, y no les devolvía la libertad
sino a cambio de un fuerte rescate.

Hace dos años, próximamente, robó a la princesa D…ja,
ya de edad, que poseía una fortuna considerable. Pidió el
aristócrata bandolero un rescate de 6.000 rublos (2o.ooo
pesetas, próximamente). Los padres de la anciana princesa,
en vez de enviar el dinero, tratataron de enviar al bandido
soldados y gendarmes; pero fue empresa perdida. Entretanto,
Kroukowki había obligado a su prisionera a una dieta
tal, que la desgraciada, habiendo tenido que ir todos los
afios a Carlsbad para combatir su obesidad, se encontró, en
tres semanas, flaca como un esqueleto; entonces los padres
se decidieron á pagar la suma pedida.

Algunos meses después, Kroukowki se apoderó de una
joven de diez y siete años, cuyo padre ocupa uno de los más
altos cargos en Rusia. Cuando el dinero exigido fue enviado
al bandolero y la joven fue devuelta á sus padres, éstos notaron,
desesperados, que su pobre hija estaba en cinta.

El padre propuso entonces a Kroukowki darle por esposa
a la desdichada joven, asegurándole la impunidad si quería
volver al buen camino; pero el bandolero rehusó enérgicamente
esta brillantes oferta, y todo porque estaba locamente
enamorado de la hija de un pobre campesino.

Este amor es lo que le ha perdido.

AMOR QUE MATA

Una noche la policía tuvo conocimiento de una entrevista
entre el capitán de ladrones y su novia. Soldados, gendarmes
y cosacos fueron enviados a aquel sitio, y después de una
luecha encamizada, Kroukowki quedó preso en manos de los
soldados, que le ataron sólidamente y le metieron en la
cárcel.

El día del juicio, éste hombre audaz ha sido condenado
a trabajos forzados a perpetuidad (cadena perpetua). Será
enviado á la isla de Sakalina, en Siberia, y quedará encadenado
para el resto de su vida en las minas de oro, de donde
no se vuelve jamás.

El recurso de petición de gracia que dirigió el propio al
zar, no ha tenido repuesta, y Kroukowki formará parte del
primer envío de presidiarios que se haga.

Entre los campesinos se ha formado una leyenda, relativa
a este singular bandolero. Los aldeanos deploran su prisión,
pues, en el fondo, este bandido era más dulce con los infelices
labriegos que la mayoría de los señores, que hacen de
ellos sus victimas.

Pues bien; dícese que Kroukowki ha enterrado sus tesoros
en un logar misterioso, cuyo secreto sólo él conoce, y le esperan
volver a aparecer de nuevo próximamente más pujante
y valeroso que nunca.

A la verdad, la historia de este bandolero no parece de
esta época. Sin embargo, el pobre hombre, por muy maravillosa
que haya sido su vida, acaba de ser condenado por
los tribunales de su país como el reo más vulgar del mundo

Contra la seducción

Escuchamos cada día que tenemos que ser capaces de seducir. A nuestros amigos que votan desviadamente, a nuestro conocido que decide abstenerse, a nuestros enemigos políticos para –con ellos- formar una mayoría social de uno u otro signo…

Nos lo dice Manuela y lo ha puesto en práctica Podemos como leiv motiv: Pablo seduce, Monedero también tiene su cuota de atractivo y Errejón se dedica a organizar porque su labia es poco vibrante. Muchos votantes del PP y del PSOE les son fieles aunque se sienten maltratados, y no se atreven a romper una rutina hedionda porque supone reconocer el fracaso de su propio enamoramiento. Otros se dejan engatusar por las maneras suaves de Rivera o el nervio de la Nueva Política que echan de menos en ellos mismos.

Seducir es engañar. Al menos en parte. Una relación basada en la seducción y el embelesamiento no es un contrato en igualdad. Es propio del sistema representativo y es propio de un mundo espectacularizado. Porque el seducido es un espectador.

Convencer no es seducir. Donde un comercial de puerta fría pone arrumacos distantes un buen profesor introduce argumentos. Donde un predicador recurre a la promesa una compañera comparte el aprendizaje.

La representación lleva implícita una contradicción insalvable para quienes entendemos la política como algo cuyo elemento central es el hacerlo entre muchos. La vida diaria es contradictoria y mestiza. Bajamos al barro y subimos a los tejados. Y en esto votamos – a veces, algunos- porque algo habrá que hacer hoy, para ver si cuela esta vez y porque es complicado abstraerse en una representación teatral en la que nos han metido sin nuestro permiso. Es una contradicción insalvable, pero la vadeamos mareados.

Nada es más atrayente que una buena maestra – nuestras dicotomías se complican-, pero nada más decepcionante que descubrir que su tono convincente desaparece al levantarte del pupitre tú y bajar del estado ella.

El domingo fue la hostia: una explosión de sentimientos agitados durante veinticuatro años. Pero éste es un exhorto a los compañeros que pronto estarán trabajando en el Ayuntamiento de Madrid. No tratéis de seducirnos, por favor, tratad de convencernos. Transformación, argumentos y experiencias compartidas. Yo sé que está entre vuestras intenciones, pero intuyo que es fácil rodar por la espiral del lenguaje político. Nosotros, por nuestra parte, seguimos a nuestra bola, que también hay mucho que hacer por aquí fuera. Dispuestos a besaros o poner cara de póker, según transcurra el día, cuando nuestros caminos se crucen.

Calle de Bravo Murillo de Todos sin Ellos

bomberos2

Ayer se celebró el Día del niño en Bravo Murillo. La fiesta tiene muchas cosas que tiran para atrás, como las marcas regalando productos, algunas instancias del Ayuntamiento que no cumplen con la gente proponiendo juegos…la policía haciéndose fotos con los niños.

Julia y Darío se subieron al camión de la basura y les hice una foto. Y eso sí me gustó. Los bomberos, como cada año, llenaron la calle de espuma, consiguiendo que la calle Ávila pareciera una calle nevada del Caribe. Y eso también me gustó.

Mi alma libertaria tira de mí para que odie una fiesta de encuadramiento estatal (a nivel Ayuntamiento), mientras que mi alma popular se lo pasa pipa con la gente invadiendo una de las vías de más tráfico de Madrid. Mi lado más contemporizador disfruta con los servicios públicos que no son de control participando de la fiesta. Mi yo cascarrabias no puede dejar de pensar que estas fiestas –como el carnaval- no son más que refuerzos del sistema a través de la excepción: la calle por un día, la inversión de valores por un día, las mujeres que mandan por un día…para que el resto de días siga siendo lo mismo.

Mis yoes y yo tampoco nos peleamos demasiado, hemos convenido que un año de estos hay que tomar el Día del niño, echar a la policía, subir la música y que lo zancudos y vendedores de globos corten la cinta del Bravo Murillo de Todos Sin Ellos.

Quedan inaugurados los nuevos comentarios ¡conversen en (des)orden!

conversar

Acabo de instalar un plugin para que el sistema de comentarios se gestione a través de GNU Social. Concretamente a través del nodo La Matriz, mantenido por los buenos amigos de Las Indias. ¡Ah! El plugin lo han desarrollado desde dentro, con Manuel a los mandos.

La verdad es que el un blog como éste, minoritario, hace tiempo que los comentarios son sólo una gozosa excentricidad, que llega de tanto en tanto. Creo que esta nueva forma de integrar las conversaciones del blog con las del nodo de GNU-Social La Matriz (que tiene la particularidad de permitir buenas parrafadas en lugar de los habituales 140 caracteres) abre una perspectiva interesante a la conversación.

Una no-defnición para entendernos rápido. GNU Social es una red social similar a twitter libre y distribuida (esto es, podemos conversar desde distintos nodos-servidores). Es mucho más que eso pero puede ser un buen principio. Quizá hayáis oído hablar de ella bajo una de sus manifestaciones, quitter, que hace pocas fechas se puso bastante de moda.

Mi primera impresión es que, pareciéndose a twitter, hablamos de cosas muy diferentes. Quizá no nos valga aún para gritar mensajes, pero nos sirve para que las comunidades podamos reflexionar internamente,

Se admiten comentarios al respecto.

Lo que aprendí de política en el parque no lo aprendí en la universidad

No vale con estar. No vale con pasar, hay que vivir en un parque. Con los colegas y las colegas, con los que no lo son pero también viven allí contigo. En el parque podías aprender, sin ser protagonista de nada, sólo mirando. Podías ser un pringado como yo y dejar de serlo un poco. En el parque confrontabas temores, rebajabas tus humos, reías, crecías, llorabas. Aprendías que la vida sigue cada día muchos caminos diferentes de los que marcan las señales. Y mucha gente los transita. Conocías gente que se curaba al contacto con otra gente, gente que ya no tenía cura pero podía ser acogida, gente refulgir y peña a la que la vida ha pulido cualquier rastro de brillo.

En un parque construyes recuerdos que llevan pegadas canciones de guerra y camaradería. Esas que hoy te pones fregando para oler a tierra fresca. En un parque los raspones escuecen.. En un parque las ventanas vigilan, y encuentras los setos. En un parque aprendes lo que vale una fuente y que la mejor disposición de los bancos no es la que puso el Ayuntamiento, es la que vosotros decidís. Arrancando y plantando el banco de nuevo. En un parque intuyes que las verjas están para ser agujereadas.

En un parque aprendí todo lo que no me querían enseñar en la universidad. Aunque no tardé en encontrar, también allí, compinches de parques. En la universidad quisieron venirme con aquello de la distinción. Ya ves, que estar ahí significaba algo. Quisieron enseñarme a pensar al dictado. Mi universidad estaba lejos, en el campo. El tren entraba en un tunel y salía en una ciudad separada de la vida real. Pero siempre hay grietas: las trae la gente consigo.

Ahora sigo en una red social, la que permite parrafadas más largas, a gente que lleva a gala SER LA UNIVERSIDAD. Se esconden de la vida tras Gramsci, Foucault y el glosario de términos pedantes. Pertenecen a un partido político, a uno que quizá vote precisamente porque le he perdido el respeto al voto. Porque no cuesta ni vale. Cuando los leo pienso que pasaron por el parque de turistas. Para un botellón o para darse el lote, a lo sumo. Son esa gente que no cuidaba el parque porque no sabía lo que podían extraer de él. Son esa gente que mira a sus compañeros trabajadores de la universidad con condescendencia. Algunos ganan más que ellos, pero ellos apenas se matricularon en el doctorado se compraron un maletín de piel e irguieron la barbilla. Son los que cuando hay huelga en la universidad no van a la asamblea si no es para dar una clase. Venga, que ya lo sé, que no sois todos así. Pero existís cabrones, os veo cada día desde mi puesto de trabajo, y nunca os vi en el parque.

Un parque te vacuna contra los sabiondos. No impide que vayan a ser tus jefes, pero te ayuda a mantenerles la mirada. Entiendes que hay códigos que no se nombran, aciertas si te callas a tiempo, y te ilusionas con la admiración que sientes por otra gente. En un parque aprendes el valor relativo del tiempo. En una noche de parque, que todo lo iguala, te pones en la piel del otro. En una noche de verano, en el parque, conoces el tembleque de ganar en la vida por una vez. Eso es importante, te ayuda a mirar de frente.

En un parque puedes hacerte gregario, sufrir acoso o convertirte en un cabronazo también. Un parque no es un Edén, es un manojo concentrado de vida.

Un parque, o la calle, o la gente, toda la gente diversa. Instalarte en ellos, contaminarte y mancharte. Sólo eso te puede salvar, solo en esos lugares puedes aprender las cosas esenciales de la política y la vida. Al menos es lo que me sucedió a mí. A ser muchos, a escuchar durante horas a gente, a cooperar, a convivir con el conflicto como algo natural, a odiar a la policía y a tener enfrente al bienpensante. Dije política, quise decir decencia.

Carta abierta a la Revolución Democrática

asamblea

Grupo de Desahucios y vivienda de Tetuán celebrando el alquiler social de Ana | @TetuanResiste

Bueno, no tanto. A las compañeras que, provenientes de movimientos sociales, se han embarcado durante el último año en la tarea de construir candidaturas de unidad popular para el Ayuntamiento de Madrid. Mejor.

Ayer, en Eldiario.es, publicaba un artículo Carolina León, que es una persona a la que admiro y de la que he aprendido mucho. También con ese artículo, en el que solamente me chirriaba un párrafo, seguramente menor, dentro de una premisa que comparto con entusiasmo: la de Ser todas alcaldes de Madrid. Un detalle que, sin embargo, abunda en el meollo del subtexto que me ha animado a escribir esta carta a la Revolución Democrática:

“Allí, cada dos semanas en nuestro micro abierto, se han acercado vecinos y vecinas que han podido expresar sus quejas (pasados cuatro años aún queda alguno que nos pregunta «¿y esto qué es?» Y se queda): hablan de lo poco que les llega la pensión, de lo largo que se está haciendo el desempleo, de su incomprensión por las obras en las aceras en la avenida que nadie ha pedido, de los impuestos y tasas inasumibles, de la decadencia del mercado del barrio…

¿Y qué hemos podido hacer con ello?

Escucharles. A lo mejor preparar una campaña de panfletos y carteles –contamos con una unidad de propaganda envidiable donde las haya– . A lo mejor ir a la Junta Municipal a dejar un escrito del que nos contestarían algún día –o no–. Organizarnos. Apoyar.

Sabíamos, intuíamos, que se podía hacer más.

Si para «hacer algo más» había que asaltar las instituciones… no sabíamos cómo”.

Pero… Carolina :(

¿No podemos hacer más? Ya se hace mucho más que eso cada día. En mi barrio decenas de familias se procuran comida y libros de texto con el Banco de Alimentos Autogestionado ; en todo Madrid se okupan espacios para vivir –se cuestiona la propiedad privada, esto sí es revolucionario- ; nos pegamos con la administración mucho más allá de escritos para conseguir los REMIs que nos corresponden ; la gente se proporciona su comida con huertos okupados, como los de Manoteras…Y de forma asamblearia, osea ¡democráticamente!

Es poco para la que está cayendo seguramente, sí, pero forma parte de un pequeño movimiento transformador (revolucionario). Un movimiento transformador que ha removido los consensos sociales de la Transición y permeado las barras de estaño de los bares de mi ciudad. Un movimiento transformador en cuyo contexto muchas personas han agarrado las riendas de sus vidas. En compañía de otras, como cuentas en tu artículo. Un movimiento transformador que cuenta con redes de cuidados en los barrios ¿Qué ha permitido la aparición de un movimiento municipalista peleón? Muchos de quienes estáis en el meollo institucional diréis qué me vas a contar a mí. Me consta. Ya lo sabéis entonces.

La cosa no iba contigo Carolina, perdona que te use para un ¡jo! mucho más amplio. Va con el discurso prendido a gran parte de lo de la toma de las instituciones estos días. Hasta aquí hemos llegado con el Apoyo mutuo de base, ahora necesitamos entrar en las instituciones para poder cambiar el mundo. Bien sea para gestionar mejor los recursos públicos, bien sea para echar a la mafia, o como Caballo de Troya –hackeo-, según quien lo relate.
Yo a veces voto y en esta ocasión, os lo digo ya, os votaré. Pero no me vengáis con revoluciones democráticas por favor, esas cuando se produzcan. Ninguno lo diréis, claro, pero en este discurso hay algo de superación de fase y de pasar a jugar al patio de los mayores. De negación de la capacidad transformadora de otros trabajos dentro de los movimientos sociales. O así me resuenan muchas cosas.

El movimiento institucional aún no ha conseguido cambiar la realidad. Es pronto para juzgar que no lo conseguirá (y deseo que sea posible), pero está muy lejos de formar parte de una revolución democrática, muy lejos –desde luego- de serlo en sí mismo. Ojalá se ganen elecciones, se salven las trampas de las necesarias alianzas, podáis cortar los brazos de los mil tentáculos del sistema que os agarrarán los tobillos…y podáis empezar a cambiar cosas.

Entonces algunos seguiremos estando medio enfrente porque estamos por convicción al otro lado de los que mandan, aunque manden obedeciendo. No os lo toméis a mal, que ya os he dicho que os voy a votar pese a todo. Contradictorio que es uno.

En resumen: palabras muy gordas, un discurso superador…y gente susurrante que, de verdad, lleva ventaja en esto de los movimientos transformadores.

Arquitecturas efímeras como grietas en la ciudad oficial

recon

Debajo de mi casa hay un gran descampado, fruto de una operación inmobiliaria encallada. Cuando llegué a vivir aquí solía maldecir a los grupos de vecinos que dan de comer a los numerosos gatos que habitan lo que, en tiempos recientes, fue una calle, y hoy es un erial por culpa de la corrupción urbanística. Las vecinas –hay de ambos géneros, pero predominan las mujeres- suelen construir con material de obra abandonado pequeñas casetas, refugios para dar cobijo a las camadas gatunas. Modestísimas arquitecturas efímeras.

Yo venía pertrechado de serie con prejuicios que me alertaban de lo inconveniente de tener una población de gatos incontrolada junto a mi casa. Poco a poco, sin embargo, fui observando que en realidad no había ninguna razón importante que sustentara mis prejuicios: desde mi ventana veía vida en el descampado, mi hija fue familiarizándose desde pequeña con la presencia cercana de animales en libertad y he observado cómo se ha creado una pequeña comunidad vecinal, muy diversa, alrededor del rito de alimentar a los animales y adecentar el espacio. En un momento dado, el Ayuntamiento, que no mantiene el descampado más allá de una limpia anual, lo valló, y la comunidad de los gatos se las arregló para habilitar rápidamente nuevas entradas al solar. No sé si podríamos hablar de micro resistencia, pero desde luego hoy algo germina en un espacio vaciado por las máquinas excavadoras.

Las élites siempre han construido sus propias arquitecturas efímeras: los arcos del triunfo provisionales para desfiles, el pabellón nacional de una Exposición Universal o el montaje disneyficado de Cortilandia. En este caso, las arquitecturas efímeras se superponen a la ciudad ordenada, se adhieren a ella de forma planificada y su fin es reforzar el statu quo. Se retiran, como llegaron a ella, sin ningún tipo de conflicto.

Pero existen otros tipos de arquitecturas efímeras, las levantadas por la gente común, que plantean un conflicto para la ciudad ordenada desde su misma naturaleza: vienen a emborronar la planificación urbana, a resaltar sus carencias o, incluso, a combatirla.

Un buen ejemplo de arquitecturas efímeras, esencialmente idénticas, que se integran en la ciudad oficial o la desintegran, dependiendo de su relación administrativa con la misma, son los puestos de venta callejera. Su condición cae de un lado u otro en función de la tenencia o no de una licencia. La historia del Rastro de Madrid se puede leer desde la clave de la creciente normativización de estas estructuras temporales.

Es también efímera la morada hecha con materiales de derribo de quien carece de otro hogar, y puede ir, según su sofisticación, desde un envoltorio de cartones a lo que conocemos como una chabola. La violencia, estructural o directa, que habitualmente sufren sus habitantes es perversamente diversa: exclusión social, sufrir palizas, expulsión de la ciudad…Queda pendiente para otro momento hablar de la autoconstrucción y el urbanismo espontáneo, en el origen de casi todos nuestros barrios e indiscriminadamente destruido. Un urbanismo no efímero y, sin embargo, violentado para darle fin.

Hay muchísimos más ejemplos de arquitecturas efímeras populares. A lo largo de la historia han aparecido muchas veces vinculadas a las festividades populares. Un buen ejemplo que ha llegado hasta nuestros días lo encontramos en las Fallas de Valencia.

Y la barricada, claro, la arquitectura efímera más al extremo en la cadena de conflictos urbanos, estrechamente ligada a la historia de la ciudad capitalista.

El pasado domingo, 1 de marzo, unas doscientas personas acudieron a la llamada para reconstruir la casa de Ofelia Nieto 29, derribada salvajemente el día anterior por el Ayuntamiento y la Policía Municipal de Madrid. La reconstrucción popular de espacios vejados por las autoridades tiene antecedentes, como la obra en marcha del Centro Social Can Vies, en Barcelona, pero de lo que se trataba en Ofelia Nieto, al menos de momento, no era tanto de levantar una casa como de hacer un acto simbólico y organizar la resistencia. Se levantó un pequeño muro y se pintaron lemas en el solar ante la mirada de la policía.

Al día siguiente las grúas volvieron escoltadas por la policía a Ofelia Nieto 29, esta vez para desescombrar el solar…y acabar, de paso, con los restos materiales de la batalla simbólica que se había librado el día anterior. Adiós al precario muro, adiós al buzón que habían colocado los propios miembros de la familia propietaria de la casa entre aplausos.

Las autoridades saben de los caminos imbricados que siempre han recorrido la fiesta popular y el levantamiento. Durante el Antiguo Régimen era frecuente que los motines estallaran en coincidencia con fechas del calendario festivo (el Motín contra Esquilache estalla un Domingo de Ramos, por ejemplo). Lo de ese domingo, lejos de poder ser una fiesta, fue una celebración del apoyo mutuo y una representación simbólica de la resistencia que está por reavivarse en torno a un espacio.

No es casual que, durante el día, se cortara la calle, se gritaran consignas políticas y se organizara una manifestación a la Junta de Distrito para llevar parte de los cascotes del derribo. No es de extrañar tampoco que al día siguiente se destruyera la arquitectura efímera resultante de aquel día por parte del Ayuntamiento: saben lo poco que media de la celebración a la barricada.

El urbanismo defensivo es un callo de la ciudad

arreglaRecientemente se movió mucho en los círculos activistas de Madrid la magnífica campaña Arregla tu marquesina, de Distrito 14, un colectivo antifascista del barrio de Moratalaz. En la campaña se invita a eliminar el apoyamanos que, en las nuevas marquesinas de autobús que se han instalado en Madrid, impiden tumbarse a personas sin techo:

Las nuevas marquesinas de autobús suponen un mensaje desde el Ayto. de Madrid claro y directo para las personas sin hogar: además de no dejarles dormir bajo un techo digno, les impiden también hacerlo en estas marquesinas nuevas

Debido a ello, nos vemos en la obligación de responder al ayto con otro mensaje igual de claro y directo: la solución a la mendicidad no es la invisibilización de la misma, sino el cumplimiento de un derecho fundamental: el derecho a una vivienda digna.

Por eso, desde el colectivo de jóvenes de Moratalaz “Distrito 14” hemos decidido eliminar de manera simbólica esta medida «anti personas’, y denunciar el sistema capitalista que, teniendo más de 3 millones de viviendas vacías en todo el Estado, se preocupa más en desahuciar a miles de familias en vez de garantizar los derechos fundamentales de la gente.

La campaña iba acompañada de fotografías y vídeos de las acciones, que pronto fueron replicados por colectivos de los distintos barrios de Madrid.

Lo que aquí se denuncia es el llamado urbanismo preventivo o defensivo, que cada cierto tiempo se asoma a los medios de comunicación y resuena en los círculos más concienciados con lógica indignación, así sea ante pinchos metálicos colocados a las entradas de algunas casas y supermercados en Londres o del Burger King de Tribunal. La finalidad es evitar que el espacio sea utilizado por personas sin hogar para dormir o sentarse. Ligado a este fenómeno, y bajo la misma denominación, aparecen otras prácticas disuasorias, como los bancos de una sola plaza, que han proliferado mucho los últimos años.

Estos elementos llamados defensivos (y que más bien parecen ofensivos) podrían ser entendidos como callos de la ciudad, en el sentido de durezas anómalas, feas y cicatrizadas, que evidencian a nuestros ojos agresiones que cotidianamente se ofrecen de forma más sutil. El territorio se construye en las sociedades contemporáneas en base a discursos que dotan de ojos y brazos a la ciudad. Uno de los discursos que modelan hoy nuestras calles es el que troca desigualdad y pobreza por peligrosidad en la mirada del viandante. En aras de esta perspectiva securitaria, que todo lo impregna, se produce desplazamiento dentro del espacio urbano. Un desplazamiento diferente, en cierto modo, a la habitual expulsión de un barrio a otro: una segregación interior.

El callo del urbanismo defensivo, probablemente, nos permite asimilar la violencia simbólica, que se da en la ciudad, a la violencia física, encarnada en pinchos que entendemos lacerantes a simple vista, en objetos amenazantes que, como los cristales rotos de las viejas tapias, nos permiten identificar fronteras interiores.
Mientras caminamos indiferentes somos observados por cientos de ojos de cristal que nos videovigilan, mucha gente es parada por la policía por el color de su piel o su aspecto exterior, y otros son multados por tocar música en la calle o beber.

El urbanismo preventivo obedece a este mismo paradigma de control social y expulsión de la anormalidad. Son muchos los informes técnicos, congresos académicos o comisiones públicas que se dedican a crear la fraseología que luego planificadores urbanos y policías trasladan de la maqueta a la calle.

De alguna manera, surgen desde los años setenta distintas tendencias dentro de la criminología y el urbanismo que han venido condicionando los últimos años el diseño de nuestros barrios. Se puede indagar en el tema buscando referencias sobre geoprevención.

Ya en 1961 la conocida urbanista Jane Jacobs se había referido al control social informal en Muerte y vida de las grandes ciudades norteamericanas, involucrando al ciudadano en la empresa vigilante. En su opinión, hacer que la calle se utilice a todas horas para distintas actividades propiciaría que los mismos ciudadanos pudieran velar por un uso cívico de la misma. Oscar Newman definió en 1972 el concepto de espacio defendible, continuando la línea de Jacobs pero introduciendo ya la criminalidad en la ecuación.

En los setenta nace la CPTED (Crime Prevention Through Environmental Design), creada por el criminólogo estadounidense Clarence Roy Jeffery, que insiste en la idea de que se puede anticipar el crecimiento de la delincuencia con un ambiente urbano determinado. Basa su teoría en cinco principios básicos, que sirven tanto para edificios como para la ciudad:

  • Control de accesos
  • Vigilancia: la idea es posibilitar que en todo momento uno pueda ver y ser visto.
  • Refuerzo territorial: considera que existen marcas territoriales, unas positivas y otras negativas, que influyen en el comportamiento de los ciudadanos. Los graffitis son considerados marcas negativas, por ejemplo.
  • Mantenimiento de espacios públicos: para hacer posible los puntos anteriores.
  • Participación comunitaria: inducir al ciudadano en el circuito de control social.

Relación muy directa con la anterior tiene la conocida Teoría de las ventanas rotas (Willson y Kelling, 1982), que explica que un entorno deteriorado promueve los comportamientos incívicos. Se trata de una ocurrencia elevada por muchos al rango de explicación científica, que ha llevado a generalizaciones tan absurdas como la que afirma que la criminalidad bajó en Nueva York en los noventa porque se limpiaron los graffitis del metro.

El origen de la teoría es un experimento psicológico de Philip Zimbardo en 1969. Éste abandonó un coche el Bronx con las placas de matrícula arrancadas y las puertas abiertas. En seguida se empezaron a robar los componentes del coche. Posteriormente, hizo algo parecido en un barrio rico de Palo Alto, California, y durante una semana el coche permaneció intacto. Machacó entonces algunas partes de la carrocería con un martillo y el coche corrió similar suerte que el del Bronx.

James Wilson y George Kelling lo llevaron a su terreno, afirmando que si en un edificio aparecen ventanas rotas el resto acabarán siendo destrozadas por vándalos, que entenderán el descuido como señal de que nadie cuida del edificio. Y al revés, mantener siempre el edificio inmaculado alejará a las personas incívicas.

Esta teoría fue inspiradora de las políticas de Tolerancia Cero, aplicadas en Nueva York por el famoso alcalde Rudolph Giuliani (con Willson como asesor). Giuliani es conocido, además de por haber sido alcalde durante el 11S, por haber propiciado una expulsión brutal de los pobres de Manhattan y haber perseguido a todo tipo de minorías. El drástico modelo Nueva York fue imitado en muchas ciudades del mundo, y el mismo Giuliani se convirtió en un importante asesor sobre la materia, contratado en 2002 para implantar su Tolerancia Cero en México DF.

La teoría y la política han tenido muchas críticas. Además de los importantes componentes éticos, desde el punto de vista de la disminución del delito hay que decir que éste bajó no sólo en Nueva York durante los años noventa: también lo hizo en numerosas ciudades norteamericanas que no siguieron este tipo de políticas. Una de las críticas más frecuentes a la teoría es la inmensa simplificación que supone, obviando que casi todos los fenómenos complejos tienen un origen multicausal. Para estos años, por ejemplo, se ha señalado que el consumo de crack, tras los años iniciales de la explosión yonki, había ya bajado mucho.

En Madrid, en el año 2007, se editó el Atlas de la Seguridad de Madrid, elaborado por el Observatorio de la Seguridad del Ayuntamiento de Madrid. La comisión que se formó para su elaboración reunía a miembros de la policía municipal, a investigadores universitarios y al Área de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid. El trabajo se tradujo en un mapa de riesgos (en realidad muchos mapas, construidos con tecnología SIG), que pretende, con los datos de las intervenciones policiales, trazar relaciones entre el urbanismo y la criminalidad. El trabajo sirve de base para elevar propuestas de reforma de plazas y otros espacios públicos.

Las plazas duras a las que nos hemos acostumbrado durante las últimas décadas en Madrid (Callao, Santo Domingo, Luna y tantas otras en todos los barrios) responden, además de a un objetivo de rentabilidad de la calle – a través de su alquiler a terrazas y ferias-, a los criterios de vigilancia informal de los que estamos hablando. Un espacio desbrozado de árboles y de otros elementos propicia la visibilidad continua. El ver y ser visto: un espacio defendible, adecuado para la vigilancia informal de los propios ciudadanos imbuidos de la ideología de la civilidad y el miedo.

Un espacio desbrozado también de asambleas o botellones por las normativas municipales ; de actividad comunitaria por aridez y la falta de bancos…y de sin techo a través del urbanismo defensivo, callo de la ideología de la ciudad neoliberal del que hablábamos al principio

ALGUNAS PISTAS:
La seguridad en las ciudades: el nuevo enfoque de la geoprevención
Sobre el Atlas de la seguridad de Madrid
Las políticas de gentrificación en la ciudad neoliberal : nuevas clases medias, producción cultural y gestión del espacio público : el caso de Lavapiés en el centro histórico de Madrid

 

Brigadistas y mujeres extranjeras durante la Guerra Civil Española

El otro día las amigas del recomendable programa de radio feminista Sangre Fucsia me invitaron a participar en el programa que estaban preparando sobre las milicianas. Les mandé una pieza grabada. Os dejo aquí el texto que lei y cuando esté disponible el podcast lo añadiré al post. Un pedazo de honor: ya he participado en mis dos programas de radio favoritos.

Miliciana en la playa de Barcelona. Famosa fotografía de Gerda taro

Miliciana en la playa de Barcelona. Famosa fotografía de Gerda taro

 

A la Guerra Civil Española vinieron a luchar más de 35.000 voluntarios, procedentes de 54 países. A aquellos que se encuadraron en las llamadas Brigadas Internacionales, suelen sumarse otros que vinieron a título individual o por otras vías de la militancia política. Más de un tercio murieron aquí y entre 600 o 700 fueron mujeres. Mujeres profundamente imbuidas de antifascismo y de internacionalismo, que en muchos casos tuvieron que lidiar con el desprecio y la incomprensión por dejar su deber de cuidar a la familia y ocupar un espacio, el bélico, en el que históricamente ha reinado el hombre.

La norteamericana Lini De Vries, escribió en 1937 “Tal vez nunca más en la vida vuelva a estar con personas de tantos países y tan idealistas, inteligentes y nobles. Sin embargo, tenía complejo de culpabilidad por estar en España. Había dejado a mi hija pequeña en Estados Unidos, aunque estaba en buenas manos. Me debatía entre mi sentimiento de culpabilidad y el amor que tenía al servicio”.

Muchas de estas mujeres participaron en labores sanitarias, se ha llamado el mito del Ángel Curador, aunque en la misma línea de frente, no necesariamente en la retaguardia; otras participaron de labores propagandísticas – el Ángel de la Propaganda– y otras empuñaron, al menos durante los primeros meses, las armas.

A diferencia de la mayoría de las milicianas que participaron en la Guerra Civil, muchas de estas extranjeras pertenecían a la burguesía. Algunas de ellas de alta alcurnia, como Katherine Atholl, conocida como La Duquesa Roja, de rancio linaje escocés. Ya durante la Primera Guerra Mundial había convertido su castillo en un hospital. Pese a pertenecer al Partido Conservador y tomar el té con el primer ministro Chamberlein, fue una furibunda enemiga del no intervencionismo británico. En 1937 organizó la visita a España de una delegación de mujeres parlamentarias inglesas.

Sin embargo, muchas mujeres que vinieron a España provenían también la clase trabajadora. Es el caso de Salaria Kea o de Ethel MacDonald.

Salaria Kea nació en el estado de Georgia y vivió en Harlem. Trabajando como enfermera tomó conciencia de la discriminación a hacia los negros, se hizo comunista y, ya en 1935, se implicó en una campaña para organizar la asistencia médica a Etiopia, tras la invasión de Mussolini. En su propio país se le denegó el ingreso a la Cruz Roja, “tú piel causaría más problemas de lo que podría ayudar”, se le dio como única respuesta. En 1937 viaja a España con el célebre Batallón Abraham Lincoln, junto con doce compañeras y un equipo de médicos.

Otra mujer de origen humilde fue Ethel MacDonald, conocida como La Pimpinela Escarlata Escocesa o La Anarquista de Glasgow. Perteneciente a un grupo anarcomunista, decide pasar a Barcelona durante la guerra. Como no tenía dinero tiene que hacer todo el camino, a través de Francia, a pie. Allí se hizo conocida como locutora de radio, haciendo locuciones en inglés en Radio Barcelona, dirigida por la CNT. Durante los famosos hechos de Mayo de 1937, que suponen el final de la revolución anarcosindicalista en la ciudad y la represión de los militantes anarquistas, ayudó a muchos de ellos a escapar. Ella misma tuvo que pasar a la clandestinidad y fue hecha prisionera. Finalmente tiene que escapar a su país, donde es recibida como una heroína. La Anarquista de Glasgow es quizá una de las pocas mujeres que se convirtieron en leyenda viva y no ha habido que reivindicar pasados los años.

En el brigadismo hubo también un fuerte componente de aventurismo e idealismo, que hizo que vinieran a España muchos artistas y escritores.

Como Felicia Browne, pintora y escultora, británica y comunista, a la que sorprendió la guerra en Barcelona, a punto de asistir a las Olimpiadas Populares, que debían haber empezado el día que estalló la contienda. Decidió incorporarse a una columna del frente de Aragón, como muchos de los participantes en las olimpiadas. Murió intentando volar un tren franquista cargado de munición. Felicia reúne distintos estereotipos de bri gadista, es una intelectual pero también es una militar.

Entre las mujeres que pusieron su arte al servicio del activismo en España destacan las fotógrafas, como Katy Horna (o Gerda Taro y Tina Modotti, de las que hablaremos también). La húngara Horna aprendió a usar la cámara en un prestigioso taller de Budapest y en París, donde trabajó para la Agence Photo. Son famosos sus trabajos próximos al surrealismo como la imagen Hitler eye (que consiste en un huevo con bigote) o historias de amor entre verduras. Durante la guerra fue contratada por el gobierno de la República para hacer una serie de reportajes, que tienen el gran valor de mostrar la vida cotidiana y los ámbitos femeninos: la mujer amamantando, la mujer que lleva la comida al campo de batalla o los interiores después de los bombardeos. Ta ién colaboró con revistas anarquistas, ámbito en el que conoció al artista andaluz José Horna, de quien tomó el apellido y con quien se instaló en México después de la guerra.

No fueron pocas las mujeres que vinieron a España junto con sus maridos o parejas, y en algunos casos han quedado eclipsadas en las páginas de la Historia por ellos. Es el caso de la escritora Marthe Gellhorn o de la fotógrafa Gerda Taro. Marhe Gellhorn es considerada por muchos como la primera corresponsal de guerra (aunque la española Carmen de Burgos Colombine le disputa el honor). Tras su paso por España cubrió el Desembarco de Normandía, la liberación del campo de Dachau, Vietnam o Nicaragua. A pesar de ello es conocida por muchos por haber estado casada cinco años con Ernest Hemingway.

En el caso de Gerda Taro, no ha sido hasta los últimos años cuando ha empezado a tener el reconocimiento que su figura merece y, en todo caso, se la ha nombrado como la pareja de Robert Capa. En realidad, Capa fue una creación de la propia Taro: ella fue quien rebautizó a un joven Robert Friedman como Capa, pseudónimo que ambos utilizaron para firmar indistintamente, al parecer. Taro llegó en 1936 a España y se labró una merecida leyenda como reportera de guerra que terminaría un año después, cuando muere aplastada por una tanqueta en Brunete. En 2007 fue noticia mundial la aparición en México de una maleta con 4500 negativos del maestro Capa. Luego se ha ido sabiendo que muchas de las fotografías pertenecen a Gerda Taro y a otro fotoperiodista, Chim.

Dos de mis figuras favoritas, de entre las mujeres extranjeras que vinieron a luchar contra el fascismo y por la revolución, son Tina Modotti y Emma Goldman.

A La Modotti llegué porque todos los días pasaba por el colegio de los Salesianos, en la calle Francos Rodríguez, en Madrid. Cuartel del Quinto Regimiento, origen de las milicias populares y lugar donde están tomadas muchas de las imágenes de milicianas de mono azul. Aquí y en el próximo hospital que el Socorro Rojo instaló en Cuatro Caminos pasó sus días en Madrid. A partir de esas piedras tiré del hilo de Tina Modotti y a partir de ella del resto de mujeres de las que estoy hablando ahora

Aquí vino en 1936, pero su figura trasciende con mucho la historia de España. Neruda le dedicó un poema, el que contiene el conocido verso “¿Por qué el fuego no muere?”, trabajó como actriz en Hollywood (de origen italiano, había emigrado a Estados Unidos de pequeña), vivió la bohemia y se hizo fotógrafa. Luego se pasó al activismo en México, donde frecuentó círculos revolucionarios, a Diego Rivera y a Frida Kahlo, viajó a la Rusia soviética…En fin, una biografía increible que está recogida en un libro no menos increíble de Elena Poniatowska : Tinísima.

Y de Emma Goldman qué decir, la prensa norteamericana la bautizó como La mujer más peligrosa del mundo, pero podríamos añadir que fue también de las más fascinantes. La conocida anarquista, en cuanto estalló la guerra -y la revolución- intentó instalarse en España. No lo consiguió pero vino varias veces. En una de ellas estuvo en el frente de Aragón, donde quedó muy impresionada por las colectivizaciones e hizo buenas migas con Durruti, al que dedicó un entusiasta artículo tras su muerte.

Y muchas más. Me produce sonrojo que, intentando visibilizar la historia de las mujeres que vinieron a luchar, queden otras sepultadas, quizá por no ser intelectuales o, simplemente, porque sus biografías están por rescatar.

La historiadora Angela Jackson ha recopilado numerosas entrevistas a brigadistas británicas. En ellas hay una constante: la Guerra Civil marcó su vida para siempre. Muchas de ellas siguieron organizando la ayuda humanitaria cuando se fueron , estuvieron con los refugiados españoles de campos franceses como Argelés y acabaron en la Segunda Guerra Mundial, algunas, en campos de concentración.

En la mayoría de los casos han dejado su historia en memorias o correspondencia, pero no hicieron, tampoco las que eran intelectuales, de la Guerra de España material de su gran obra épica, como Orwell o Hemingway. Sus nombres no están grabados en placa alguna ni impresos en las páginas de la Historia más que como notas al pie. Por eso es de justicia que aprendamos a decirlos en voz alta.

La ciudad sin espacios para el conflicto

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Uno de los mantras del discurso sobre el espacio público es la falta de espacios para la convivencia. Plazas, en un sentido casi más filosófico que urbanístico, si es que ambas cosas se pueden separar. Mucho menos se habla de la ausencia de lugares para el conflicto, siendo como es éste un ingrediente necesario contra la esclerotización de cualquier sociedad y para la oposición a las estructuras de dominación.

En primera instancia podríamos decir que ambas faltas son casi lo mismo: los espacios de desempeño de fricción social son el abono para la política. La plaza, de nuevo, donde cabe el desencuentro con nuestros semejantes y también la toma de postura común –política- contra el poderoso. Probablemente algunas de las conspiraciones antagonistas más audaces se habrán forjado en la cadena de montaje, la cafetería de la universidad o el patio del colegio.

Lo interesante de poner el acento sobre el conflicto es desenmascarar, también semánticamente, el telón discursivo que impide pensar en el conflicto como instrumento de cambio social.

La ciudad, pretendidamente de clase media y desconflictivizada, precisa del control y la represión. Son bien conocidas las teorizaciones sobre el desarrollo capitalista de la ciudad desde la reforma de Haussmann en París. Bulevares amplios para evitar barricadas y lanzamientos desde las ventanas, vías rápidas para el tránsito de mercancías. No insistiremos en ello.

Delegamos la gestión del conflicto en el Estado y en otros mediadores. Si tenemos que decirle al vecino que acabe ya la fiesta lo haremos hoy a través de un policía. Cada aspecto de lo que se puede hacer o no en la calle está reglamentado en nombre del civismo y la convivencia. Recientemente ha salido en prensa la intención de poner un límite de velocidad a los peatones en Madrid y, en general, las Ordenanzas Cívicas se aparecen como uno de los más acabados instrumentos de control social de baja intensidad, íntimamente relacionadas en la cadena panóptica con leyes abiertamente represivas como la llamada Ley Mordaza.

La ciudad diseñada como un continuo para la circulación niega el espacio público. De convivencia y conflicto. Un elevado porcentaje del espacio urbano está hoy ocupado por vías para la circulación rodada, y las aceras están hechas a imagen y semejanza de las carreteras. El coche es un espacio para el encontronazo sí – bajaremos la ventanilla e insultaremos- pero no para el conflicto entendido como un hecho social desarrollado, que incluye negociaciones, rechazos, concesiones…Por las aceras se circula como por una cañada cuyas únicas postas son los distintos espacios comerciales al paso. Un desconocido que te habla en la calle es un loco. El running ofrece, como última moda masiva, una buena metáfora de nuestro transitar autista, mercantilizado y presuroso. Con los cascos puestos.