Las Olimpiadas Populares de Barcelona y la victoria definitiva del deporte espectáculo

* Le dedico esta entrada a mi amigo Edu, que vive como nadie que conozca el deporte en sus aspectos más emotivos, solidarios y nobles. Aquello de lo que se habla a continuación quiso ir, en gran medida, de esto mismo.

Berlín, agosto de 1936, miles de brazos saludan a la romana en el Estadio Olímpico. Adolf Hitler y su Alemania nazionalsocialista gozan de la atención de casi todo el planeta. Aunque los documentales recalcan, una y otra vez, el desaire que supuso para el nazismo la exitosa competición del atleta negro Jesse Owens, lo cierto es que las Olimpiadas de Berlín fueron un éxito propagandístico de Hitler, y una bajada de pantalones más de la Sociedad Internacional ante la Alemania nazi.

Imagen en http://www.notinat.com.es

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Desde la óptica de un mundo en el que la visión del deporte como espectáculo de masas se ha impuesto definitivamente, cuesta imaginar una oposición a las Olimpiadas oficiales en forma de otras alternativas, con unos valores radicalmente distintos. Sin embargo, el mismo año que el olimpismo concedió al nazismo el subrayado de la Historia, se organizaron las Olimpiadas Populares de Barcelona, que debían haberse celebrado entre los días 19 y 26 de julio de 1936, con la participación de 6.000 atletas de 22 naciones. El comienzo de otra guerra internacional –aunque fuera civil y se librara en España- abortó in extremis la celebración.

Las olimpiadas obreras, llevadas a cabo por organizaciones políticas y sindicales de izquierda, nacieron en los años veinte en el contexto de una pugna no resuelta: la del deporte crecientemente profesionalizado y el deporte como elemento reapropiado por la clase trabajadora.

Hablamos de reapropiación porque el deporte, tal y como triunfó en el siglo XX y lo conocemos aún hoy, es hijo de la industrialización y herencia de la cultura de las élites del siglo anterior. El automovilismo, el atletismo (cross), el boxeo, el excursionismo, e incluso el hoy popular fútbol, fueron en principio entretenimientos de la nobleza y la burguesía industrial, vetados a las clases populares. A medida que los trabajadores fueron conquistando mejoras en sus jornadas y salarios más elevados, el tiempo libre se convirtió en una nueva mercancía, y a los juegos populares les salió la competencia del deporte de masas.

olimpiadaPero pronto los partidos y sindicatos de izquierda opusieron su propia versión de aquel deporte, propugnando valores menos comerciales. Nacieron clubes de barrio y de trabajadores por doquier. En Madrid, por ejemplo, el de la Ferroviaria estuvo muy arraigado entre la clase obrera del sur industrial. Además de a razones ideológicas, el deporte sirvió también para fines propagandísticos y de encuadramiento a los partidos políticos. Sólo entre los anarquistas, que prefirieron el ejercicio no competitivo (como el excursionismo o la gimnasia), se rechazó el deporte de masas, aunque fuera en su versión obrera.
No es de extrañar, pues, que fuera en la industrial y politizada Barcelona, donde antes calara el deporte de masas en sus dos versiones.

En las olimpiadas obreras (se celebraron en Fráncfort, Moscú, Viena o Amberes) no sonaban los himnos nacionales, sino La Internacional. Estaban organizadas por la Internacional Deportiva Obrero Socialista. Además, coexistieron las espartaquiadas, otras olimpiadas organizadas por una organización internacional comunista, la Sportintern. El nombre de Espartaquiada, que luego se extendería a los juegos deportivos realizados en la URSS, hace referencia a la historia del célebre gladiador. Aunque las Olimpiadas Populares que debían haberse celebrado en Barcelona no estaban organizados por ninguna de éstas organizaciones ( recibieron su apoyo, eso sí), los protagonistas de aquel momento también se referían a ellas con el atractivo apelativo de espartaquiadas.

Desfile de delegaciones | imagen en http://impressions-antigues.weebly.com

Desfile de delegaciones | imagen en http://impressions-antigues.weebly.com

Las olimpiadas de Berlín fueron concedidas a Alemania en 1931, pese a que ya se habían celebrado allí otras en 1916, por razones políticas: para dar respaldo a la nueva situación de alianza entre Francia y la República de Weimar, que hacía pensar en una nueva era de paz en Europa. Cuando Hitler accedió al poder, en 1933, fueron muchas las dudas que se suscitaron en el mundo del deporte, a pesar de lo cual se mantuvo la sede en Berlín. La familia olímpica se contentó entonces con que los alemanes aseguraran que no se marginaría a los judíos, obviando que ya se empezaba a hacerlo. Finalmente, no hubo ningún judío en las Olimpiadas de Berlín.

La situación despertó un clima de protesta internacional proclive al boicot y a la celebración de unas Olimpiadas alternativas. En este contexto, Barcelona tenía a su favor varias cosas para acoger aquellas olimpiadas. En primer lugar, contaba con la infraestructura adecuada. La ciudad tenía una larga tradición de tentativas de organizar las Olimpiadas desde los años 20, y había optado a las de 1936. Para ello se había construido el estadio olímpico de Montjuic. Tenía, además, las instalaciones de la Exposición Mundial de 1929. El triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 y la tradición obrera de Barcelona fueron también determinantes para el apoyo de la izquierda internacional, pero no debe obviarse que la iniciativa surgió desde abajo, del Comité Catalán pro Deporte Popular (CCEP). Se trataba de una nueva agrupación de entidades deportivas y culturales barcelonesas, no ligada formalmente a ningún partido. La primera idea que surgió en el seno de la asociación fue celebrar la Copa Thaelman, un festival deportivo en solidaridad con Thaelman, deportista alemán encarcelado por comunista. Posteriormente, concibieron la Olimpiada Popular y empezaron a recibir adhesiones internacionales.

Identificación de atletas

Identificación de atletas

Debemos entender la organización de la Olimpiada Popular en el contexto de la nueva política de Frente Popular, propugnada para frenar al fascismo en Europa, y en la que unieron fuerzas socialistas y comunistas. Las asociaciones deportivas internacionales de izquierda siguieron el mismo camino pactista que partidos políticos y sindicatos.

La mayoría de los participantes provenía de asociaciones deportivas inzquierdistas, aunque también se adhirieron otros deportistas que querían protestar por la celebración de los juegos oficiales en Berlín. De hecho, se produjo cierta ambigüedad sobre su carácter, que se puede rastrear en que las olimpiadas sean populares y no obreras. Se las llamó también Semana de Deporte Popular y hasta Semana del Deporte y del Folklore ( había agrupaciones musicales para la Olimpiada Cultural paralela). La prensa de derechas llegó a tildarla de separatista y de Olimpiada Judía Internacional. Sectores minoritarios, como el POUM, que creían que el deporte popular era igual que el deporte burgués, y no siguieron la consigna frentepopulista, no apoyaron la Olimpiada Popular.

Las Olimpiadas Populares fueron financiadas, sobre todo, el por el Frente Popular francés (con 600.000 pesetas), en contraprestación por no haberse desmarcado de los Juegos Olímpicos de Berlín, pese a que en Mayo había ganado Léon Blum las elecciones. El gobierno de la II República sí había renunciado a ellas. Aportaron dinero también el gobierno español, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona.

OlimpiadaPopular03Para que en las olimpiadas de Barcelona tuviera cabida el mayor número de personas se establecieron tres niveles de participantes (atletas de élite, expertos y aficionados) y se estimuló la participación femenina. Se inscribieron veintitrés federaciones, y las regiones y países no reconocidos tuvieron el mismo estatus (Argelia, País Vasco y Palestina, aunque esta última delegación era enteramente judía)

El 18 de julio atletas de diversas nacionalidades entrenaban en el estadio de Montjuic y confraternizaban, cada cual en su idioma, a pesar del ruido de sables que enturbiaba  el ambiente. Por la noche, el violonchelista Pau Casals dirigía los ensayos de la orquesta que había de actuar al día siguiente en la inauguración. De repente, irrumpió un emisario con la noticia de la sublevación militar y la suspensión de la Olimpiada. Casals se dirigió a la orquesta y al coro, y les conminó a ejecutar, por última vez, la Novena Sinfonía de Beethoven, que estaban ensayando.

Lo que debía haber sido un gran espectáculo deportivo en Barcelona se convirtió en un paisaje muy diferente el 19 de julio. Un atleta belga escribió en su diario:

Las calles están vacías bajo un sol abrasador (…) en la Plaza del Comercio chocamos con las primeras barricadas (…) cientos de metros más lejos vemos a unos sindicalistas armados (…) las barricadas aparecen cada 100 metros. Todas las calles laterales están bloqueadas (…) nos deslizamos a lo largo de las fachadas de las casas. Las balas silban a través de la plaza. Instintivamente doblamos la espalda y nos refugiamos en un portal (…) Vemos claramente cómo desde el campanario de una iglesia los francotiradores disparan por la espalda a los trabajadores que se encuentran tras las barricada

Según diferentes testimonios, algunos de los atletas congregados por el deporte participaron de la defensa de la República, o se alistaron, meses después, en las Brigadas Internacionales.

Echando hoy la vista atrás hacia las frustradas Olimpiadas Populares de Barcelona, reducidas a la categoría de anécdota histórica, uno piensa que sólo en la primera mitad del siglo XX cabe imaginar unas olimpiadas en las que el sujeto fuera el trabajador, pero también se pregunta si son aún posibles unas olimpiadas que proclamen el internacionalismo en vez de la nación, la solidaridad en vez de la competitividad y el deporte en lugar del espectáculo.

BIBLIOGRAFÍA:

Por qué ya no vendo mi libro en Amazon

Para ser completamente honesto he de decir que no he vendido nunca ninguno. Bueno, dos en formato electrónico y –creo- ambos a gente conocida. Por ello me llegó a casa un cheque de 1,02 euros que me temo he perdido. Ésta no es la razón por la que he decidido retirar el libro de la venta pero creo que es justo advertirlo: lo mismo si estuviera ganando una buena cantidad de dinero a través del portal la decisión sería más complicada.
Para quien no lo sepa, En la batalla urbana. Lucha de clases y gentrificación en Madrid es una recopilación breve de artículos (90 p.) aparecidos en diferentes páginas webs durante los últimos dos años. No es un libro ambicioso, y gran parte del impulso que me llevó a publicarlo fue el de experimentar con la autopublicación. Quería volver a los textos, corregirlos (gracias Rubén, por esto) y, sobre todo, quería probar a distribuirlos en librerías, en internet y a través de presentaciones.

Hice una pequeña tirada de 50 ejemplares que está a punto de agotarse (he vuelto a encargar una segunda de la misma cantidad). He hecho una presentación, llevado algún ejemplar a librerías y lo he puesto a la venta en Amazon…y ésta ha resultado ser la peor de las formas de venta posible (para mi libro). Es verdad que no he hecho demasiada promoción, pero también es cierto que el libro sale invariablemente en la primera página de resultados de Amazon para la búsqueda gentrificación desde el primer día.

Posición para la búsqueda "gentriicación"

Posición para la búsqueda «gentriicación»

Hoy de decidido quitarlo de la venta en Amazon ¿Por qué? Nunca me han gustado la política de estándares cerrados y las ansias monopolísticas de Amazon con el libro digital, pero sobre todo, me parece mal que compita en el mercado español sin pagar impuestos aquí. Esto lo hace más barato para mí como consumidor, pero más insolidario con el resto de concurrentes en el mercado editorial español y con todos los receptores de la redistribución económica en el lugar donde vivo. Cuando me mude a Luxemburgo, donde tributan, si eso ya me replantearé mi posición.
A estas cosas, que siempre me han molestado del gigante del e-commerce, se unió el año pasado haberme enterado de que Jeff Bezos paga a sus empleados sueldos de auténtica miseria y les trata fatal. Este año se ha montado una campaña de boicot a la empresa por estos motivos que, simplemente, me han hecho pararme cinco minutos a pensar en ello y tomar la decisión.

No soy un fanático de las purezas en esto del consumo. Asumo que todos tenemos nuestras contradicciones (no sería capaz de dejar la Coca Cola ni con un tratamiento de metadona) y se me antoja inabarcable llevar una traza ética de todos los productos que consumimos. Sin embargo, tampoco es justo obviar nuestra responsabilidad como usuarios o consumidores. No es fácil hacerlo continuamente, pero una vez uno se enfrenta a su relación con una empresa…ha de saber qué posición asume frente a ella.

A partir de ahora, si a alguien le interesa el libro puede ponerse en contacto conmigo a través del correo eltransito@gmail.com y le indicaré como obtenerlo. Esperaré a tener el próximo libro que voy a autopublicarme, a principios de 2015, para llevar más ejemplares, también, a distintas librerías. Quien quiera, puede descargar una versión en PDF (sin portada, por lo demás la misma maqueta que en papel) desde la barra lateral de este blog. Hasta ahora no podía ofrecer la descarga gratuita porque contraviene el contrato con Amazon. Cuando tenga un rato elaboraré una versión en epub.

Además, como servicio de impresión a demanda he utilizado para este libro una compañía propiedad de Amazon. Para el siguiente, ya antes de tomar esta decisión, había decidido trabajar con una imprenta local, con un trato más cercano y personalizado y precios similares (estoy aún entre una par de ellas)

* Aunque he dado de baja el libro, sigue saliendo en Amazon, y ahora con un precio muy superior al real. Espero que se trate de una cosa temporal…

* Escuchar el podcast del programa Barrio Canino donde hablo del libro

P.S: El libro En los dominios de Amazon, de Jean-Baptiste Malet, pese a ser tremendamente crítico con la empresa, se vende en Amazon. Creo recordar que leí en una entrevista que era por asuntos tocantes con los contratos con sus editoriales. En este caso, la libertad de la autopublicación me favorece. Evidentemente, para otras cosas (la calidad de la edición o la distribución) una editorial profesional es un activo importante.

Scuttlers. De cuando el fútbol sirvió para controlar a las bandas juveniles

scuttlers

Estos días estaba  leyendo cosas sobre los scuttlers (pandilleros juveniles de Manchester, y por extensión británicos, durante finales del XIX y principios del XX). La cosa se puede conectar con algunos acontecimientos tristes de la actualidad y da para pensar que las cosas no son siempre unívocas.

Podemos partir de 1890. Aunque el fenómeno viene de atrás, este año se produce una pelea que implica a cerca de medio millar de jóvenes. La pelea fue muy sonada, la madre de todas las broncas en Manchester.

A pesar de que las refriegas entre estos jóvenes de la clase obrera inglesa  fueron frecuentes, apenas se registraron víctimas mortales durante estos años. Se trataba más bien de rifi-rafes territoriales, pese a lo cual la prensa y la literatura crearon una imagen de terror de ellos  y de su indumentaria (solapas, gorrilla, pañuelo, flequillo…) que llegó a ser asunto de interés nacional.

Se trata de un fenómeno común a todas las urbes capitalistas del momento: la creación de un estereotipo que generara miedo a las clases bajas, localizadas desde aquellos mismos años en sus propios “barrios bajos”.  Desde la prensa empezaron a llamarlos hooligans, una referencia racista a un apellido irlandés, y empezó también a aparecer literatura que abundaba en el prejuicio y la criminalización.

En París fueron los Apaches, en Madrid –pese a ser una ciudad más “industriosa” que industrial- los “golfos”, y en Barcelona los habitantes del Barrio Chino. La historia de cómo empezó a llamarse, ya en los años veinte, así al Raval, es significativa de cómo el fenómeno se repite en todo el mundo occidental: un periodista inventó el nombre porque vio una peli en la que salía el barrio Chino de San Francisco, y lo nombró igual en prensa porque en ambos se daba la prostitución, la trata de blancas, etc.

No se trata aquí de decir que en la vida de estos chicos no apareciera el ingrediente de la violencia (de hecho la violencia estructural atravesaba sus vidas y la violencia física estaba presente en aquellas calles), sino de explicar que se construyó una “identidad del enemigo” entorno a este elemento. Y sólo a este.

Las autoridades acabaron con el fenómeno mediante la represión y el encuadramiento social: programas educativos especiales o condenas ejemplares (algunas a trabajos forzados)…pero también se canalizó su tiempo a través de la popularización de espectáculos de masas como el cine o el deporte

Así, nació el  St. Marks Football Club, que unió y acogió a los chicos del barrio de West Gorton, en Manchester. Desde 1984 este equipo se llama Manchester City F.C.

 

Salvador Bartolozzi, el Toulouse-Lautrec de los apaches

Treinta mil apaches enfrentándose a la policía en pleno centro de París. Armas artesanales (una pavorosa pistola que, al mismo tiempo, funciona como navaja y puño americano). Técnicas de combate callejero. Noches sin fin donde los apaches son los amos. Danza apache. Bandidos sociales. Caos, terror y anarquía en el París de la Belle Époque y más allá: en pocos años, los apaches se extienden a España y la prensa habla de ataques apaches en Madrid o Barcelona.

Los apaches, una de las subculturas más fascinantes de la historia, fueron uno de los fenómenos culturales y sociales más salvajes e interesantes del siglo veinte. Surgidos en plena Belle Époque francesa, llenaron las portadas de los periódicos con sus célebres crímenes y su extrema violencia. Durante años, controlaron algunos barrios de París, donde extendieron su dominio y propagaron el terror. También dominaron la noche: crearon una «danza apache» y lucieron un aspecto inconfundible a medio camino entre el dandismo y el hampa, que más tarde se reflejó en numerosas películas, musicales y obras de teatro. Cada semana se publicaban noticias de robos, atracos y enfrentamientos con las fuerzas del orden gracias a su actitud escurridiza, hermetismo y su gran capacidad para responder al acoso policial. La situación se desbordó cuando protagonizaron batallas campales en pleno centro de París y acabaron con la vida de varios policías. Ante ello, se creó un poderoso escuadrón antiapache formado por agentes especialistas en la lucha cuerpo a cuerpo

Andaba fascinado por las numerosas representaciones de apaches contenidas en el libro Apaches. Los salvajes de París, que acaba de editar La Felguera y, viajando de enlace en enlace, he llegado a la figura del ilustrador Salvador Bartolozzi, al que no conocía. El artista frecuentó en su juventud los ambientes apaches del París de principios del XX, y plasmó sus figuras de forma alejada de la habitual caricatura.

Me he tirado horas mirando, fascinado, las pocas ilustraciones del autor sobre el asunto que he encontrado en la red, y he hecho un resumen sobre el autor y el tema que bebe de la información contenida en la tesis doctoral de David Vela Cervera. Este trabajo, a su vez, recoge lo que sobre el ilustrador escribieran Antonio Espina y, en menor medida, otros como Gómez de la Serna o Margarita Nelken. En la tesis hay muchísima más información, por supuesto, es una investigación de más de 800 páginas, pero yo me he centrado en la representación que el autor hace de los apaches y de los bajos fondos. Las imágenes las he sacado del blog del propio David Vela.

Apaches. Dibujo de su época parisina | http://davidblogcartoon.blogspot.com.es

Apaches. Dibujo de su época parisina | http://davidblogcartoon.blogspot.com.es

El ilustrador herada su exótico apellido de su padre, de origen toscano, que al llegar a España sobrevive como vendedor ambulante. Nace en Madrid, donde vive la infancia en ambientes de miseria barojiana. Los escenarios y los tipos humanos de los bajos fondos aparecerían reflejados recurrentemente en su obra después. Cuando su padre puede, al fin, trabajar como vaciador en los talleres de reproducciones de la Real Academia de San Fernando (este era su oficio en Italia), Salvador y sus dos hermanos, que trabajan como ayudantes suyos, entran en contacto con el mundo del arte. Su formación es totalmente práctica: el taller, su afición por la lectura y las calles del Madrid popular, de Lavapiés a la Plaza de la Cebada.

En 1901 el joven Bartolozzi marcha a París junto con al fotógrafo Ricardo Tejedor. Sin un duro, su acompañante regresa pronto a España, pero él decide quedarse y trata de vivir de sus dibujos. En aquella época no era del todo infrecuente entre la bohemia melenuda de España vivir la aventura parisina, pero Salvador no será uno más de los bohemios de Monmartre: caerá en los ambientes apaches de los faubourgs de la periferia parisina. Dicen las pocas líneas biográficas con las que contamos que se integró bien y adquirió la jerga apache. Antonio Espina narra de esta manera aquel contacto con los bajos fondos parisienses:

Su primer ambiente parisino fue pues el de la Belle Ville o la Villette, los quartiers peligrosos de las batidas policiacas, en los que se mezclaba el censo proletario de Zola con las bandas de salteadores de «Pierrot le Fou» y la «Casque d’Or». Salvador vivió en ese medio turbio durante algún tiempo, mientras su penuria le obligaba al ejercicio de honradas y menudas ocupaciones- iluminador de postales, ayudante de fotógrafo, pintor de lo que saliese- y mientras el amor exhaustivo de una mujer del «milieu», La Valentine, encendía sus nervios juveniles. Acaso los ojos de aquella Valentine eran «como dos trozos de hielo bañados en absenta», que dice Carco, y esto bien lo explica todo. Una noche el muchacho español tuvo que saltar por una ventana de la alcoba de su querida, para salvarse de cierto puño bárbaro y tatuado, diestro y siniestro en el manejo del estilete.

Posteriormente contactaría con el grupo de españoles residentes en París, los Rusiñol, Ciges, Falla, Manuel Machado… Sus cuadros interesaron a un importante marchante, pero como los había firmado con el apellido de otro español posicionado para mejor moverlos –Batlle-, cuando quiso hacerse cargo de la autoría el marchante le dijo que era un «imitador desvergonzado de M. Batlle».

 

La Esfera 15-I-1915 | http://davidblogcartoon.blogspot.com.es/

La Esfera 15-I-1915 | http://davidblogcartoon.blogspot.com.es/

A pesar de ello, rápidamente se hace cierto nombre en los ambientes artísticos por sus representaciones del tipo chulesco y de los ambientes sórdidos. En palabras de Gómez de la Serna, empezaba a ser un “Toulouse-Lautrec al estilo español”. Sin embargo, en 1907, y tras su despegue parisino, Bartolozzi decide regresar a casa. Sólo tenía veinte años y parece que ya tuviera una vida entera de experiencias a las espaldas.
Aunque no vamos a cebarnos aquí con su biografía, es importante decir que el ilustrador tuvo una exitosa carrera y una intensa vida cultural, tirando a burguesa. Es colaborador de numerosas cabeceras y tertuliano del Madrid de entreguerras…un tipo cosmopolita con acento de Ministriles. A partir de 1914, su relación sentimental con Carmen Eva Nelken –hermana de la famosa Margarita, periodista, escritora y mujer que camina por delante de su época-, le coloca en rampa para una etapa más intensa y exitosa. Salvador está casado con otra mujer, pero ambos serán amantes hasta su muerte, bordeando las convenciones sociales de su tiempo. Ella, que era actriz aficionada, le introduce en círculos de teatro experimental. En los momentos previos a la guerra, en plena madurez artística, se dedicaba al teatro infantil y rumiaba la idea de introducirse en el mundo de la animación. Como escenógrafo participa en La zapatera prodigiosa de Federico García Lorca o El otro, de Miguel de Unamuno. Durante la guerra hace carteles para el bando republicano y se significa a favor de la República. Al término de la guerra ha de huir a México, donde vive hasta su muerte, en 1950. En América obtuvo mucho reconocimiento por sus cuentos de Pinocho, que llegaron a ser más conocidos que los originales.


Volviendo a su representación de lo marginal y de lo apache, sus dibujos denotan una evidente simpatía por los personajes retratados, y son más naturales que la representación estereotipada que tanto abundó en la época. En palabras de David Vela en su tesis, “exaltando la pose desafiante de estos bárbaros del siglo XX; más allá de la rebeldía bohemia, sobre la que iba pesando toda una tradición melodramática y sentimentaloide, ensalza Bartolozzi la autenticidad de la postura ácrata, primitiva y bárbara del apache frente a las convenciones de la sociedad burguesa y bienpensante de su tiempo”

En un Madrid que, ya pasado el verdadero fenómeno en París, había incorporado la estética apache a la moda femenina, o a los bailes de la sociedad burguesa de la época (una apropiación en toda regla de la cultura de las clases populares), Bartolozzi dibujó e ilustró al apache desde el conocimiento. Lo hizo en distintos Salones de Humoristas, entre los años 1916 y 1922, donde, además de dibujos, presentó  una pareja de muñecos de trapo: «El apache y su compañera». Este tipo de figuras fue otra de sus especialidades.

Ilustración para "El alma sin cuerpo" cuento de José Frances en La Esfera (23-III-1918) | http://davidblogcartoon.blogspot.com.es

Ilustración para «El alma sin cuerpo» cuento de José Frances en La Esfera (23-III-1918) | http://davidblogcartoon.blogspot.com.es

Además de hacer diversas ilustraciones en prensa y revistas de la época, también ilustra algún relato, como Así…, un cuento de Antonio Bermejo de la Rica publicado en La Esfera, en el que el protagonista es un feroz apache de la Villette, apodado L’Eclair, que expresa su rechazo a los clichés y al pintoresquismo con el que se ganaban el pan, en espectáculos aquí y allá, sus compañeros apaches de última hornada.

Su tratamiento de los ambientes del hampa y la criminalidad lo encontramos también en las portadas de las noveles policiacas de la colección La Novela de Ahora, donde despliega una imaginería más sensacionalista y violenta, como era propio del género. Es aquí, y no en la representación de los apaches, cuando aparece la tan de moda impronta lombrosiana, mediante la que se muestra a delincuentes –y a veces, sencillamente, personas humildes- como seres atávicos, de rasgos pronunciados y agresivos. Gentes degeneradas y primitivas a golpe de vista.

Durante su etapa parisina el ilustrador había dibujado prostitutas. Posteriormente, aunque con menos ocasión de hacerlo para encargos comerciales, siguió dibujándolas, y a menudo resaltó en los dibujos la pose desafiante de las prostitutas de moño alto.

No faltaron tampoco las representaciones del bohemio madrileño. Sus dibujos ayudaron a fijar el estereotipo estético de la capa y las barbas, a veces en colaboración con algún bohemio militante, como Emilio Carrere, para quien ilustra El pájaro azul, un relato protagonizado por una pareja bohemia . Otros textos ilustrados sobre el tema tienen títulos expresivos, como La cofradía del hambre, La canción del vencido, o Los de arriba y los de abajo.

Ya está dicho que Bartolozzi ha accedido a su vuelta de París a un estatus bien distinto al de sus primeros años y su aventura parisina. Es pasajero del Madrid de escuálido cosmopolitismo que se vería truncado por la guerra. Sin embargo, nunca abandonó la representación sentimental de la ciudad que anida en las sombras, aunque a veces, por las temáticas de las novelillas populares que ilustraba, la acción transcurriera en escenarios portuarios o en ciudades donde se habla en inglés.

Cigarreras

*Hoy he terminado un curso online de Historia de la mujer y el feminismo en Relatoras. El próximo 5 de noviembre empieza el siguiente y lo recomiendo vivamente. En realidad no lo habré terminado hasta que todas las compañeras hagan sus aportaciones porque una de las cosas más enriquecedoras del curso es la puesta en común y aprender de ellas. Lo coordina María Castejón Leorza, son cuatro semanas y cuesta 50 euros, es una pedazo de inversión.

El curso se formaba a partir de contenidos y buenos materiales (textos, fotos, vídeos) para comentar. la última pregunta era un tema libre y he escrito esto, un poco apresurado y general, pero que creo puede captar el interés por un tema interesante.

Las cigarreras de la tabacalera en el XIX: pioneras del conflicto social y mujeres por descubrir

Foto de blogs.latabacalera.net/cigarreras

Foto de blogs.latabacalera.net/cigarreras

Durante muchas de las intervenciones en el foro del taller he hablado de mi interés por la mujer como sujeto colectivo en la historia. Me interesan las personalidades concretas y me parece que la historia les debe aún mucho, pero creo que la reivindicación puede fluir al compás de la recuperación de las mujeres anónimas (sus resistencias, sus actuaciones en grupo o sencillamente la constatación de su situación en cada momento histórico en cuanto que mujeres). Por gusto personal es lo que más me interesa, vaya.

Por eso, para la actividad final he elegido escribir una cosa sencillísima sobre las cigarreras de La Tabacalera de Madrid en el siglo XIX. Por eso y porque la reivindicación de la memoria de los lugares desde la perspectiva de la gente común es otro tema que me interesa también.

Quienes seáis de Madrid probablemente conozcáis el espacio, a las demás os recomiendo visitarlo si os dejáis caer por aquí.  Se trata de una gran fábrica largo tiempo abandonada en la glorieta de Embajadores (digamos que el límite sur del barrio de Lavapiés) que, a raíz de la reivindicación vecinal, se ha convertido en un centro social autogestionado de gigantescas dimensiones.

Desde el punto de vista histórico su situación tiene importancia. Lavapiés, el antiguo distrito de Inclusa, fue tradicionalmente lugar de los llamados “Barrios Bajos”, una de las zonas más populares de la ciudad.

La Fábrica de Tabacos concentraba una población de entre 3000 y 6000 trabajadoras (variando a lo largo del siglo XIX), por lo que era el lugar de trabajo de un gran porcentaje de las mujeres del sur de Madrid. Otra de las ocupaciones típicas de la zona es la relativa al comercio callejero –el popular Rastro- , a veces comercio informal y no regulado. La primera fábrica de Tabacos de España y la de mayor importancia fue la de Sevilla, pero la de Madrid también fue muy importante.

La cigarrera es el modelo de mujer del Madrid popular (chulapona o manola) con su mantón, su pañuelo, etc. Se trata éste, en realidad, de un estereotipo muy construido literariamente por los Álvarez Quintero, Arniches, etc, aunque sobre una base real. Es el estereotipo de mujer “noble” pero “de armas tomar”. Aunque no es un hecho desconocido para sus coetáneos me da la impresión que su historia de asociación y lucha es bastante desconocida en la actualidad. Ha permanecido el “tipismo”, lo folklórico, y ha quedado relegada su vertiente social y conflictiva.

Hablamos de uno de los colectivos sociales más combativos del siglo XIX madrileño (junto con los impresores y el sector de la construcción). Sus primeros conflictos se producen en 1820, cuando el gobierno liberal pretende desestancar el tabaco (digamos, en terminología actual, liberalizar), con el peligro que esto suponía para sus puestos de trabajo. En 1830 se producen otras protestas, por los bajos salarios que soportaban y las exigencias de subida de productividad, que son considerados por las autoridades un problema de orden público importante durante diez días en los barrios bajos. Finalmente, el ejército tiene que intervenir. El ejemplo es importante en momentos en el que el sindicalismo es inmaduro y la mayoría de los  conflictos laborales son dispersos y de menores proporciones.

De nuevo en 1854, en el contexto de las barricadas de la revolución que da paso al Bienio Progresista, las cigarreras se levantan para que les paguen ciertas cosas que se les adeudaban y para echar a las maestras que habían sido impuestas durante el régimen anterior.

Protagonizaron otros levantamientos –en los sesenta a punto estuvieron de propiciar la declaración de estado de guerra en la ciudad- y son protagonistas también de uno de los episodios luditas más importantes de Madrid en 1872. Este suceso era descrito por la prensa así:

Hoy a las doce del día ha habido un motín en la fábrica de tabacos con motivo de haberse  llevado a la misma una pequeña máquina para hacer cigarrillos de papel. Las cigarreras, al verla, irrumpieron en gritos y se negaron a trabajar. Cuando parecía calmada la agitación que reinaba entre las sublevadas, éstas comenzaron a derribar tabiques y a destrozar las máquinas que encontraron a su paso

 

Fueron frecuentes descripciones similares, en las que estas mujeres eran descritas como pasionales, “levantiscas”, poco dadas a lo racional… cualidades que acarrean en el prejuicio doblemente: por mujeres y por pobres. También es frecuente la preocupación porque los conflictos de las cigarreras se contagiaran, dando noticia, es cierto, de que eran un colectivo popular, pero también del tradicional papel corruptor de Eva.

 

Algunas cuestiones me llaman mucho la atención entorno a las cigarreras:

–        El trabajo femenino en la industria es algo conocido pero poco estudiado en lo tocante  a las relaciones sociales. Las cigarreras se reclutan por lazos familiares (entran a trabajar las hijas de otras cigarreras), y el trabajo es a destajo, con muchas horas en común en una actividad intensiva pero manual, que permite hablar y la relación personal. Parecería interesante estudiar a fondo la toma de conciencia común de estas mujeres desde su condición de mujer, además de como obreras. El otro gran colectivo laboral femenino de este siglo era la servidumbre doméstica, colectivo que tenía mucho más complicado adquirir una conciencia conjunta de sus circunstancias y articular resistencias.

–        Muy interesante me parece también el hecho de que tuvieran que compaginar sus labores como obreras con tareas de reproducción habituales de la mujer, para lo que recurrían a redes de solidaridad de los barrios bajos (se habla de otras mujeres que cuidaban a los hijos o ponían al fuego la hoya).

–        Una de las cosas que el capitalismo fabril impone a los trabajadores y trabajadoras son las jornadas estrictas y los tiempos medidos para las tareas. Esto no existía como tal en época preindustrial, cuando las clases populares ni siquiera tenían relojes personales, aunque ahora parezcan asuntos tan interiorizados. En el caso del trabajo que queda fuera de la relación capitalista (el trabajo no remunerado de la mujer en casa), esta imposición de los tiempos no se produce. Las fuentes hablan de cierta auto administración de las propias cigarreras de su tiempo (esto también les permitía compaginarlo con el otro trabajo no remunerado del que hablábamos antes) Era posible porque el trabajo era a destajo, y lo que debían era tener cierta producción disponible. La mayoría de las protestas de las cigarreras son (además de por temas salariales) por asuntos que tienen que ver con la introducción de capatazas que controlaban el trabajo y con la pérdida de control sobre el proceso (su mecanización). También con el aumento de la exigencia de productividad, que impediría presumiblemente atender los trabajos en casa. Son pues resistencias a una forma de trabajo que, de un lado, les permite ejercer el trabajo no remunerado de la mujer, y de otro intenta cambiar la forma de producir con tiempos y horarios menos estrictos que los que normalmente las mujeres llevaban a cabo.

Reivindicación de la memoria de las cigarreras

Aunque no conozco la experiencia de primera mano, la encontré en internet y me pareció muy interesante. Se trata de un proyecto de recuperación de la memoria que se llevó a cabo en la etapa actual de La Tabacalera como Centro Social, en el que además se contactó con antiguas trabajadoras de la fábrica (por razones evidentes, de época mucho más reciente de la que he tratado aquí). Parece que incluso se grabaron materiales en vídeo y se hicieron recreaciones teatrales. Un bonito ejercicio de recuperación que se construía en las mismas fechas en las que el proyecto echaba a andar.

Se pueden ver los materiales y las experiencias en este blog y las fotos aquí

 

Gentrificación sin hipsters

Llegan a mi buzón <metáfora/> artículos sobre gentrificación ilustrados con fotos de hípsters. En torrente. En todos ellos se explica que los centros históricos de las distintas capitales sufren de gentrificación, un virus inoculado por hípsters, gafapastas y otros grupos de profesionales liberales, que cambian la fisionomía de los barrios a golpe de Mac y en librerías-café. Algunos ponen en duda el afinamiento del dúo, en otros se corrobora, y en muchos se matiza el efecto gentrificador de la hipsterización, con mayor o menor tino.

Personalmente, el término gentrificación no me colma porque su juventud y exotismo confunde sobre un hecho: se refiere a procesos que no son nuevos históricamente. Sin embargo, es el término  sobre la mesa y en el debate. El palabro se refiere a realidades y procesos muy diferentes entre sí, con distintos ritmos y características, que tienen en común el hecho de que la población de un lugar se ve desplazada para que su lugar sea ocupado por otra de un nivel adquisitivo mayor. Es, en este sentido, una manifestación urbana de la lucha de clases a la que atraviesan vectores de lo más diversos (culturales, financieros, políticos…)

Pero los procesos de gentrificación no se producen sólo en los centros históricos de las grandes ciudades, ni las realidades urbanas del mundo se pueden mirar sólo con las gafas de ver Manhattans. Los desplazamientos ocurridos por casusa de grandes acontecimientos (juegos olímpicos, mundiales de fútbol, etc) son también gentrificación, por ejemplo. En lugares tan dispares como Brasil o Camboya hay gentrificación. También en barrios periféricos, nuevas centralidades de las capitales occidentales, o en Gamonal. Sin necesidad de que nadie haya visto gafas de pasta merodeando.

dinerGeneralmente, la gentrificación se da en lugares donde se producen procesos de desinversión que pueden, posteriormente, hacer lucrativa la “regeneración”. No es difícil visualizar este proceso en nuestros centros urbanos…pero de desinversión y pelotazos urbanísticos posteriores también saben la tira los vecinos de las periferias.

Del mismo modo, no puede responsabilizarse tampoco de la gentrificación de los centros, como se da a entender con rotundidad en la mayoría de los artículos, a las llamadas clases creativas.

Pongamos un ejemplo conocido. Un grupo empresarial como Triball compra pisos a bajo precio en una zona degradada tras la Gran Vía, para luego crear toda una propaganda de la regeneración con apoyos institucionales –en este caso el Ayuntamiento de Madrid- y especular con locales y pisos. De la expulsión vecinal a raíz del proceso han hablado mejor que nadie desde Todo por la praxis

Ante semejante operación, parece atrevido responsabilizar de toda la gentrificación del barrio al tipo de flequillo que ha abierto una peluquería en Ballesta. Podría aducirse que no siempre se produce un plan empresarial tan orquestado como el de Triball, sin embargo, cuesta encontrar un caso en el que estos procesos no cuenten con el concurso de políticas urbanísticas, ejercicios empresariales o financieros. Cuando no todos en arpegio.

El caso de la gentrificación del Lower East Side suele considerarse paradigmático. Pues bien, durante los ochenta se produjo un movimiento de resistencia vecinal, con lemas agresivos como Muere, basura yuppie. La estrategia funcionó bastante bien hasta que el Ayuntamiento de la ciudad expulsó a los sin techo y a los manifestantes del parque de Tompkins Square.

Mucho mejor que yo lo dice Neil Smith, uno de los pioneros en el estudio de la gentrificación:

“Hay una enorme asimetría entre el poder que tienen las grandes corporaciones capitalistas en el mercado y el «poder» de alguien que trata de alquilar un piso con un salario medio. Así que, si bien la cuestión de los patrones de consumo no es en absoluto irrelevante, sí es secundaria en comparación con el desmedido poder del capital”.

Llama mucho la atención encontrar, en los artículos que identifican gentrificación con hipsterización, numerosas referencias a Smith y a otros escritores que se manifiestan en la misma dirección ¿Acaso los autores de estos artículos sólo leyeron las páginas que les interesaba?

Protestas recietnes en Bolonia (Italia) contra la gentrificación y las políticas de vivienda del gobierno | http://revolution-news.com

Protestas recietnes en Bolonia (Italia) contra la gentrificación y las políticas de vivienda del gobierno | http://revolution-news.com

Parece curioso también que, siendo como es hoy la lucha por la vivienda un tema central, una de las miradas académicas que estudian su problemática esté siendo traducida masivamente en términos de dudoso cambio lento y cultural, casi de oposición conservadora al progreso.

Los artículos que identifican unívocamente gentrificación y hipsterización, y señalan como actores únicos a clases amplias de población, por sus patrones de consumo y sus estilos de vida, contribuyen a crear la confusión de que las cosas pasan sin más. Simplificando el diagnóstico mitigan las culpas. Al fin y al cabo, todo el mundo quiere considerarse a sí mismo clase media.

No se trata de excluir a los patrones sociales y de consumo de la lista de agentes gentrificadores, sino de situarlos en su justo lugar, sin aislarlos de la cadena causal de los procesos de gentrificación.

Pero ¿por se ha vuelto omnipresente este enfoque tan limitado en los medios de comunicación? En cierto modo, el tratamiento parece coherente con la línea editorial de la mayoría de las publicaciones generalistas ¿En cuántas de ellas encontramos críticas a los grandes grupos empresariales? ¿En cuántas las crítica a los partidos políticos escapan de la lucha partidista trasladada a sus cabeceras afines?

Tampoco hay que desdeñar, supongo, una explicación que tiene que ver con razones puras del mercado publicitario. Lo que está de moda es, por definición, lo que vende.

Existe, por último, un apabullante monopolio de la palabra –y el pixel- impreso por parte de un determinado tipo social. Quien escribe sobre gentrificación en medios, como quien debate sobre el tema en foros urbanos, se parece sospechosamente a esa clase creativa descrita en el relato de un centro urbano de jóvenes profesionales liberales. La historia se cuenta desde la contemporaneidad, la inmediatez y el entorno exclusivo de sus protagonistas. Llamarles hípsters sería caer en la trampa que este artículo denuncia, aunque no me cabe duda de que algunos de ellos estarían tentados de imprimir en negrita aquí el término.

Usted puede ser un nazi

Estos días, en los que lo más marciano no es que unos nazis se hayan afincado a tres calles de mi casa, sino la equidistancia y defensa de sus valores que destilan las noticias en muchos medios, me acordaba de este texto de un amigo. Salió publicado en 2010 en el fanzine Jo, Tía!, y su autor me lo ha pasado amablemente para que lo publique donde quiera. No deberíais perderos tampoco el resto de su producción

USTED PUEDE SER UN NAZI

Y conste que es usted muy libre de ser lo que quiera, que igual hasta es un mérito… y si lo necesitan, otro día hablamos de España.

Películas como Matrix, Desafío Total, Blade Runner, o Men in Black no son títulos ambientados en el futuro sino en el presente. ¿No convivirán entre nosotros todo tipo de especies extraterrestres y el gobierno nos lo oculta? ¿No serán nuestros semejantes robots realmente conseguidos e indistinguibles a nuestros ojos? ¿No seremos nosotros mismos robots? ¿No serán nuestros recuerdos un sofisticado paquete vacacional? ¿No será todo lo que vivimos una mala película escrita por un par de gilipollas uno de ellos, Larry, la reina de las noches sado-maso de L.A. en plena metamorfosis transexual?

De la misma manera veo yo desde hace tiempo las magníficas películas clásicas de nazis: ¿No estarán todos esos diabólicos personajes viviendo ya entre nosotros?

Sí, sí, usted. No piense en el portero de su edificio, ni en su cuñado, ni en el cabrón de su jefe… Usted, hablamos de usted.

Por supuesto que es usted una persona de bien, un padre de familia respetable, alguien normal… con sus cosas buenas y sus cosas malas, cómo no, igual que todo el mundo. Sí, pero ¿acaso piensa usted que todos aquellos alemanes de los años 20 y 30 no eran personas normales? ¿No piensa que incluso podrían ser más normales que usted?

Desempleados de incierto futuro, empresarios de éxito y por supuesto la gran clase media, esa masa de la que usted mismo se enorgullece de formar parte. Cada uno con sus problemas cotidianos, los mismos que tenemos todos: encontrar un trabajo, la salud de algún ser querido, el amor de una pareja, las notas de los niños, mejorar un poco en la vida, aguantar al jefe; cada uno lo suyo. Y todos con esos ideales más o menos universales de bienestar general, de respeto, de paz… ¿Acaso no era esa Alemania, como todos nosotros hoy, un país concienciado contra los horrores de la guerra? Ellos, que los habían padecido en primera persona tan recientemente y sin embargo hay que ver cómo terminó todo…

Pero no, no hablamos ahora de esos alemanes que en los campos de concentración exterminaron a millones de personas por razón de raza, religión, sexo, edad… esos desalmados criminales capaces de disparar, golpear hasta la muerte o torturar de todas las maneras imaginables a los prisioneros, disfrutando con ello, y de arrojar los cuerpos a veces aun con vida a fosas u hornos para ser quemados (bueno, esto concretamente lo solían hacer otros prisioneros obligados). Ni siquiera hablamos de los soldados que cruzaron la frontera con Polonia iniciando así el conflicto armado o lucharon por todos los rincones del mundo… Eso a su debido tiempo.

Porque claro, bastante es que digan que usted puede ser un nazi como para que encima le acusen de ser un genocida. Ni mucho menos, usted no ha cometido crímenes contra la humanidad, ni ha invadido un país; por favor, si es usted un verdadero amante de los animales.

A lo sumo hay quien podría sugerir que no atiende a la familia todo lo bien que debería, quizá que bebe algo más de la cuenta, que gasta algún dinero irreflexivamente o incluso que no ha sido del todo fiel a su pareja… ¿Pero quién mejor que usted sabe que todo eso está mal y quién lo siente más que usted mismo? Aunque al fin y al cabo ¿No va eso también en el paquete de persona normal?

Si visto así es de entender que se rebele cuando de buenas a primeras se le dice que puede ser un nazi, quién no, porque los nazis se ha visto que se volvieron muy locos. Pero claro, ya le digo yo que eso lo vemos ahora, con el tiempo, con la perspectiva histórica y el análisis de los expertos, que lo hace todo más fácil.

Lo que tiene que ver es que hasta la guerra y la infame Solución final llovió mucho en Alemania y que no todos los alemanes se mancharon necesariamente las manos de sangre en todos aquellos años (en el sentido literal de mancharse) aunque no por ello dejaron de hacer cosas muy feas. Que a ver dónde está usted ahora y dónde está pasado mañana y/o que cada uno en la medida de sus posibilidades.

Hasta ese final que nadie podía creer, siquiera sospechar, al terminar la guerra, se persiguió a los judíos y se llevaron a cabo todo tipo de medidas represivas contra los más débiles o menos normales de la sociedad mientras mucha gente normal, pero mucha, mucha, no es ya que no hicieran absolutamente nada en defensa de aquellas pobres gentes o en protesta contra tales medidas (quizá a nadie se le pueda exigir ser un héroe de Hollywood muerto en la última escena), sino que directamente se aprovecharon de sus desgracias.

Todos los bienes de los cuales los judíos eran desposeídos pasaban inmediatamente a ser poseídos por alemanes de lo más normal: porteros de edificio, cuñados, jefes… Las casas de las que unos eran expulsados eran ocupadas por gente normal, los negocios de los que se apartaba a otros pasaban a ser explotados por gente normal, los muebles y todo aquello con lo que no podía cargar el desposeído de turno terminaban en manos de gente normal. Es conocido el caso de los médicos y sus consultas, un sector dominado por judíos y con especial simpatía y afiliación al partido nazi entre alemanes más o menos arios, pues según se le quitaba el permiso de ejercer y su propia consulta a un médico judío este puesto debía ser ocupado por otro médico y cuanto más cercano al partido más opciones de hacerse con él.

Qué importa lamer unos cuantos culos, si además son una gente majísima. Bueno, tanto como  censura no porque la esencia, lo que es la esencia, de lo que usted quiere decir está ahí. Que sí, que la han despedido por quedarse embarazada pero tampoco hace usted las normas. Bastante es que mete usted la cartera en un buzón pero el dinero se lo queda, no haberla perdido. Es una huelga y tienen razón pero usted también tiene derecho a trabajar ese día.

¿No merecen un puesto de puta madre o hasta un miserable beneficio a corto plazo ignorar cualquier perjuicio ajeno? Joder, si es lo normal.

Lo que está claro es que no se les puede dar papeles a todos porque las cosas están ya muy mal aquí y si siguen viniendo al final no habrá para nadie.

Sí, los demás sí, pero primero usted. Una vez lo tenga usted absolutamente todo entonces los demás; porque usted es usted y su familia es su familia, su país es el más grande, su cultura la más avanzada, su religión la única y la comida que hace su madre la mejor. Y los demás son los demás; los demás; casi siempre los de más.

Hoy se hace lo que se hace pero no hay que apretar ningún gatillo en las metrópolis (bueno, quizá defendiendo alguna frontera, mire los EE.UU.), no se cuelga a nadie de las farolas del pueblo (suele bastar con unas pedradas en puntuales estallidos de odio racista) y la exclusión social está bien fundamentada, nadie se preciaría de excluir por excluir (bueno, quizá nadie es mucho decir), ni a judíos ni a musulmanes ni a cocineros.

¿Pero de verdad piensa que las sociedades de entonces y las que disfrutamos hoy en día son tan distintas? ¿Sigue sin entender nada? Pues piense un poco.
Si nuestros respetados Estados Nación de hoy son tan xenófobos, clasistas, mentirosos, ladrones, ignorantes y descarados como cualquier otro lo ha sido en la historia, como el alemán de aquella época sin ir más lejos, con este panorama, digo ¿qué otra cosa puede ser lo que se tiene por persona normal?

¿No parecen hoy esos últimos abuelitos nazis aun buscados por crímenes contra la humanidad que viven en el Paraguay, Brasil, Argentina o la Costa del Sol gente de lo más normal? Son gente a la que el Holocausto les parece un terrible episodio de su vida casi olvidado, un episodio que poco entienden y del que, si algo tiene ya que ver con ellos, sin duda se arrepienten profundamente.

Parecen normales porque son normales como los electores de la mayoría de los líderes mundiales… y entre tanta gente normal, por qué no decirlo, seguro que los hay incluso buenos como el Papa, como toda persona que sienta en su interior una religión… Pero en general, lo que se dice los habitantes del mundo desarrollado, hoy en día, son más bien normales sin más, normales como usted y sin embargo piénselo un instante, usted puede ser un nazi.

No, yo no, usted.

Lo importante de los lugares

Lo importante de los lugares son las personas. Los alientos, las risas, las ideas, los ecos, los enfados, el sudor, unas letras grabadas en un resquicio secreto, o una mancha en la pared estampada tras un baile entusiasmado. Todo lo que de inspirador y potente tiene un lugar proviene de la gente. También hay naturalezas -vivas y muertas-para admirar o pensar en solitario. También hay no-lugares, a la espera de ser reconquistados con abono de carne humana.

Esta mañana volvíamos Darío y yo del pediatra. Los dos hemos dormido muy poco por la fiebre (la suya). Darío estaba bien, se reía como diciendo, “venga, vamos a acercarnos a La Enre a la rueda de prensa, que hace buen tiempo y estoy como un roble”. Y allí que nos hemos plantado.

La Enredadera, un Centro Social Okupado del barrio de Tetuán, siempre se ha presentado en sociedad con palabras tenues. Siempre, durante los últimos cinco años, ha mantenido discreción de escenario sobrio. La Enre es un espacio para el barrio.

Ahora que la delegada de gobierno y los medios – es de suponer que hablando por boca de la policía- han decidido criminalizar La Enredadera, las personas que arriman el hombro para que cada día sus puertas estén abiertas han decidido que fueran las gentes que la pueblan las que contaran lo que es este lugar.

Han estado delante de los medios de comunicación habitantes de La Enre del grupo de Desahucios, de Invisibles de Tetuán, del grupo de Kempo o del Banco de Alimentos. Gente del tejido vecinal que La Enredadera ha ayudado a entrelazar con sus tallitos de clorofila mestiza: las asociaciones de vecinos, la radio comunitaria, la Asamblea del 15M. Otros habitantes ocasionales hemos acudido también.

Quienes miraban a través del visor de la cámara, o dirigían su mirada a la mesa de portavoces, seguramente no habrán podido apreciar los gestos nerviosos de algunos miembros de La Enre fuera de foco. Asintiendo, moviendo nerviosa la rodilla, pendientes de que todo el mundo estuviera a gusto… Son los que han delegado en las gentes que usan La Enre el hablar por ellos hoy. Una actitud propositiva que les define a la perfección: ante las acusaciones, han preferido no responder con lo que “no son” sino con “lo que allí sucede”. Toda una declaración política.

Creo que Darío se ha dado cuenta. Me miraba y reía -él siempre ríe-como diciéndome “estos son los que dan los mimos aquí ¿verdad?” “Sí, éstas son las de los mimitos”. Aún nos comunicamos con gestos y achuchones, pero creo que me ha sido fácil explicarle que los de la mesa y los de los laterales, todos, son la gente que convierten La Enredadera en mucho más que una vieja fábrica.

¿Por qué ya no me gusta el Procomún?

Solía gustarme mucho el concepto de procomún. Algunos amigos hacían coñitas, incluso, con lo pesado que era con el término. “Sí, sí procomún ¿esto es procomún? ¿Y aquello?” Me sigue interesando, pero me ha cansado mucho el manoseo teórico al que lo hemos expuesto.

Lo común es algo bastante intuitivo, un concepto inspirador. No puedo dejar de pensar que lo común queda muy limitado cuando sólo se trata de diseccionar las dinámicas de campos de labranza, cuya realidad jurídica y vivencial, encima, no somos capaces de acomodar en la actualidad de forma satisfactoria.

O de un internet definido así, de forma difusa, como el nuevo vivero de conocimiento al alcance de todos, excluyendo las relaciones de poder y las asimetrías que también existen en la red. A menudo se nombra a internet como un comunal en lugar de preocuparse de construir comunales dentro de internet.

Y sobre todo, atamos nuestras elucubraciones teóricas a “prototipos”, “instalaciones”, “laboratorios” y demás construcciones separadas de las cosas comunes que se encuentran (a veces presas, a descubrir) en la calle.

Puestos a recuperar, además, el concepto, creo que deberíamos hinchar su calado político – en el sentido de gobierno de lo público, y no sólo de gestión compartida, que por supuesto también es política-. En castellano, y en la temprana Edad Moderna, el Pro Comunal y el Bonum Communae (Procomún y Bien común) venían a ser equivalentes, y se referían tanto al aprovechamiento común de las tierras como al buen gobierno. Este buen gobierno estaba, claro, supeditado a las élites, pero era el aparataje teórico que sustentaba, por ejemplo, el derecho a revelarse frente al mal gobierno y la ruptura del pacto social que lo sustentaba.

Muchas son las tradiciones políticas a las que se podría ligar este bien común + procomún por supuesto, o mejor, ciertas miradas concretas desde el comunismo, el anarquismo , la autogestión y hasta la democracia cristiana o el liberalismo social (lo admito). Pero por otros derroteros. A través de otros debates.

Ya no me gusta tanto por eso el concepto de procomún. Porque no me gusto yo mismo pensándolo tanto como me gusto haciéndolo. En Ciudades Rebeldes, David Harvey habla de lo común como algo que aparece cuando la gente hace suyo algo. Así, un mismo parque puede ser común o no serlo, dependiendo de si una comunidad humana se lo apropia, lo llena de sus sentidos, lo hace funcionar a sus ritmos…De la misma forma, explica como, dentro de la lógica del capitalismo, el capital intentará despojar a esa comunidad de su procomún en cuanto se haya convertido en algo valioso.

No estoy seguro de que haga falta una gran elucubración teórica para convertir ese parque en común, sólo desgastarlo y confrontarlo a la comunidad (la construcción de la comunidad me parece un asunto más enjundioso, en realidad). Tampoco estoy muy seguro de que el debate habitual sobre los comunes – impregnado más de lo cultural que de lo político, en el sentido que he apuntado – sea capaz de impulsar las resistencias a la desposesión capitalista.

Apunto para pensar haciendo: hinchar lo político en lo común – defenderse – hablar menos – gruñir más – no publicar pensamientos a medio construir como éste